martes, 28 de julio de 2020

Carles Ramió: La Pandemia siempre llama dos veces

Por Carles Ramió. EsPúblico blog.- La pandemia es como el cartero que siempre llama dos veces. Mucho me temo que ésta va a ser más insistente y va a llamar, desgraciadamente, bastantes veces a nuestras puertas institucionales y domésticas. 

Cuando llegó la covid-19 a principios de marzo fue de manera casi sobrevenida y los gobiernos (estatal, autonómicos y locales) hicieron literalmente lo que pudieron. A pesar que hice bastantes análisis sobre la vinculación de la pandemia con nuestros sistemas de gestión me abstuve de sumarme al coro de voces críticas. Pero ante los recientes acontecimientos de rebrotes bastante graves en Cataluña y Aragón la paciencia con los gobiernos y las instituciones se está agotando.

Hay que partir de la base que el país no aguantaría un segundo confinamiento duro ni a nivel económico ni a nivel social. El impacto económico del confinamiento va a ser tremendo (todavía no hemos vislumbrado la mayoría de los efectos que empezarán a llegar después del verano) y un segundo confinamiento tendría un efecto devastador. La sociedad tampoco va a asumir con facilidad un segundo confinamiento general por su dureza sicológica y sociológica y por su impacto en la dimensión laboral y económica.

Concentrarse
La agenda de las instituciones públicas debería haberse concentrado casi en exclusiva en la tarea de prevención para evitar un segundo confinamiento. La crisis estaba prevista para octubre, pero todo parece indicar que se está adelantando. Me parece estupendo que algunas administraciones públicas tengan unidades de análisis o grupos de expertos trabajando en la recuperación económica a medio plazo (horizonte 2022) pero este esfuerzo es estéril sino se evita un segundo o tercer confinamiento general. En este supuesto ya no habrá economía ni sociedad que levantar.

La situación sigue siendo muy difícil, pero algo más fácil que cuando apareció por primera vez la pandemia. Por ejemplo, ahora tenemos mayores capacidades en cuidados intensivos, poseemos amplios stocks de material sanitario (respiradores, mascarillas, fármacos, etc.), los sanitarios tienen unos protocolos de actuación farmacológica que puede evitar buena parte de las muertes de los grupos de riesgo, sabemos exactamente el perfil de la población vulnerable, conocemos mejor la mecánica de los contagios (espacios cerrados donde hay una elevada concentración vírica), etc.  También sabemos que la clave de la prevención está en el seguimiento por parte de profesionales de los brotes, que disponer de un buen sistema informático que cruce los datos es crucial.

Por tanto, si ahora surgen tantos rebrotes que impliquen la necesidad de un confinamiento general en España sí que sería un fracaso imputable al mal gobierno y a la mala administración de la pandemia. Hay algunos elementos que hacen pensar que nuestras instituciones políticas y administrativas no están a la altura del reto al que se enfrentan:

-Hemos pasado de un sistema centralizado en manos del Estado a un modelo descentralizado protagonizado por las Comunidades Autónomas. No me parece mal, pero da la impresión que durante el último mes el Estado se ha inhibido, ha desaparecido y deja una compleja gestión a las Comunidades Autónomas sin comprobar si éstas poseen las capacidades organizativas necesarias. Es obvio que para evitar un confinamiento general sería necesario recurrir a confinamientos en zonas concretas pero estos confinamientos no son posibles a nivel jurídico sin la colaboración del Estado (Estado de Alarma). La idea de confinamientos voluntarios me parece una broma de mal gusto cuando la sociedad está tan agotada y el clima estimula el asueto y la socialización mediante una gran movilidad en las playas, segundas residencias, etc.

-No hay un contingente suficiente de rastreadores de los brotes. Este déficit es un error de bulto ya que parece incomprensible que unas administraciones que emplean más de tres millones de empleados públicos no tengan capacidad para destinar unos 8.000 efectivos para rastrear. Y que sí lo decidan externalizar a una empresa (cosa que considero innecesaria) no lo logren hacer con fluidez.

-Es grave que en la era de la tecnología de la información sofisticada (big data) y a la entrada de la incorporación de la inteligencia artificial las administraciones públicas no sean capaces de crear con éxito un simple dispositivo informático que ayude a informar a los posibles contagiados y a hacer un seguimiento para facilitar al rastreo de los nuevos brotes. La AGE ha fracasado en lograr a tiempo este dispositivo a pesar de ser uno de los productos estrella de su flamante nueva Secretaria de Estado de Inteligencia Artificial. También parece incomprensible que las Comunidades Autónomas de manera solitaria o cooperativa no hayan logrado impulsar esta tecnología cuando en el mercado público internacional hay bastante experiencia acumulada durante los últimos meses.

-No me parece adecuado culpabilizar a la ciudadanía de relajo social en la prevención. No es posible esperar que una no exista una parte de la sociedad que sea indisciplinada, frívola y egoísta. Amenazar a la ciudadanía que si no se porta bien va a llegar un confinamiento duro es incentivar los comportamientos incívicos. No se puede jugar con la sociedad a un experimento social de comportamiento racional, a un colosal experimento del denominado dilema del prisionero cuando sabemos que lo que va a predominar es la lógica egoísta individual de “tonto el último” y nos vamos a cargar inevitablemente el confort y el interés general. Me cuesta entender el relajamiento durante estas últimas semanas de los cuerpos de seguridad (estatales, autonómicos y locales) en acompañar activamente a los ciudadanos a que cumplan las medidas de protección. No me refiero tanto a medidas claramente coercitivas (que quizás legalmente sean dudosas) como a una actividad de acompañamiento activo informando, por ejemplo, a los ciudadanos que no utilizan la mascarilla (obligatoria ahora en la mayoría del territorio español) que deben utilizarla y de manera correcta. La relajación social es inevitable pero la relajación institucional es totalmente reprobable y denunciable.

-También me cuesta entender que en esta situación tan delicada post confinamiento cuyo objetivo máximo debería ser evitar por todos los medios un nuevo confinamiento los partidos políticos en gobiernos de coalición o en la oposición vuelvan a priorizar los conflictos políticos de vuelo gallináceo en vez de seguir o instaurar la lógica de la complicidad, la complementariedad y el consenso. Seguimos estando en una grave situación de emergencia nacional por más que haya regresado el fútbol y la cervecita en la terraza.

O resolvemos rápidamente estas disfunciones o España va a ser de nuevo portada internacional como en el mes de marzo. Un mismo país no puede permitirse dos fracasos tan tremendos en tan poco tiempo y mucho menos en el marco de una economía globalizada y siendo un país turístico que depende de la confianza internacional.

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