"Puede calcularse que los investigadores emplean alrededor de un 60%-70% de su tiempo útil de trabajo en ‘papeleo’. De lo cual puede colegirse que por cada hora de trabajo genuino de investigación, se realizan dos de asuntos burocráticos y administrativos"
Por Luis Moreno Fernández. Agenda Pública-El Periódico. El presente de la actividad científica e investigadora en
España está lastrado por una maquinaria de gestión administrativa y de
servicios inapropiada para los tiempos que corren. Tal telaraña burocrática se
ha convertido en una auténtica rémora para optimizar los dineros públicos que,
en España, comportaban en 2012 el 87,2% del gasto total en I+D+i
(Investigación, Desarrollo e innovación). Con un 5% del agregado de
financiación investigadora, la aportación privada de las empresas españolas era
raquítica en comparación con otros países equiparables de la UE. El resto del
dinero para la investigación procedía de fuentes foráneas a las españolas
(véase Xifré
& Kasperskaya, 2016)
Debe hacerse observar que son los propios científicos
los que obtienen la mayor parte de la financiación para realizar actividades de
investigación como captadores de recursos externos (‘fund raisers’). En un
deseable contexto competitivo y meritocrático, estas tareas implican un uso
creciente del tiempo de que disponen para investigar. Aunque no forma parte
en stricto sensu de su actividad académica, la dedicación para
obtener fondos externos se hace imprescindible si se quiere investigar en la
presente coyuntura de la ciencia en España. La alternativa es no
complicarse la vida y mantener un bajo perfil ‘funcionarial’ en el puesto
de trabajo, fichando en los controles de jornada laboral mañana y tarde
mientras se espera la transferencia bancaria mensual del salario
correspondiente.
Fichar a la entrada y salida
Han leído ustedes bien: a algunos investigadores de carrera
se les exige fichar a la entrada y salida de la jornada laboral aplicando una
mentalidad de oficinistas de manguito y visera reñida, cuando menos, con la innovación.
Y aunque no publicasen los hallazgos científicos de su actividad investigadora,
seguirían recibiendo su estipendio tal cual. La situación no es comparable con
la de los profesores universitarios que, al menos, deben cumplir con su
enseñanza presencial en las aulas. Sin embargo, algunas universidades siguen
intentando que se fiche y se controle a los docentes vagos.
A fin de poder obtener los antedichos fondos externos, los
investigadores y docentes deben emplear tiempo, mucho tiempo, más allá de las
teóricas 37,5 horas semanales preceptivas de jornada laboral. El incentivo, se
pensará, es poder disponer eventualmente de dotación presupuestaria para
incorporar medios humanos y materiales en la realización de proyectos de
investigación (becarios, contratados o recursos experimentales, pongamos por
caso). Se trata de un incentivo que, a semejanza del principio de la utilidad
marginal decreciente, hace menguar la satisfacción del investigador. En
realidad, se ha mutado en los últimos tiempos en un desincentivo considerando
el agobiante número de documentos y requerimientos burocráticos a cumplimentar.
Son situaciones que exigen una atención administrativa permanente de los
científicos a fin de poder presentar sus solicitudes en tiempo y forma y cumplir
con la miríada de formalidades que dictamina la voluble e insaciable norma.
Analicemos en escorzo algunos factores que condicionan esta indeseada
situación:
1.- Se mantiene una pretérita mentalidad de
Administración napoleónica, si acaso remozada en los últimos tiempos con
aportaciones circunstanciales de abogados del Estado, técnicos de la
Administración civil o funcionarios de variada procedencia, los cuales han
llegado a los niveles intermedios de mando después de largos años de
promociones internas. No pocos de estos últimos iniciaron sus periplos
promocionales como ayudantes de investigación o siendo personal de apoyo en
tales cometidos. Sus capacidades para acelerar o ralentizar procedimientos
administrativos son determinantes en los itinerarios administrativos.
Cualquier diseño organizativo y de gestión de los empleados
públicos de futuro debe asumir que los funcionarios (public servants, en su
denominación en inglés) son ante todo servidores públicos. Como tales, deben
anteponer los intereses de participación ciudadana y de eficiencia de la
Administración pública a los suyos propios como trabajadores cuyos salarios
paga el conjunto de los contribuyentes.
2.- Sería falaz hablar de una mentalidad burocrática
monolítica respecto a las malas prácticas que se producen en la
administración pública de la ciencia.
Algunos departamentos de los órganos
jerárquicos centrales de las universidades y de los organismos públicos de
investigación (OPIs) son conscientes del incremento de la carga burocrática de
los últimos tiempos, sobre todo en lo relativo a los requerimientos de las
justificaciones de proyectos y auditorias posteriores. Paradójicamente, algunas
propuestas para superar dichos imponderables suponen la creación de nuevos
instrumentos de control mensual en los que los investigadores, por ejemplo,
indiquen cuántas horas dedican a cada proyecto y así puedan estar preparados para
posteriores auditorías.
Incluso se aconseja a los investigadores llevar hojas
horarias en evitación de sorpresas, como las derivadas de perder fondos que ya
se habían auditado hace años pero que ahora no cumplen con las nuevas normas
de control. Otro efecto perverso es el de realizar gastos innecesarios de
última hora antes del cierre presupuestario.
3.- El control de la actividad investigadora refleja a
menudo una mentalidad inquisitorial muy arraigada en cierta idiosincrasia
española, guiada por la asunción general del piensa mal y acertarás. Se
complementa tal actitud con la secular práctica de pedir favores para
desbloquear entuertos burocráticos. A la estrambótica demanda de que los
investigadores deban proveer a los órganos de intervención de todo tipo de
facturas para justificar, por ejemplo, viajes de trabajo aunque hayan sido
invitados por la institución anfitriona con todos los gastos incluidos [sic],
valga añadir un par de ejemplos ilustrativos.
Me comenta una colega que obtuvo financiación del Consejo
Europea de Investigación (ERC) de
hasta 2,5 millones de euros, siendo la ayuda más cortejada y difícil de obtener
en Europa, y que tuvo que esperar un año para comprar un ordenador a través de
la administración de su universidad. En su adquisición se involucraron dos
miembros de su equipo de investigación y se intercambiaron no menos de un
centenar de correos electrónicos.
Para contratar a un investigador australiano se le avisó que
debía venir a España con 15 días de antelación antes del comienzo de su
contrato y que correría él mismo con los gastos. Ello suponiendo que hubiera
podido obtener previamente el Número de Identificación de Extranjero (NIE), a
ser posible en un consulado español, gestión no siempre fácil ni disponible en
todas las representaciones consulares. Alternativamente, el investigador podía
pagar de su propio peculio a una agencia privada para obtener el tan preciado
NIE, necesario en cualquier gestión formal relativa a su actividad
investigadora en tierras españolas.
4.- El proceso de robotización de nuestras sociedades
industrialmente avanzadas es acelerado. Si hace apenas unos lustros eran los
robots industriales quienes ayudaban a los trabajadores, ahora vemos
que son los éstos quienes auxilian a aquéllos. Se han intercambiado los roles
de los agentes productivos. Pero lo anterior sucede no sólo en el sector
privado con ánimo de lucro, sino también en el sector público e institucional.
Volvamos a otro ejemplo ilustrativo de la optimización de las tramitaciones
administrativas en la justificación de los gastos generados durante el desarrollo
de las actividades científicas de investigación.
La gestión de una factura como síntoma
Me comenta otro colega investigador, asiduo visitante
de la Fundación Simons en
Nueva York, y en concreto del Centro de Astrofísica Computacional del Instituto
Flatiron, que en una reciente ocasión le invitaron a cenar en un restaurante de
Manhattan después de impartir un seminario. Al pagar la factura, su anfitrión
hizo una foto de la misma con su teléfono móvil. Fue informado de que en
la Fundación utilizan un programa informático (robot) que, con la foto de la
factura transmitida mediante una aplicación del smartphone al centro
de procesamiento de dicha Fundación, un programa de control de gasto evalúa
instantáneamente la conformidad del cargo por el coste de la comida y
automáticamente reembolsa la factura al investigador que la ha pagado. Si él
hubiera tenido que invitar a un colega extranjero con cargo a los fondos de un
proyecto captado por él mismo, y controlado por los servicios de
habilitación y pagaduría en España, podrían haber pasado semanas y hasta meses
para el reembolso después de imprevisibles comprobaciones de la pertinencia del
gasto efectuado.
En términos generales, y en línea con las experiencias
relatadas y contrastada por mis pares, puede calcularse que los
investigadores emplean alrededor de un 60%-70% de su tiempo útil de trabajo en
‘papeleo’. De lo cual puede colegirse que por cada hora de trabajo genuino de
investigación, se realizan dos de asuntos burocráticos y administrativos. Ello
implica que la percepción salarial incluye 2/3 partes del tiempo burocrático
que no añade ningún valor a la actividad investigadora. En suma, investiga.
Juzguen los lectores.
Para quien suscribe, con burocracia no hay ciencia y
sin ciencia no hay futuro
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