domingo, 26 de mayo de 2019

Manuel Zafra: Política Municipal*

NOTA DEL EDITOR (Rafael Jiménez Asensio): Manuel Zafra Víctor, profesor de Ciencia Política en la Univeridad de Granada y ex-director general de Administración Local en el Gobierno central y en la Junta de Andalucía, es un excelente conocedor de los gobiernos locales. Una firma invitada de indudable prestigio para este modesto Blog, como antes lo ha sido alguna otra (Mikel Gorriti). El tema elegido esta vez es la Política Municipal. Y en este breve, pero profundo post, el autor pone el acento en la esencia de la Política: priorizar entre bienes igualmente valiosos en un contexto siempre de recursos limitados. Nadie interesado en la política, que el autor revitaliza en su crucial papel, quedará indiferente ante estas líneas. Coincide la difusión de la presente entrada, además,  con las elecciones municipales de 26 de mayo de 2019 y con la próxima formación de los nuevos gobiernos locales. Disfrútenla, pues el texto lo merece. 

La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una u otra vez.”  (Max Weber, El político y el científico, Alianza Editorial, 1988, p. 178)

Manuel Zafra Víctor. La Mirada Institucional blog. En no pocas ocasiones el término política recibe una connotación peyorativa o abiertamente crítica. Considerar “politizada” una decisión implica la censura ante el desplazamiento espurio de criterios objetivos e imparciales por un interés partidista. Esta actitud propicia el asedio de la ciencia, el derecho, la técnica o la ética contra la política para reducir o, al menos, acotar su ámbito. Se impone pues abordar la política en términos más ecuánimes, tratando de perfilar su singularidad y la consiguiente necesidad de dignificarla.

El punto de partida sería la siguiente afirmación: los problemas políticos no admiten soluciones técnicas, ni científicas, ni jurídicas, ni éticas. Aunque así formulada la idea resulte tautológica, la conclusión del anterior postulado es obvia: la mala política ha de ser neutralizada con buena política.

¿En qué consiste la política? La respuesta al interrogante obliga a trascender el uso coloquial del término y tomar conciencia de sus rasgos definitorios: elegir entre bienes igualmente valiosos, concediendo prioridad a unos y sacrificando otros. Una decisión política obliga a manejar dos recursos escasos: el tiempo y el dinero. Un período de cuatro años y una financiación limitada fuerzan a jerarquizar las políticas. Aunque esta definición presenta, en principio, parecido evidente con la clásica de economía, asignación de recursos escaso y de uso alternativo, los criterios para decidir políticamente difieren de los adoptados en economía. La escasez favorece la racionalidad a la hora de ponderar costes y beneficios de una decisión en un mercado competitivo, sin embargo la racionalidad política no versa sobre los medios sino sobre los fines. Pese al enfoque propugnado por la teoría económica de la democracia, la dinámica política no observa la lógica oferta-demanda determinada por el precio de equilibrio sino la concurrencia de factores mucho más complejos que hacen inadecuada la analogía entre mercado y competencia electoral.

La política no es, pues, racionalidad instrumental sino racionalidad de fines: el conocimiento experto es necesario, imprescindible, para aplicar políticas; pero no para adoptarlas. Siguiendo esta línea de razonamiento encontramos otra afirmación clave: en democracia gente no experta dirige a gente experta. Ambos enunciados contribuyen al descrédito de la política a no ser que se tenga conciencia cabal de su significado. La aparente contradicción implícita en la condición de no experto del dirigente político que, no obstante, dirige al funcionario experto, desaparece al constatar que la elección entre bienes igualmente valiosos no está sujeta a la racionalidad instrumental de identificar medios para minimizar costes y maximizar beneficios; la razón es otra: motivar las razones que llevan a priorizar, por ejemplo, políticas de juventud sobre políticas dirigidas a personas mayores, o políticas de servicios sociales sobre políticas de alumbrado o acceso al núcleo de población…

La política requiere el equilibrio, la tensión creativa, entre dualidades, en principio contradictorias: convicción y responsabilidad; entrega apasionada y mesurada frialdad; pensar lo imposible para conseguir lo posible, en suma evaluación crítica de la realidad en referencia a un ideal. De entrada no cabe someter uno de los términos del binomio al otro, en función de un caso concreto primará la responsabilidad sobre la convicción o al contrario. La convicción no ponderada por la responsabilidad provoca sectarismo, pero la responsabilidad sin convicción genera oportunismo acomodaticio. Asimismo, la convicción se erige en condición para el largo plazo y la mentalidad estratégica en la formulación de políticas, pero ha de tener sentido de la realidad. La responsabilidad, la previsión de las consecuencias y efectos de una determinada política, es tributaria del corto plazo y los condicionantes de la realidad, si bien puede significar un primer paso para metas más ambiciosas.

Ideólogos y expertos
A propósito de las relaciones entre los medios y los fines en política, un prestigioso pensador como Norberto Bobbio distingue entre ideólogos y expertos: “(…) el ideólogo que no pone nunca los pies en la tierra: es el utopista… la separación entre los fines y los medios es absoluta; así como lo es, por el contrario, en el técnico puro que pone la propia competencia al servicio de quien tiene el poder, sin plantearse el problema de la legitimidad de los fines… estos dos casos límite están perfectamente representados por la violenta contradicción… entre el renacer del utopismo, que es el triunfo de la ideología en estado puro, y, en el extremo opuesto, la declaración del fin de las ideologías, que es el triunfo del puro tecnicismo.”

Y, en fin, cabe finalizar esta breve reflexión con una suerte de elogio y dignidad de la política y los políticos, debida a Xavier Rubert de Ventós, quien se refiere al gusto y admiración del quehacer político con estos términos: “(…) la soledad y el desasosiego con el que deben tomar las decisiones que tranquilizan y desresponsabilizan a los demás”; su papel va destinado a “hacer lo posible para que los demás puedan seguir deseando y reclamando lo imposible”. Y, en fin, los políticos deben “enfrentar un cometido literalmente impracticable: el de satisfacer con recursos limitados aspiraciones ilimitadas”.

Ya saben, si no lo sabían con antelación, a qué se enfrentan los futuros políticos municipales. Una actividad ilusionante, pero cargada de decisiones complejas frente a las que no se puede contemporizar ni menos aún hacer demagogia. Es pésima estrategia. Suerte en el empeño.

(*) El texto de esta entrada reproduce algunos pasajes de un texto de mucha mayor extensión que, sobre el mismo, título será publicado en los próximos meses por EUDEL (Asociación de Municipios Vascos) en el marco de un libro sobre Ejes de la Política Municipal Vasca: 2019-2023. Agradezco sinceramente a EUDEL la invitación cursada para participar en ese intersante marco de reflexión colectiva sobre una cuestión de indudable trascendencia y con frecuencia tan abandonada: los gobiernos municipales y la política local.

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