miércoles, 16 de enero de 2019

¿Es bueno descentralizar la administración?

Es muy difícil sostener que una mayor descentralización implica un incremento desaforado del gasto, aunque sea deseable una extrema simplificación administrativa y burocrática

Por Manuel Alejandro Hidalgo. VoxPopuli Opinión.- Existe una leyenda urbana sevillana que cuenta que esta ciudad del sur de España es aquella de Europa donde mayor es la probabilidad de que un coche oficial te atropelle. Este “chiste” tan habitual no refleja una supuesta inoperancia de los conductores sevillanos de estos coches, sino que basa su intención en el supuesto gran número de vehículos oficiales que operan en la ciudad. Esta broma es la traducción a la especial forma de ver la vida de los andaluces de un debate que, muy habitualmente, suele aglutinar las discusiones sobre la eficiencia de las administraciones públicas en España: los costes de la descentralización administrativa y financiera de dichas administraciones públicas españolas.
Palacio de San Telmo, Sevilla
En estos días, y particularmente debido a las propuestas electorales que Vox ha puesto sobre la mesa, el debate sobre los costes de la descentralización administrativa (y política) en España ha reaparecido con intensidad. Muchos creen fehacientemente que la existencia de 17 comunidades autónomas, de dos ciudades autónomas, diputaciones, concejos, comarcas, mancomunidades, etcétera, no solo eleva el gasto de funcionamiento de las administraciones, sino que se conforman, según estas propuestas, en un lastre para la economía española. Por otro lado, también se argumenta que una mayor descentralización implica mayores incentivos a la corrupción, lo que supone, por ello, un coste añadido a lo anterior. Según estas propuestas centralistas y basándose en estas afirmaciones, lo deseable y eficiente sería devolver al Estado central las competencias que en su día trasfirió a las administraciones autonómicas y territoriales.

¿Qué hay de verdad en estos argumentos que justificarían una política re-centralizadora? Dado que dichos argumentos son variados, es necesario ir por partes analizándolos por separado.

Sin evidencias
En primer lugar, no existe evidencia de que la descentralización implique en términos agregados un mayor gasto. En la figura mostrada a continuación se puede ver claramente que lo importante para el volumen del gasto no tiene que ser necesariamente quién tiene la titularidad de este ni cómo se articula territorialmente, sino cuánto se gaste en función de las diferentes políticas aplicadas. Es cierto que la descentralización puede llevar a la ineficiencia por la existencia de algunas duplicidades. En ocasiones hay que justificar al funcionario y la burocracia es un modo de hacerlo. Las diversas ventanillas, una para cada administración dilata los procedimientos y generan costes. El ansia regulatoria puede incrementar los costes en las empresas que tratan de llevar a cabo su actividad. Para un ejemplo de lo que comento, y que creo todos hemos experimentado en no pocas ocasiones de nuestra vida, les recomiendo ver este vídeo de un estimado colega, Ramón Iglesias, contando sus experiencias en el programa de Jordi Évole. Sin embargo, sin ánimo de negar todas estas cuestiones, lo cierto es que la simplificación administrativa y la eliminación de duplicidades solo explicaría que algunas décimas o punto de gasto podría recortarse. Es muy difícil argumentar que una mayor descentralización implique un incremento desaforado del gasto, aunque fuera del todo deseable una extrema simplificación administrativa y burocrática.


Distribución del gasto público por administraciones en 2017. Fuente: Eurostat

En segundo lugar, tampoco parece que exista una relación negativa entre descentralización y crecimiento económico. Sobre esta cuestión, hay numerosos trabajos que han tratado de estimar la dirección del efecto. Los resultados, en general, no sin una cierta diversidad de conclusiones, indican que una mayor descentralización beneficia al crecimiento económico, eso sí, con ciertos matices, como puede ser definir convenientemente qué competencias y cuántas se transfieren. Estos resultados son tanto válidos para los países occidentales como para países en desarrollo, aunque en especial más en estos segundos. Trabajos como los de Henry Aray donde se encuentra una relación positiva aunque condicionado por el número de competencias, o el de Roberto Ezcurra y Andrés Rodríguez-Pose, donde la evidencia es que el efecto no parece ser significativo. También existen meta-análisis (resumen de trabajos) como el de Lars P. Feld, Thushyanthan Baskaran y Jan Schnellenbach, donde se resume que la evidencia es en general positiva, aunque no concluyente ni definitiva. Objetivamente, pues, según muestran la mayoría de trabajos, no parece que la descentralización fiscal y administrativa sea negativa desde un punto de vista meramente económico.

Corrupción 
En tercer lugar, y en cuanto a la corrupciónsí parece existir una relación positiva entre ambas variables. Algunos trabajos así lo señalan. Pero, sin embargo, como argumenta Kajsa Karlström esta relación parece desvanecerse en aquellos países donde la transparencia institucional y la calidad democrática es mayor. Esto no significa que la verdadera culpable sea esta segunda, pues cuando esto ocurre parece que la descentralización intensifica la corrupción, sino que cuando la segunda se reduce, la primera no parece relacionarse con la corrupción.

Sí es en cambio cierto que la descentralización puede llevar a la ineficiencia por la existencia de algunas duplicidades que dilatan los procedimientos

Evidentemente, solo he tratado cuestiones relacionadas con variables económicas. Hay otros argumentos que mueven este debate y que entroncan con aspectos y elementos ajenos a la eficiencia o al gasto, como son el de identidad nacional o la unidad del estado y que algunos entienden amenazada por la deriva descentralizadora. También en elementos como la transferencia de políticas sociales como pueda ser la educación. Sin embargo, para estas cuestiones no menos importantes, cedo el turno a gente más cualificada. 

Así pues, el debate es rico y está lleno de evidencias que se pueden usar para sustentar un análisis con base razonada. No parece, por lo que la evidencia nos dice, que descentralizar sea intrínsecamente malo, más bien puede ser positivo hasta lo que podríamos llamar un óptimo de competencias. Es obvio que esta puede generar disfuncionalidades que generan costes y que deberían eliminarse, pero no parece necesariamente que esta derive en un colapso ni económico ni productivo de una región, como sería el caso de España. Respecto a la corrupción, esta simplemente parece poder mejorarse simplemente actuando más sobre parámetros generales para el conjunto del Estado que por el simple hecho de que la política y la administración de un país esté distribuida por regiones u otros niveles de gestión.

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