Por Sergio Jiménez. Analítica Pública. La
crisis del COVID19 es un elemento que marcará varias generaciones y,
posiblemente, este siglo. Ha planteado las contradicciones, limitaciones y
problemas de nuestra sociedad tanto en la escala global como en la local.
Hemos
visto como la masificación de la comunicación ha aumentado los problemas de
contagio, como la especialización económica ha limitado la gestión de
suministros necesarios, y como una sociedad de masas puede gestionarlas solo
hasta cierta escala. Este contexto de tensión ha afectado también al Gobierno
Abierto.
Si ya
hace un año hablábamos de un posible
fracaso, hoy creo que hay más que hablar de algunos problemas del modelo
que estamos construyendo. Aunque no soy muy partidario de analogías, en este
caso voy a utilizar una: los problemas autoinmunes. Igual que el sistema
inmunitario del cuerpo, el Gobierno Abierto tiene una función de proteger el
sistema político y la democracia de diversas patologías. En los trastornos
autoinmunes, es este el que ataca o daña las estructuras que debe proteger.
Creo que, en algunos casos, el funcionamiento del gobierno abierto tal y como
lo planteamos ha afectado o afecta a la seguridad del propio sistema político.
"dado lo
polémico del tema y quizá del enfoque, quiero señalar que no voy a mencionar
apenas casos específicos de España y a usar pocos medios nacionales, dado que
“dime a quién citas y te diré a quién votas” es un silogismo habitual.
Por otro
lado, asumo que mi razonamiento puede estar equivocado total o parcialmente,
así que estoy abierto a cambiar mi posición siempre que los argumentos sean
sólidos. El primero que escribe con una óptica particular soy yo mismo".
En este
post podrás ver:
1.-Los
datos: ni tan ubicuos, ni tan presentes, ni tan universales como para ponernos
de acuerdo en lo básico
La
difícil tarea de contar de manera precisa
Uno de
los problemas que han azotado España es el problema del recuento de fallecidos,
sobre todo en las residencias
de ancianos. Esta cuestión es común a países como Alemania, Francia o Canadá,
adoptando diferentes decisiones no siempre en la misma línea. En un mundo donde
podemos medir dónde pausa uno Netflix para ir al baño o cuántos coches pasan
por semáforo al minuto, parece poco intuitivo que no podamos medir cuántas
personas mueren de una enfermedad concreta en determinados espacios.
El
problema no está en medir, sino en cómo y qué medimos. En la situación de la
pandemia había problemas no sólo en retirar cadáveres de las residencias (las
ambulancias y médicos se centran en pacientes vivos), la gestión del
diagnóstico (el tiempo que se tarda en hacer autopsias) y la consistencia en el
tiempo (en qué fecha anotamos ese muerto por esas causas y cómo no dislocar una
serie histórica). Todo esto son problemas habituales y nada sencillos en la
ciencia de datos. Estamos preparados para medir masivamente cuestiones
repetitivas y/o automatizadas, pero no tanto lo que se sale de ahí.
El
problema es aún más importante cuando consideramos que el número de muertos
parece incidir de alguna manera en las condiciones
de fondos de recuperación. Si gobiernos como España o Italia hubieran
excluido casos de residencias en los que no se hubiera solicitado
autopsia,¿hubieran tenido una mejor posición negociadora en los fondos de la
UE?
- Problemas de la definición de los datos
Un
problema derivado es definir lo que contamos: muertos de coronavirus, muertos
por coronavirus, muertos a causa de la pandemia sin coronavirus (quirófanos
saturados, personas mayores inmovilizadas…). Casi que hemos ido de número de
muertos en UCIs a MEMO,
con una gran
variedad de taxonomías.
Medir y
contar es algo que cuesta bastante en términos de decisiones y estas afectan a
cómo entendemos la realidad. Cuando contamos elegimos qué contamos y excluímos
lo que no contamos. La segunda pata de este axioma es que no podemos impedir
(de hecho, exigimos) que los gobiernos midan y, mientras no hay un modelo
común, cada uno hará lo mejor que pueda como hemos señalado. Ahora bien, la
cuestión es la agilidad en crear taxonomías y métricas consolidadas, es decir
que todos midamos lo mismo igual. Puede parecer sencillo, pero esto es
complejo a nivel corporativo (cómo miden ventas y marketing las ventas de un
servicio), así que a nivel gubernativo e internacional ni os cuento. Llegar a
un acuerdo es posible, pero dudo mucho que se pueda hacer a la velocidad que
exigía una enfermedad que triplicaba casos cada día.
Posiblemente
necesitemos una autoridad de los datos a nivel nacional o europeo (por no decir
a nivel mundial para casos como este). Lo que no veo claro es que eso se
pueda hacer de manera vertical y, al final, hasta que no hagamos una
organización que sea tan eficiente que consolide su propio modelo que desbanque
a los alternativos, no creo que sea algo viable.
Comprender los datos cuando todo el mundo comenta datos
Todo
esto nos lleva a un problema que encuentras cada día cientos de veces en medios
“convencionales” y sociales. Con todos los datos que se publican (de maneras no
armonizadas o, incluso con ellas), hay cientos de personas publicando,
proyectando y analizando. Un ojo “bien entrenado” (o medio entrenado, como el
mío) pueden darse cuenta más o menos fácilmente de qué datos, gráficas y
conclusiones parecen “válidas”. Pero la gran mayoría de la gente no tiene los
medios o conocimientos para gestionar esos datos o para comprenderlos. De
hecho, la necesidad de buscar contexto y nuestra confianza dataista con matices
hace que cualquier cosa con una gráfica se parezca mucho a la realidad… da
igual cómo está hecha la gráfica.
La
cuestión es el impacto que generan. En
unos días he visto la célebre gráfica de proyección del ABC que tenía problemas
de contextualización y crecimiento importantes. Poco antes vi una gráfica
sobre afección según nivel de estudios
en Perú que podía parecer que era más fácil enfermar sin estudios, pero en
verdad decía que hay mucha menos gente con estudios en ese país. Quiero decir,
partimos de la idea de que los datos nos acercan a la verdad, pero eso, como
mucho es posible en determinados niveles.
2.-La
rendición de cuentas
2.1.1- Hasta
qué punto la acción de los gobiernos es responsable de qué cosas
Si
tenemos problemas de medir y de contextualizar lo que pasa ¿Cómo podemos saber
cómo lo hacen los gobiernos? Y lo que es aún más complejo ¿Cómo podemos
saber el papel de los gobiernos en un fenómeno global e incontrolable? Esta
cuestión afecta de manera directa a la gestión de la rendición
de cuentas en el sistema. Hemos encontrado países que haciendo más o menos
lo mismo
a lo largo del tiempo han pasado de ser un ejemplo a ser una catástrofe. Gobiernos
regionales que han criticado la acción central que se han visto desbordados en
circunstancias aún menos complejas que los primeros.
La
rendición de cuentas tiene sentido pleno cuando tenemos elementos de medición y
un entorno lo bastante delimitado como para asociar causas con consecuencias.
En este caso, ni tenemos una medición sencilla ni tenemos causas ni
consecuencias claras. De hecho, basta darse un paseo por la red y encontrar:
federalistas que creen que ha faltado descentralización, centralistas que creen
que era deseable más control directo, directivos públicos que creen que ha
faltado dirección pública, responsables políticos que creen que ha faltado
discrecionalidad política.
Lo más
interesante de todo es que estamos hablando de un fenómeno disruptivo en
el que aún estamos aprendiendo cosas (por ejemplo, qué potencia tienen
como vectores
de contagio los niños) y eso no nos impide llegar a conclusiones.
Concluimos sin tener toda la información: la definición exacta de un sesgo que
suele caer de lado de nuestras creencias. La diferencia es que abrazamos el sesgo
y nos entregamos a él plenamente.
-Walter Cummings y la no proporcionalidad
Y es
que, en realidad, da la sensación de que lo que pasa importa menos de lo que
queremos que pase. Por ejemplo, Walter Cummings, asesor de Boris Johnson se
hizo famoso a nivel mundial gracias a la película Brexit: una guerra
incivil, en la que le encarnaba Benedict Cumberbatch. En verdad lo que le
hizo famoso fue usar datos personales robados (u obtenidos de manera poco
honesta) por Cambrige
Analitica para mentir de manera muy eficaz en el referendum del
Brexit. Esto es, se ha hecho famoso por mentir de manera científica y esto
le ha supuesto ser jefe de gabinete del primer ministro británico sin
despeinarse (metafóricamente, gasta un pelo como el mío).
La cosa
es que la única amenaza que ha tenido de su continuidad
viene por saltarse la cuarentena. No digo que no esté mal, digo que la
proporcionalidad es absurda. Sabemos que esta persona mintió de manera
decisiva en un evento que afectará a la geopolítica mundiar durante siglos. Sin
embargo, lo que provoca que su puesto esté en riesgo es algo censurable pero
anecdótico, porque afecta emocionalmente a sus electores.
-La
necesidad de trazar espacios de colaboración política y fair play.
Un tema
que me ha permitido vivir esta crisis en dos países y medio (entre España y
Canada y mirando de reojo Francia) es ver la diferencia de la cultura política
entre ellos. Mientras que en España la cosa ha ido en una escalada de
tensión política con sus intervalos de paz y en Francia la cosa ha
estado más controlada, en Canada, ha habido un “acuerdo tácito” de apoyo
al gobierno bastante sólido. De hecho, el
seguimiento parlamentario ha estado suspendido varios meses. A esto ha
ayudado que el gobierno tampoco
se ha dedicado a hacer guerra con la campaña y ha colaborado, salvo algún
choque, con los gobiernos provinciales. Se ha dejado mano al gobierno para un
control a posterior aunque, eso sí, hay quien hubiera agradecido una especie de gabinete
paralelo multipartidista.
La
capacidad de no convertir una situación en una pelea en el barro es algo que
corresponde al conjunto social y político. Priorizar la supervivencia
a la rendición de cuentas (a corto plazo, cuando encima la información es
incompleta) es algo que vale la pena, pero que depende de todas las personas.
3.- La
transparencia en un mundo global
-La
política de seguridad
Mucho ha
dado qué hablar la no publicación de los datos de compra de materiales
sanitarios en situación de emergencia. En términos generales existe un riesgo
de abusos y prácticas, por lo que es lógico el malestar. Sin embargo, si
contextualizamos, pensemos
que 24 horas después de que se anunciara el precio del primer tratamiento del
COVID19, EEUU compró toda la producción para tres meses. Hay países que se
han visto desprovistos de materiales porque terceros han contraofertado (o requisado) a sus
proveedores. Hay países pobres que están empezando
a desarrollar sus programas de vacunas porque temen que en un mercado global no
serán competitivos.
En una
situación de sobredemanda de un recurso escaso para la supervivencia y un
mercado asimétrico (y la economía mundial lo es) la confidencialidad entre
proveedores y compradores es un mecanismo de defensa vital. Tanto como el
suministro de wolframio en la II Guerra Mundial (quien haya visto Gilda lo
entenderá). Desde luego que hay que ser transparente, pero creo que, en este
caso, el control podría y debería esperar a que se cierre la situación de
emergencia, porque literalmente cuesta material vital y pérdida de vidas.
-Anthony Fauci vs Fox News
Otro
elemento crítico es el de la publicación o no de los nombres del comité de
expertos sobre la desescalada, que debe ser obligatorio por la ley de
Transparencia. En términos generales, esto suena lógico y razonable y así debe
ser. La cuestión es si podemos contar con los mejores expertos si están
expuestos a… bueno lo que pasa si buscáis Doctor Fauci o
Fernando Simón en twitter
Lamentablemente, el
riesgo de linchamiento social es un elemento disuasorio para la captación de
talento en puestos públicos. ¿Aceptarías un puesto a riesgo de que, si las
cosas salen mal, tengas a la mitad de tuiter cis**ndose en tus muertos o
hablando de tus familiares, vacaciones, casa, etc. ? Yo realmente me lo
pensaría y, en según que casos, diría que no, pero no os preocupéis, que ni
hago nada vital ni creo que lo haga de manera que ningún gobierno me pregunte
nada.
Hace
unos 150 años se creía que la mejor manera de proteger la dignidad de la
mujer es que fuera invisible (recomiendo mucho escuchar el podcast The Last Archive sobre este
tema) y parece que esa es la opción para muchos gobiernos para proteger a sus
expertos.Tenemos que buscar una manera de que las personas den la cara y
respondan sin que eso sea una amenaza a su dignidad (sea cual sea el signo
político). Sin embargo, para eso dependemos de tener datos fiables,
comparables, conocimiento y una perspectiva analítica que, como estamos viendo,
no tenemos en la actualidad.
-¿Cuántos portales de transparencia hacen falta para convencer a Miguel Bosé?
Y es que
por mucha transparencia que haya (y tenemos bastante, quizá demasiada para lo
que puede soportar un trabajo tan lento y sometido a errores como la ciencia, y
si no que se lo digan a la OMS
y las mascarillas) hay gente que cree que este virus es un ingenio genético
que servirá de pretexto para inyectarnos una vacuna con nanobots que se activen
con el 5G para poder convertirnos en esclavos de George Soros y Bill Gates.
Realmente
creo ( y es una creencia) que la gran mayoría de la gente hace caso a la
información oficial. Sin embargo, creo que el problema de
desestabilización política viene por el porcentaje que desconfía
sistemáticamente de ella y tiene un impacto mediático (tradicional y digital)
enorme. Basta con mirar el número de entradas en google de antivacunas o
terraplanistas. En la era digital el impacto de un movimiento social no depende
del tamaño ni de la razón, sino de la logística de generar más comentarios
y engagement.
A esa
gente (terraplanistas, antivacunas, Miguel Bosé) no
va a haber portal de transparencia que les convenza de que no hay microchips
activados por el 5G. Sin embargo estamos volcando toda la confianza del
gobierno abierto en que esto sea así, y los presidentes de los dos países más
afectados por el virus en la actualidad, están en esta línea (incluso cuando
sus administraciones indican lo contrario) y no importa.
4.- La
participación ciudadana
Porque a
fin de cuentas, hemos considerado que si sabemos lo que pasa, nos cuenta el
gobierno lo que hace, y podemos comprobarlo, podremos tomar decisiones. Esto es
una serie enorme de pasos subordinados: demasiados sies para una conclusión.
Incluso si fuera así, cosa que parece que no: ¿hasta qué punto o en qué
espacios la participación ciudadana debe anteponerse?
Vamos a
un caso claro: la gran mayoría de los estados
más azotados por el COVID19 en EEUU posiblemente habrían votado la
reapertura que les ha llevado al repunte actual. Uno de los elementos
participativos más importantes de EEUU (el portal de propuestas
ciudadanas We
The People, lanzó la liebre de abrir una comisión parlamentaria
contra Bill Gates contra sus planes eugenésicos con 650.000 firmas,
mientras que EEUU anda por los 130000 muertos.) Una vez dado este caso ¿Qué
hacemos? ¿Les responsabilizamos por tomar una decisión de la que no podían
medir las consecuencias? ¿por qué centrar la decisión en reabrir y no en una
renta mínima universal?
Quiero
decir, consideramos democráticamente que cualquier decisión mayoritaria es
buena, sin tener en cuenta la complejidad que supone. O mejor dicho, era algo
más o menos estable, hasta que hemos abierto un necesario debate sobre el
aumento de participación. La cuestión es, quizá, no considerar tanto toda
participación como posible y necesaria, sino fijar las condiciones que nos
ayuden a decidir cuándo y sobre qué participar.
5.-La
asunción equivocada del gobierno abierto
Hemos
construido el gobierno abierto sobre 2 premisas básicas: la racionalidad
de la gente y la búsqueda del bien común. Estas dos condiciones no parecen ser
todo lo universales como para trabajar de la manera que lo hacemos. La gente no
está siendo racional . Tomar posición sobre un tema complejo y por descubrir de
manera muy alineada con sus preferencias políticas es una muestra evidente de
ello. El concepto bien común en una sociedad tan fraccionada como esta se
antoja complicado ¿Es el bien común sobrevivir, o mantener una economía a
flote? ¿Es una mejor decisión si la toma la mayoría?
El
gobierno abierto como enfermedad autoinmune.
Partía
el artículo con una analogía: una enfermedad autoinmune hace que las defensas
del cuerpo no sólo no funcionen, sino que ataquen al propio sistema. Tengo
claro que el Gobierno Abierto no parece haber respondido a cuestiones de esta
pandemia como las que hemos señalado. Hay más confusión, desconfianza y
crispación donde la había antes y, además, no ha sido capaz de frenar la
visibilidad de colectivos que afectan directamente al sistema político
democrático. Queda por ver, porque aún es pronto, si determinadas políticas
pueden tener algún impacto en la gestión directa de la crisis. Por ejemplo,
habr que ver si hay diferencia de precios o suministros entre países que han
publicado todas sus compras y los que no.
Con esto
no quiero decir que esté en contra del gobierno abierto, sino que tenemos que
replantearlo. Es decir, el sistema inmunológico es necesario, sin el estamos
bien fastidiados. Si lo apagamos, nos arriesgamos de morir no de un covid, sino
de un catarro o un rasguño. La cuestión es encontrar el equilibrio entre qué
cuándo y cómo debemos articular la relación entre ciudadanía e instituciones.
Hacer un gobierno abierto sustentado sobre la racionalidad y la moderación del
debate donde no existen no sólo no garantiza esa consolidación democrática. Al
contrario, abre la puerta a abusos extremos del sistema por lo que Popper (el
filósofo, no el fármaco) llamaba los enemigos de la sociedad abierta.
No digo
que el camino sea fácil, pero lo más difícil está hecho. Sabemos que hay que
reconfigurar la democracia y sabemos que hay espacios muy complicados de
gestionar. Es necesario, quizá, antes de lanzarnos a lo vistoso (portales,
herramientas, plataformas o consultas) crear un modelo institucional común, un
sistema linfático que sea más fiable que lo que tenemos ahora, porque si no, ni
salud, ni prevención, ni democracia.
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