“En el municipio, como en todo lo demás, el pueblo es
la fuente de los poderes sociales, pero en ninguna parte ejerce su poder de
forma tan inmediata como en él” Alexis de Tocqueville, La democracia en
América 1, Alianza, p. 60)
Por Rafael Jiménez Asensio.- La Mirada Institucional blog.- Presentación. Cuando
el reconocimiento de la autonomía local ha superado el umbral de los cuarenta
años y este mismo año 2019 se celebra también el cuarenta aniversario de las
primeras elecciones municipales, así como cuando nos encontramos en los
primeros pasos de una campaña municipal literalmente tapada por las elecciones
legislativas de 28 de abril, tal vez sea oportuno llevar a cabo una somera
reflexión sobre el pulso actual del gobierno local, aproximándonos a los
desafíos a los que se deberá enfrentar en los próximos años.
Llama
poderosamente la atención el sepulcral silencio político que los temas locales
han tenido en la pasada campaña de las elecciones legislativas. Solo la
retórica invocación de la “España vaciada” ha podido crear algo de espejismo.
Pero lo cierto es que en los debates sobre políticas de futuro ha estado
completamente ausente el hecho local. Ni una sola mención a la planta
municipal, tampoco al papel de las diputaciones, menos aún a los problemas de
financiación y no digamos nada del objetivo por mejorar la autonomía municipal
y los servicios públicos locales. A pesar del duro mazazo que supuso la reforma
local emprendida en 2013 cuando la crisis estaba en su momento álgido, ninguna
fuerza política ha hecho de la autonomía municipal una de sus banderas electorales.
No interesa el nivel de gobierno local, siempre ha sido visto como el hermano
pobre de nuestra institucionalización. Y parece que así seguirá siendo por
tiempo indefinido. Algo que contrasta con la mejor imagen que tiene ese nivel
de gobierno, sobre todo confrontado con el autonómico o estatal.
Sin
embargo, los retos a los que se enfrenta el mundo local en los próximos años
son inmensos. No puedo tratar aquí, ni de lejos, todos ellos. Pero un simple
apunte sobre el enunciado de algunos de ellos nos servirá de faro para
concretar las tareas pendientes. Y para abordar este análisis, plantearé el
problema desde dos ángulos, uno más exógeno y el otro de carácter
principalmente endógeno (aunque no se puedan diseccionar ambos planos): a)
Marco general de la política local; y b) Gobernanza municipal. El tratamiento
de ambos objetos lo haré en sendas entradas. Veamos.
Retos del marco general de la política local
La
cuestión local, según decía, ha estado plenamente ausente de la agenda política
estos últimos años. Tras el fuerte embate contra la autonomía municipal que
supuso la reforma local, en una parte frustrado por la propia jurisprudencia
constitucional y en otra paralizado por la impotencia de las diputaciones
provinciales de asumir el nuevo rol dispositivo que la ley les encomendaba,
todas las fuerzas políticas de la entonces oposición política abogaron por su
derogación. No obstante, una vez publicadas en el BOE no es tan fácil derogar
las leyes, por mucho que se anuncie. Los consensos contra no siempre se
reproducen en consensos pro. Y el error
fundamental de aquella fracasada reforma local fue hacerse contra los municipios, y
con un objetivo exclusivo de ahorro del gasto público o reducción del déficit,
como analizó en su día el profesor Embid Irujo. Una lectura de los discursos
políticos de Frankiln D. Roosevelt en plena etapa del New Deal nos pone de relieve
el enorme protagonismo que tuvieron los gobiernos locales en la salida de la
crisis durante los años 1933-1936. Mientras entonces se hacía eso, aquí optamos
por limar las competencias municipales y desarmar a los municipios de hacer
políticas locales anticrisis (sociales, de vivienda, educativas, etc.).
Desafíos
En
cualquier caso, el sistema local de gobierno se enfrenta en los próximos años a
un sinfín de desafíos a los que la política general debiera dar (y cuanto antes
mejor) alguna respuesta. Y entre ellos cabe citar sucintamente los siguientes:
- España ha
carecido de tradición continuada de autonomía local. La construcción de la
realidad político-institucional del municipio y de las provincias se hizo
durante los siglos XIX y XX básicamente a través de largos períodos de
gobiernos moderados o conservadores, así como durante dos regímenes
dictatoriales. La legislación local básica todavía tiene muchas huellas de
ese pesado legado histórico.
- El marco
normativo básico que regula los gobiernos locales, inicialmente
fortalecedor de la autonomía local (1985), se ha ido quedando obsoleto.
Treinta y cuatro años no pasan en balde. Remendado en distintos momentos
históricos, sin hilo conductor, y en algunos casos con vocación claramente
contradictoria a sus postulados iniciales (LRSAL), está pidiendo a gritos
una revisión profunda que devuelva la coherencia y el protagonismo a esa
institución tan próxima a la ciudadanía, como es el municipio.
- La planta
municipal atomizada sigue siendo uno de los problemas más serios del
modelo de gobierno local actualmente existente. Solo existen dos opciones:
a) simplificar la planta municipal a través de una reforma legal, no
exenta de notable dificultad; o b) reordenar el back office y la prestación de servicios municipales a través de modelos de
agrupación voluntaria o mediante decisiones normativas, que transformen
ese espacio local en ámbitos organizativos de eficiencia y buenos
servicios a la ciudadanía (mancomunidades polivalentes, comarcas, etc.).
- Particular
problema presenta qué hacer con las actuales diputaciones de régimen común.
Mientras siga perviviendo una planta local atomizada, la necesidad
objetiva de esas u otras instituciones similares es inevitable. Como ha
expuesto acertadamente el profesor Manuel Zafra, lo importante en este
caso no es el nombre, es la función. No sirve el argumento de que sus
competencias se agreguen a las Comunidades Autónomas, pues ello rompe en
pedazos el principio de subsidiariedad. Otra cosa es repensar su modelo
institucional y su finalidad. Las diputaciones provinciales han estado (y
siguen estando) muy cuestionadas desde algunas perspectivas políticas y
académicas. La Ley de 2013 (27/2013) buscó redefinir su rol institucional,
pero su carácter dispositivo y la escasa interiorización de su nuevo rol,
la han convertido en papel mojado. Tendrán que reinventarse profundamente
si quieren sobrevivir sin constantes sobresaltos existenciales.
- El sistema
de gobierno municipal sigue lastrado por una ley electoral de la etapa de
la transición en 1978 (por ejemplo, elección de diputados provinciales),
revisada en 1985 (LOREG), y reformado el sistema en cuanto a forma de
gobierno (moción de censura, cuestión de confianza), en diferentes
momentos. Pero todavía sigue pesando mucho la concepción corporativa, que impide un desarrollo efectivo de un sistema de gobierno
municipal asimilable, mutatis mutandis, a los demás (autonómico y
estatal). Sin duda, la geometría variable del hecho municipal y su
minifundismo, es un dato determinante para que esa rancia concepción
corporativa subsista. Esa impronta corporativa ha llegado incluso a
afectar a pronunciamientos del propio Tribunal Constitucional en los
denominados municipios de gran población (STC 103/2013). Pero el que los
municipios no dispongan de capacidad legislativa no puede ser argumento
para no reconocer su exquisita naturaleza política (como lo han venido a
resaltar las leyes autonómicas de nueva generación: LAULA, LILE y LGAMEx).
- Los
gobiernos locales, pero especialmente buena parte de los gobiernos
municipales, disponen de “máquinas administrativas” inadaptadas a los
retos de futuro. Lo expresó de forma diáfana Luciano Vandelli hace más de
veinte años: “Hay un punto sobre el cual los nuevos Alcaldes están de
acuerdo. Este tiene que ver con la valoración de las máquinas burocráticas
que han heredado. Máquinas descompuestas, disociadas, desmotivadas (…) los
alcaldes están cohibidos –concluía- por la resistencia sorda del cuadro
burocrático”. Es urgente e inaplazable invertir en organización. No se
puede hacer buena política sin buena administración. Ni puede haber buena
organización sin buena política. Es un sueño inalcanzable.
- La política local se sigue haciendo de espaldas a la organización, como si cabeza y tronco del mismo cuerpo actuaran con lógicas y comportamientos distintos. Esa concepción dicotómica (políticos/burócratas) apenas ha sido superada en muy pocos municipios. La inexistencia de una dirección pública profesional que actúe de argamasa, impide radicalmente ese imprescindible (y hoy en día inexistente) alineamiento entre política y gestión. Políticos y funcionarios viven, en no pocas ocasiones, de espaldas. Sus marcos cognitivos y su tempo son muy distintos. Pero ello no debe impedir un correcto alineamiento.
- Sobre el
mundo local planean igualmente desafíos de enorme magnitud, cuya capacidad
de respuesta es muy desigual, dada la enorme heterogeneidad (nunca
reconocida realmente por la legislación). Así, cabe plantearse cómo puede
enfrentarse el pequeño y mediano municipio a los retos de la
digitalización o de la (inmediatamente) futura automatización. O a las
amenazas del cambio climático (el “nuevo régimen climático” del que
hablara Bruno Latour).
- Nada menores son los desafíos organizativos y procedimentales que se plantean por las “nuevas leyes”, por lo común incumplidas o cumplidas con la boca pequeña, salvo aquellas que se refieren a la estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera, donde las exigencias de cumplimiento son más marcadas. La siempre pendiente Administración electrónica, la simplificación de trámites y reducción de cargas, la transparencia, la reducción del sector público local, la indigesta y compleja aplicación del nuevo marco normativo de contratación pública, así como la aplicación de la nueva normativa en materia de protección de datos. El imperio de las formas no puede encorsetar la acción política hasta hacerla inviable. Hay que buscar puntos de equilibrio razonables. Y solo el trabajo conjunto políticos/directivos/empleados públicos lo logrará.
- -Y, en fin, sobre las estructuras del empleo público local se siguen cerniendo –como analizó en su día el profesor Sánchez Morón- los mismos problemas de siempre (fuerte presencia de clientelismo político, escaso papel del sistema de mérito en el acceso, organizaciones burocráticas o tramitadoras, sindicalización elevada que captura las políticas de personal, etc.), pero a ellos se añaden otros nuevos: el inevitable relevo generacional ante el envejecimiento marcado de las plantillas y la también inaplazable tecnificación de los empleos públicos, como consecuencia del problema anterior y de la revolución tecnológica que está llamando a las puertas de la Administración Pública, también de la local.
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