"La ventaja del directivo público como agente de cambio es que conoce a la perfección los problemas y las soluciones de su propia organización pero la desventaja es que llevan tiempo conviviendo con la organización que analiza y le es muy difícil ser objetivo"
Carles Ramió. Blog EsPúblico.- Este artículo es la continuación
de uno anterior sobre los problemas a los que se deben enfrentar los
directivos públicos (por ejemplo los habilitados nacionales) cuando deciden
liderar un proceso de cambio en sus instituciones. En el anterior artículo se
destacaron cuatro y aquí se desarrollan los dos últimos, que también pueden ser
unas peligrosas trampas que hagan descarrilar el proceso de mejora
organizativa.
4.-) Intentar no ser
sectario y superar las filias y las fobias: Otro de los problemas típicos de
los directivos públicos como agentes de cambio está en su falta absoluta de
objetividad. La ventaja del directivo público como agente de cambio es que
conoce a la perfección los problemas y las soluciones de su propia organización
pero la desventaja es que llevan tiempo conviviendo con la organización que
analiza y le es muy difícil ser objetivo. Todo se percibe aparentemente de
forma correcta y aparentemente objetiva pero se realiza mediante un filtro
cognitivo que se ha ido generando con las filias y fobias del agente de cambio.
Todos los directivos públicos tenemos percepciones subjetivas: unidades y
personas que nos caen bien y unidades y personas que nos caen mal. Pongamos un
ejemplo: hace unos años elaboré un diagnóstico y unas propuestas para una
organización en la que llevaba varios años trabajando. Una vez finalicé el
informe estaba muy satisfecho con el resultado ya que conocía muy bien los
problemas y sus alternativas de la organización analizada y, además, había
hecho un ejercicio para el que estaba preparado metodológicamente como
especialista en temas de gestión pública. Pero hice la siguiente prueba: puse
en la mesa mi propuesta y justo al lado apunté en un papel un listado con las
unidades y personas que me eran simpáticas, con las unidades y personas que me
eran antipáticas y con las unidades y personas que me eran indiferentes. Me
quedé totalmente atribulado ya que no había fallado ni una y había certificado
la famosa frase “al amigo lo bueno, al enemigo lo malo y al indiferente la
legislación vigente”. Conclusión: había sido sectario con mi diagnóstico y con
mi propuesta, había percibido el fenómeno de una forma totalmente subjetiva y
filtrado la realidad con mis filias y mis fobias. No me quedó más remedio que
intentar ser más objetivo: es cierto que esta unidad me genera desconfianza pero
tengo que apoyarla y darle un mayor protagonismo ya que los retos de futuro le
otorgan más relevancia; en cambio esta unidad me resulta simpática y agradable
pero debe ocupar una posición más marginal ya que objetivamente ha perdido su
centralidad en el nuevo escenario. Nunca podremos ser los propios directivos
públicos objetivos al cien por cien en nuestros análisis y propuestas pero
tenemos que conocer esta tendencia natural hacia el sectarismo e intentar ser
lo más objetivos posible.
5.-) Poseer siempre el apoyo
de los superiores antes de impulsar un proceso de cambio organizativo: impulsar
un cambio organizativo es una actividad políticamente muy delicada. Una reforma
administrativa, aunque tenga un carácter menor, siempre es muy problemática y
suele generar resistencia al cambio y un importante conflicto. Hay muchas
posibilidades que si un directivo público impulsa un cambio organizativo, sin
permiso de sus superiores, acabe cesado. En mis clases pongo un ejemplo de un
profesional al que le proponen que ocupe el puesto de responsable de un ámbito
de gestión que funciona de manera muy deficiente pero no le dan ninguna
instrucción sobre lo que debe hacer en su nuevo puesto. El nuevo responsable al
detectar lo mal que funciona este ámbito de gestión hace un diagnóstico y unas
propuestas de mejora y empieza e implementar los cambios por su cuenta y
riesgo. El impacto es que el cambio genera conflicto con sus empleados y que el
servicio funciona durante este proceso incluso peor que antes. Al final el
superior del nuevo responsable lo llama a capítulo alertado por tanto ruido y
le pregunta sobre lo que sucede en su nuevo ámbito de gestión. La respuesta del
nuevo responsable es de manual: “bien como esta unidad funcionaba muy mal la
estoy mejorando y ya se sabe que en un proceso de cambio aparecen resistencias
y de forma transitoria todo funciona peor que antes. Hay que dar un paso atrás
para tomar carrerilla antes de dar tres pasos adelante y mejorar la gestión.”
Ante esta respuesta su superior le hace la temida pregunta: “¿y a ti quién te
ha dicho que mejores esta organización?” Y ante esta pregunta el nuevo
responsable ya está perdido y solo se atreve a balbucear: “como esta unidad
funcionaba muy mal pues he interpretado que a mi usted me ha nombrado para que
la mejore.” Entonces su superior le hace el lapidario comentario: “vaya que
ahora resulta que te pagamos para que interpretes por tu cuenta y riesgo lo que
piensan y quieren tus superiores”. En este punto el nuevo responsable está
muerto organizativamente y va a ser cesado. He visto este triste episodio
decenas de veces. Como conclusión: ningún directivo público debe impulsar por
su cuenta y riesgo un proceso de cambio organizativo por menor que éste sea.
Debe siempre pedir permiso antes a su superior a sus superiores, debe
convencerlos que es necesario e imprescindible impulsar esta transformación.
Debe buscar el amparo del paraguas, el amparo de la legitimidad institucional
que solo que pueden proveerse desde la superioridad. En el caso que su superior
no se convenza y no acepte el cambio, por el motivo que sea, pues sencillamente
no se puede impulsar este proceso. Es una pena que buenos líderes y buenos
emprendedores institucionales se suiciden organizativamente por este error.
6.-) La estrategia de
implementación del cambio es el elemento crítico: una vez se ha elaborado un
diagnóstico y una nueva propuesta organizativa la sensación del protagonista es
que ya ha llevado a buen puerto su iniciativa de cambio. Es difícil hacer un
buen diagnóstico y todavía es más difícil hacer una buena propuesta
organizativa, y por ello, una vez se ha culminado con este esfuerzo parece que
ya se ha logrado hacer lo más complicado. Es un error total tener esta
sensación ya que lo más difícil, y de lejos, es el proceso de implementación
del cambio. Es por ello muy importante redoblar los esfuerzos en diseñar una
buena estrategia de implementación, con el diseño político de sus fases para
maximizar apoyos y minimizar resistencias internas y externas. Hay que negociar
el proceso de forma hábil, hay que renunciar a una parte de las propuestas ya
que si no se bloquearía todo el cambio, hay que controlar el proceso de
implementación del cambio, etc. Hay que tener siempre muy presente que poseer
un buen documento con un diagnóstico y una propuesta no es más que el 40% del
trabajo y que el proceso de implementación es la parte más compleja y extensa
de un cambio organizativo.
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