“La política consiste en una dura y prolongada
penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo
tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la historia,
que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible
una u otra vez.” (Max Weber, El político y el científico, Alianza
Editorial, 1988, p. 178)
Manuel Zafra Víctor. La Mirada Institucional blog. En no pocas ocasiones el término política recibe una
connotación peyorativa o abiertamente crítica. Considerar “politizada” una
decisión implica la censura ante el desplazamiento espurio de criterios
objetivos e imparciales por un interés partidista. Esta actitud propicia el
asedio de la ciencia, el derecho, la técnica o la ética contra la política para
reducir o, al menos, acotar su ámbito. Se impone pues abordar la política en
términos más ecuánimes, tratando de perfilar su singularidad y la consiguiente
necesidad de dignificarla.
El punto de partida sería la siguiente afirmación: los
problemas políticos no admiten soluciones técnicas, ni científicas, ni
jurídicas, ni éticas. Aunque así formulada la idea resulte tautológica, la
conclusión del anterior postulado es obvia: la mala política ha de ser
neutralizada con buena política.
¿En qué consiste la política? La respuesta al
interrogante obliga a trascender el uso coloquial del término y tomar
conciencia de sus rasgos definitorios: elegir entre bienes igualmente valiosos,
concediendo prioridad a unos y sacrificando otros. Una decisión política obliga
a manejar dos recursos escasos: el tiempo y el dinero. Un período de cuatro
años y una financiación limitada fuerzan a jerarquizar las políticas. Aunque
esta definición presenta, en principio, parecido evidente con la clásica de
economía, asignación de recursos escaso y de uso alternativo, los
criterios para decidir políticamente difieren de los adoptados en economía. La
escasez favorece la racionalidad a la hora de ponderar costes y beneficios de
una decisión en un mercado competitivo, sin embargo la racionalidad política no
versa sobre los medios sino sobre los fines. Pese al enfoque
propugnado por la teoría económica de la democracia, la dinámica política no
observa la lógica oferta-demanda determinada por el precio de equilibrio sino
la concurrencia de factores mucho más complejos que hacen inadecuada la
analogía entre mercado y competencia electoral.
La política no es, pues, racionalidad instrumental sino
racionalidad de fines: el conocimiento experto es necesario,
imprescindible, para aplicar políticas; pero no para adoptarlas. Siguiendo esta
línea de razonamiento encontramos otra afirmación clave: en democracia
gente no experta dirige a gente experta. Ambos enunciados contribuyen al
descrédito de la política a no ser que se tenga conciencia cabal de su
significado. La aparente contradicción implícita en la condición de no experto
del dirigente político que, no obstante, dirige al funcionario experto,
desaparece al constatar que la elección entre bienes igualmente valiosos no
está sujeta a la racionalidad instrumental de identificar medios para minimizar
costes y maximizar beneficios; la razón es otra: motivar las razones que llevan
a priorizar, por ejemplo, políticas de juventud sobre políticas dirigidas a
personas mayores, o políticas de servicios sociales sobre políticas de
alumbrado o acceso al núcleo de población…
La política requiere el equilibrio, la tensión creativa,
entre dualidades, en principio contradictorias: convicción y responsabilidad;
entrega apasionada y mesurada frialdad; pensar lo imposible para conseguir lo
posible, en suma evaluación crítica de la realidad en referencia a un ideal. De
entrada no cabe someter uno de los términos del binomio al otro, en función de
un caso concreto primará la responsabilidad sobre la convicción o al contrario.
La convicción no ponderada por la responsabilidad provoca sectarismo, pero la
responsabilidad sin convicción genera oportunismo acomodaticio. Asimismo, la convicción
se erige en condición para el largo plazo y la mentalidad estratégica en la
formulación de políticas, pero ha de tener sentido de la realidad. La
responsabilidad, la previsión de las consecuencias y efectos de una determinada
política, es tributaria del corto plazo y los condicionantes de la realidad, si
bien puede significar un primer paso para metas más ambiciosas.
Ideólogos y expertos
A propósito de las relaciones entre los medios y los
fines en política, un prestigioso pensador como Norberto Bobbio distingue
entre ideólogos y expertos: “(…) el ideólogo que no pone
nunca los pies en la tierra: es el utopista… la separación entre los fines y
los medios es absoluta; así como lo es, por el contrario, en el técnico puro
que pone la propia competencia al servicio de quien tiene el poder, sin
plantearse el problema de la legitimidad de los fines… estos dos casos límite
están perfectamente representados por la violenta contradicción… entre el
renacer del utopismo, que es el triunfo de la ideología en estado puro, y, en
el extremo opuesto, la declaración del fin de las ideologías, que es el triunfo
del puro tecnicismo.”
Y, en fin, cabe finalizar esta breve reflexión con una
suerte de elogio y dignidad de la política y los políticos, debida a Xavier
Rubert de Ventós, quien se refiere al gusto y admiración del quehacer político
con estos términos: “(…) la soledad y el desasosiego con el que deben
tomar las decisiones que tranquilizan y desresponsabilizan a los demás”; su
papel va destinado a “hacer lo posible para que los demás puedan seguir
deseando y reclamando lo imposible”. Y, en fin, los políticos deben “enfrentar
un cometido literalmente impracticable: el de satisfacer con recursos limitados
aspiraciones ilimitadas”.
Ya saben, si no lo sabían con antelación, a qué se
enfrentan los futuros políticos municipales. Una actividad ilusionante, pero
cargada de decisiones complejas frente a las que no se puede contemporizar ni
menos aún hacer demagogia. Es pésima estrategia. Suerte en el empeño.
(*) El texto de esta entrada reproduce algunos pasajes de
un texto de mucha mayor extensión que, sobre el mismo, título será publicado en
los próximos meses por EUDEL (Asociación de Municipios Vascos) en el marco de
un libro sobre Ejes de la Política Municipal Vasca: 2019-2023. Agradezco
sinceramente a EUDEL la invitación cursada para participar en ese intersante
marco de reflexión colectiva sobre una cuestión de indudable trascendencia y
con frecuencia tan abandonada: los gobiernos municipales y la política local.
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