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Por Carles Ramió. Blog EsPúblico.- La Administración pública como instrumento carece de
ideología. En teoría se trata de una máquina neutra que está al servicio de
implementar las orientaciones políticas que sí deberían poseer un claro vector
ideológico. Pero la Administración pública agrupa a colectivos de profesionales
que son el elemento subjetivo, y éstos si pueden poseer ideología y una
determinada cultura política. En principio, el modelo burocrático
favorece, gracias a su principio meritocrático, la neutralidad política.
Neutralidad
que se puede ver empañada por lógicas de carácter tecnocrático y/o corporativo.
Las élites tecnocráticas pueden poseer unas características previas (estatus
social, tipos e instituciones universitarias donde han estudiado, etc.) con
evidentes ingredientes ideológicos. También pueden recibir una formación de
entrada y permanente dentro de la Administración impartida por determinadas
élites que fomenten una ideología determinada. Un discurso tecnocrático puede
poseer, de manera más implícita o explícita, un determinado discurso político
que tanto puede ser regeneracionista o conservador. Pero usualmente un modelo
burocrático suele generar de manera involuntaria un discurso tecnocrático,
elitista y corporativo que tiende a ser conservador.
El modelo gerencial se asienta, de entrada, sobre unos
principios técnicos que descartan una determinada filiación política. Pero esto
no es cierto ya que este modelo se articula más sobre principios ideológicos
que estrictamente técnicos. El modelo gerencial se asienta sobre una
fascinación por la gestión privada y otorga un gran protagonismo a sistemas y
técnicas de carácter eficientista. El modelo gerencial posee claros
ingredientes de ideología neoliberal. La prueba es que muchas administraciones
con gobiernos de izquierdas que han abrazado el modelo gerencial, han acabado
diseñando políticas públicas de carácter neoliberal.
Modelo clientelar
El modelo clientelar (todavía presente en algunos
enclaves de las organizaciones públicas) es claramente político en función de
la ideología social y política de los equipos de gobierno que manipularon, en
su momento, los procesos de selección y de carrera administrativa (puestos de
libre designación). Se trata del modelo de Administración pública más
ideologizado, con ingredientes sectarios y escasamente neutral relativamente
presente en los puestos profesionales de alto nivel (puestos de libre
designación) debido a la carencia en el país de regulación de la Dirección
Pública Profesional.
El modelo de gobernanza posee unos ingredientes
ideológicos caóticos y contrapuestos. Por una parte, puede poseer una ideología
neoliberal cuando prioriza los sistemas de colaboración público-privada con las
empresas (partenariados público privados y externalización). Por otra parte,
puede presentar una ideología de izquierdas cuando prioriza sistemas de
participación directa de la ciudadanía, cogestión de servicios, estimula
lógicas colaborativas y busca la participación y cogestión de la sociedad civil
organizada (organizaciones sin ánimo de lucro, movimientos sociales,
asociaciones de vecinos, etc.).
Una Administración pública estándar suele ser un cóctel
ideológico ya que por su evolución histórica posee diversos estratos con
modelos de Administración y con culturas e ideologías muy diversas. Pueden
estar presentes ingredientes ideológicos muy diversos derivados de determinadas
derivas clientelares que muchas administraciones han experimentado en distintos
momentos derivados de las modas descontroladas de laboralización o de
interinización de los empleados públicos. Por otra parte, existe una ideología
transversal de carácter conservador derivada de la aplicación del modelo
burocrático y de sus externalidades negativas de carácter corporativo.
Finalmente, se ha ido imponiendo una cultura neoliberal derivada de más de dos
décadas de influencia del modelo gerencial y de las bases más instrumentales
que conceptuales de la Nueva Gestión Pública. Finalmente, en determinados
ámbitos (áreas de participación ciudadana, áreas vinculadas a derechos civiles,
áreas de servicios sociales) ha ido emergiendo una ideología de carácter
colaborativo, de economía social y de empoderamiento por la vía de la
participación ciudadana y la cogestión de servicios. Pero esta ideología y
cultura administrativa es todavía bastantes residual.
Ideología y cultura
A todas estas ideologías de cultura organizativa hay que
añadir otra no menor: la ideología y cultura derivada de las tecnologías de la
información. Primero la informatización (implantación de la ofimática) de la
Administración y posteriormente la aplicación de las tecnologías de la
información (digitalización de la administración) que ha ido introduciendo unos
vectores culturales tecnológicos aparentemente renovadores pero muy vinculados
a una cultura eficientista basada en la ingeniería. Esta cultura tecnocrática
ha actuado como refuerzo tecnológico a la cultura gerencial y neoliberal
vinculada a la Nueva Gestión Pública. Sirva como ejemplo que buena parte de los
empleados públicos consideran sus ámbitos de gestión como “negocios” en un
lenguaje propio de tecnólogos que refuerza la cultura empresarial de la
Administración pública. Las transformaciones previstas en el futuro (“migraciones”
en el lenguaje de los tecnólogos) derivado de los procesos de smartificación y
de robotización pueden acrecentar en el futuro esta deriva ideológica y
cultural de carácter empresarial y neoliberal.
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