Este contexto, lógicamente, no ayuda a establecer políticas
de igualdad y de no discriminación. Pero, hay que decirlo, nunca fue una tarea
fácil.
Recuerdo ahora dos situaciones -protagonizadas ambas por
mujeres- que evidencian que revertir esta situación de discriminación, muy
instalada socialmente, es una tarea titánica.
Miguel Lorente explica una anécdota que le sucedió tras
una de sus (magníficas) intervenciones públicas. Una señora se le acercó para
felicitarlo, y a modo de disculpa, quería dejarle claro que ella nunca había
sido una persona maltratada. Decía que su marido la había tratado bien; pero,
acababa su intervención, manifestando que ella tampoco le había dado motivos
(guiñándole el ojo). Miguel Lorenzo se preguntaba, -perplejo-, qué
es lo que no había sabido explicar en su intervención;)
Por su parte, Marta
Sanz en su best
seller,
Monstruas y Centauras, nos confesaba una anécdota con la que quería
ilustrar que nadie, incluso las más conscientes, están libres del patrón
patriarcal. En sus palabras:
Me doy cuenta de que casi siempre que he hablado de
feminismo lo he hecho desde la vindicacion, incluso cuando me cuestionaba
autocríticamente mis posiciones y costumbres, para descubrir que, en lo más
profundo y negro de mi oficio, se escondía un hombrecito como el que vive
dentro de los cajeros automáticos. Y descubrí entre mis dientes el colmillito
afilado, el deseo torcido, de todas las mujeres que me habitan y que, a su vez,
llevan habitadas tanto tiempo por sus padres, sus maridos, sus amantes, sus
hermanos, sus hijos, sus jefes…
Valga está larga introducción para situar el tema del que
será el primer post de 2019. ¿Cómo ha de ser el papel de la formación en apoyo
a las políticas de igualdad y de género en la Administración Pública? Y lo haré
a propósito de la aplicación de la ley catalana Ley 17/2015 de Igualdad efectiva de mujeres y hombres y
de la propuesta por parte de l’Institut Català de les Dones (ICD) de
un Plan Estratégico de Formación 2017- 2020 (Pla director de formació en equitat de gènere 2017-2020) ,
el cual prevé formación obligatoria para aquellos colectivos implicados
directamente en la aplicación de la normativa.
Preguntas incómodas
De forma muy intuitiva y sabiendo lo que la formación puede
aportar (o no puede aportar) en determinadas situaciones muy complejas y -como
veíamos- muy arraigadas, la pregunta que se deriva de este planteamiento del
ICD seria: ¿es realista, en estos tiempos de crisis de la formación
corporativa ,pedirle objetivos tan ambiciosos? Y si es así, ¿qué deberíamos
hacer diferente? Y, ¿tenemos suficiente munición en formación para
afrontar este reto?
Y un factor añadido: si partimos de la premisa de que educa la tribu, ¿el
factor cultural en nuestro ámbito no va a ser el gran impedimento? Tratándose
de formación obligatoria, con todo lo que ahora sabemos de que el
aprendizaje no empieza con la decisión del formador sino con la del alumno, ¿no
nos estaremos autoengañando?
Pues bien, armados con este argumentario asistimos tres
personas con responsabilidad en el ámbito formativo en el Departamento de
Justicia, a una convocatoria de reunión por parte del ICD que conducía Joana
Martínez.
Un buen debate
Pasado ahora más de un mes de la reunión, la recuerdo como
una conversación de alta densidad argumental. Acudíamos, creo, por parte de las
dos partes, con expectativas diferentes sobre lo que se había de hacer. Pasadas
2 horas de intercambio continuo, llegamos a conclusiones parecidas. Fue una
reunión, por decirlo con estas palabras, energizante. De aquellas en las
que realmente se aprende.
¿Qué pasó? Nos encontramos con un elemento inesperado. Desde
el “negocio”, la parte convocante -el ICD-, se había hecho una reflexión tan o
más profunda del proceso formativo que la que debíamos de hacer por parte de
Formación.
Como dice Harold Jarche, la formación tradicional ha sido una prótesis (una capa de intermediación) que en la época industrial tuvo su sentido para preparar a las personas que debían de hacer determinadas tareas en las líneas de producción. Pasada ya la Revolución Industrial y de pleno en la Sociedad de la Información y del Conocimiento, esta premisa ha quedado obsoleta. Las organizaciones más vanguardistas, ya desde el propio negocio diseñan los hitos de aprendizaje que los propios participantes han de hacer suyos y después apoyan de mil formas.
Como dice Harold Jarche, la formación tradicional ha sido una prótesis (una capa de intermediación) que en la época industrial tuvo su sentido para preparar a las personas que debían de hacer determinadas tareas en las líneas de producción. Pasada ya la Revolución Industrial y de pleno en la Sociedad de la Información y del Conocimiento, esta premisa ha quedado obsoleta. Las organizaciones más vanguardistas, ya desde el propio negocio diseñan los hitos de aprendizaje que los propios participantes han de hacer suyos y después apoyan de mil formas.
Ergo, los departamentos de formación conjuntamente con
los de Recursos Humanos, tienen una labor secundaria y de apoyo. Y, en todo
caso, de consultores internos.
Con lo cual, podríamos decir que el ICD, contando con el
factor Joana Martínez, una profesional con una larga trayectoria en
formación en l’EAPC, se
podría permitir la desintermediación de los Departamentos de Formación
(EAPC, CEJFE y otros).
Joana Martínez tiene claro lo que hay que hacerse. En
su post El
arte de Convencer lo apunta: la normativa lo exige, es una
demanda social, por tanto, pongámonos manos a la obra. Hagamos posibles
cambios de conducta reales en las personas que han de aplicar la ley. Y para
ello, diseñan un plan
estratégico 2017-2020 con objetivo de hacer extensiva la formación a
los colectivos implicados: profesionales en unidades específicas, línea
directiva, referentes de género, formadores internos, etcétera.
Lo sustantivo de la propuesta formativa
A continuación, recojo, aunque sea de forma muy subjetiva,
lo que yo creo más relevante de la propuesta.
La herramienta estándar es un curso formativo presencial
y obligatorio. Sería una apuesta arriesgada si no fuera porque viene completado con
otra serie de actuaciones. En la reunión se resumió en la frase atacar por
tierra, mar y aire. En definitiva, se trata de un curso que combina la acción
con la formación.
El curso incorpora evaluación de la transferencia. Ésta
es algo casi anecdótico en la formación corporativa, pero al haberse rediseñado
de forma ágil y practica, puede ser realista su puesta en marcha. Se reporta,
transcurrido un tiempo, la transferencia efectiva en el puesto de trabajo. ( Se
nota, en este punto, la mano maestra de Sylvia Alonso).
Introduce acción. Se le pide a cada participante que
investiguen y, posteriormente, modifiquen, en sus entornos laborales concretos,
actuaciones en línea con la normativa a aplicar. Con ello, los participantes se
comprometen a presentar protocolos, guías, manuales, directrices, que
modifiquen aspectos que consideran relevantes.
Involucran seguimiento por parte de la línea directiva.
Los directivos primero son formados y, luego, son actores relevantes en el
seguimiento de las actuaciones. Lo encuentro inteligente. Es, en algunos casos
de mayor reticencia, una formidable propuesta aplicada que vía disonancia cognitiva produce
cambios consistentes y a largo plazo.
Conforman y apoyan después redes especializadas: …redes de
profesionales que se autoorganizan para compartir conocimiento y mejorar el
servicio.
¿Qué quedaría por hacer?
A continuación expongo una serie de ideas que, a mi juicio,
son relevantes en este tipo de campañas formativas. No descarto que
alguna de ellas ya esté considerada en el propio plan estratégico (he hecho una
lectura en diagonal) o en el resto de las actuaciones de l’ICD.
Una nueva generación de acciones de sensibilización
Decía Marta
Sanz que hay personas que reformulan sus prejuicios a través de
las noticias o de la información, pero hay personas que los afianzan.
También hay personas que, con sus prejuicios, se defienden de lo que no quieren
oír. En este sentido, creo que los departamentos de formación tienen que
aprender de cómo funciona el cambio de actitudes en la época de las redes
sociales. Sin ir más lejos, y por citar otra vez a Bolsonaro, los expertos nos
hablan de la eficacia de la transmisión de mensajes cortos, con alta
emotividad, pero muy dirigidos al público al que quieren llegar. Por el
contrario, nuestras prácticas comunicativas y de difusión habituales, tienen
más de brocha gorda y de querer llegar a todo el mundo (lo necesite o
no). Con lo cual, en algunos casos, puede ser a ser contraproducente. No me
extenderé en este apartado, pero creo que será objeto de desarrollo por parte
de la formación y RRHH. Ya existen buenos precedentes, tanto desde las
disciplinas del marketing aplicado como de las teorías motivacionales que se
basan en el modelo
de cambio de conducta de Prochaska y DiClemente.
Acciones enfocadas a los incidentes críticos (o a las malas
prácticas)
Sabemos que la formación, cuando es experiencial, cobra todo
su sentido. Si por parte de la organización se establece un mapeo de áreas
y ámbitos en los que se produce de forma regular incidencias y la convocatoria
posterior de los implicados a asistir a acciones formativas ( seminarios,
talleres, orientación, trabajo conjunto, reflexión, etcétera ) puede reportar
beneficios directos en la resolución y en la mejora de ellas. Evidentemente,
está actuación presupone que la organización se dote de un sistema de
detección y de transmisión de alertas posterior, que las identifique y las
valore, y establezca acciones de capacitación directa sobre ellas y sus
implicados. Presupone también que se establezca una línea base y criterios de
evaluación posterior en función del progreso obtenido.
Gestión del conocimiento
Reconocimiento, visibilización y transferencia de las buenas
prácticas. De ello hablamos en la parte final de la reunión. De forma
intencional, por parte de determinados actores (ojeadores, antenas, referentes)
podrían detectarse las mejores prácticas aplicadas, después codificadas y,
posteriormente, transferidas en jornadas presenciales y Social Media interno.
Asegura impacto en el ámbito cultural que, como vimos al inicio, tanto
necesitamos.
Con acciones posteriores de comunicación y de presencia a
través de reportes documentales, píldoras informativas, boletines, etc. podría
completarse todo un círculo de presencia y visualización de la importancia que la
organización otorga a este tipo de actuaciones. Vendría a ser el equivalente de
lo que son ahora las estrategias de riesgos laborales o de protección de datos
que, con el tiempo, se han ido consolidando en la cultura organizacional.
En fin, por esta vía tan sugerente que nos propone l’ICD
(Nuria Balada a la cabeza, Joana Martínez, Esteve Litra, etc. , podríamos
conformar itinerarios híbridos de formación corporativa. Mejoran
sustancialmente las propuestas locales de intervención formativa, a
través de esta mirada más rica y transversal.
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