" Lo que lamento es que, pasados casi dos siglos, nos encontremos tratando asuntos como el de la fusión municipal entre Don Benito y Villanueva de la Serena con la «pasión política», en su manifestación menos noble, que denunciaba Javier de Burgos. Pasión perturbadora, pasión desesperanzadora. Y, lo que es peor, aniquiladora"
Por Francisco Sosa Wagner. esPúblico blog.- Quienes llevamos decenios defendiendo con la pluma la necesidad de meter el bisturí al mapa municipal español, repleto de municipios que son Administraciones más cerca de la fantasmagoría que de una realidad jurídica sana y halagüeña, celebramos con júbilo el anuncio de fusión de dos municipios simbólicos, de Extremadura y de España, los de Don Benito y Villanueva de la Serena.
Preciso es recordar que la mitad de los más de ocho mil municipios que existen en España cuentan con menos de mil habitantes. Una cifra angustiosa, una cifra que ningún país serio se puede permitir, de hecho los más importantes de nuestro entorno (Alemania, la federal, por un lado, y la unificada, por otro, son ejemplos señeros) acometieron y culminaron procesos de reducción de sus mapas municipales, germinados allá en las fechas lejanas del derrumbe de las instituciones del Antiguo Régimen, en los procesos revolucionarios del siglo XIX.
Con motivo de la satisfacción que procedía de Extremadura, en estas mismas páginas, reflexioné sobre su importancia, alerté sobre el ejemplo que suponía, intenté convocar a su réplica en otras partes de España. Los expertos de la Universidad de Extremadura airearon datos que eran ilusionadores por cuanto la unión de los dos municipios extremeños convertirían a la ciudad resultante en la tercera más poblada de la Comunidad autónoma y en su primera potencia agraria e industrial además de pasar a representar el segundo punto (polo) de interés económico, solo por detrás de Badajoz.
Empresas hubo que anunciaron inversiones de relevancia y beneficiadas hubieran resultado a buen seguro las infraestructuras viarias y la trama de servicios ofrecidos a los ciudadanos.
Era, en definitiva, un modelo de modernización que procedía de una región que tantas emociones históricas suscita entre los españoles.
Hacer aquí el arqueo de los desencuentros entre los partidos políticos que han llevado al proceso de fusión a un punto muerto es una tarea tan aflictiva como aburrida que no quiero asumir. El lector, por lo demás, los tiene a su disposición en los periódicos nacionales y regionales. En ellos encontrará la crónica de peleas tribales, apelaciones a conceptos periclitados como «pérdida de la identidad», «desprecio a la autonomía y al autogobierno» que se han leído y oído para desesperación de quienes sabemos la hueca palabrería que encierran. Hueca y, lo que es peor, peligrosa.
Sí quiero, sin embargo, hacer hincapié en lo que significa vernos obligado a entonar esta oración fúnebre, este réquiem tan intempestivo. Durante el siglo XIX, el mundo municipal – como el provincial- fue el escenario de las más encarnizadas batallas políticas, pensemos en la salida de España de la reina regente doña María Cristina y el comienzo de la regencia de Espartero, motivada por la discusión de una ley de Ayuntamientos.
Pues bien, cuando Javier de Burgos pasa revista a los Ayuntamientos en las famosas Lecciones que pronuncia en el Ateneo de Granada (1841), poco después de la gran batahola que supuso la llegada de Espartero al poder, anuncia que «los quiere libres de las aberraciones habituales de la pasión o del empirismo». Se pronuncia pues con desenfado porque él no está en medio de banderías sino que se ocupa de «presentar el santo símbolo de la ortodoxia administrativa» o, como dice en otro lugar, «no me encadenan ni me subyugan miembros de las corporaciones políticas».
Lo que lamento es que, pasados casi dos siglos, nos encontremos tratando asuntos como el de la fusión municipal entre Don Benito y Villanueva de la Serena con la «pasión política», en su manifestación menos noble, que denunciaba Javier de Burgos. Pasión perturbadora, pasión desesperanzadora. Y, lo que es peor, aniquiladora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario