Cuando llegó la covid-19 a principios de marzo
fue de manera casi sobrevenida y los gobiernos (estatal, autonómicos y locales)
hicieron literalmente lo que pudieron. A pesar que hice bastantes análisis
sobre la vinculación de la pandemia con nuestros sistemas de gestión me abstuve
de sumarme al coro de voces críticas. Pero ante los recientes acontecimientos
de rebrotes bastante graves en Cataluña y Aragón la paciencia con los gobiernos
y las instituciones se está agotando.
Hay que partir de
la base que el país no aguantaría un segundo confinamiento duro ni a nivel
económico ni a nivel social. El impacto económico del confinamiento va a ser
tremendo (todavía no hemos vislumbrado la mayoría de los efectos que empezarán
a llegar después del verano) y un segundo confinamiento tendría un efecto
devastador. La sociedad tampoco va a asumir con facilidad un segundo
confinamiento general por su dureza sicológica y sociológica y por su impacto
en la dimensión laboral y económica.
Concentrarse
La agenda de las
instituciones públicas debería haberse concentrado casi en exclusiva en la
tarea de prevención para evitar un segundo confinamiento. La crisis estaba
prevista para octubre, pero todo parece indicar que se está adelantando. Me
parece estupendo que algunas administraciones públicas tengan unidades de
análisis o grupos de expertos trabajando en la recuperación económica a medio
plazo (horizonte 2022) pero este esfuerzo es estéril sino se evita un segundo o
tercer confinamiento general. En este supuesto ya no habrá economía ni sociedad
que levantar.
La situación sigue
siendo muy difícil, pero algo más fácil que cuando apareció por primera vez la
pandemia. Por ejemplo, ahora tenemos mayores capacidades en cuidados
intensivos, poseemos amplios stocks de material sanitario (respiradores,
mascarillas, fármacos, etc.), los sanitarios tienen unos protocolos de
actuación farmacológica que puede evitar buena parte de las muertes de los
grupos de riesgo, sabemos exactamente el perfil de la población vulnerable,
conocemos mejor la mecánica de los contagios (espacios cerrados donde hay una
elevada concentración vírica), etc. También sabemos que la clave de la
prevención está en el seguimiento por parte de profesionales de los brotes, que
disponer de un buen sistema informático que cruce los datos es crucial.
Por tanto, si ahora
surgen tantos rebrotes que impliquen la necesidad de un confinamiento general
en España sí que sería un fracaso imputable al mal gobierno y a la mala
administración de la pandemia. Hay algunos elementos que hacen pensar que
nuestras instituciones políticas y administrativas no están a la altura del
reto al que se enfrentan:
-Hemos pasado de un
sistema centralizado en manos del Estado a un modelo descentralizado
protagonizado por las Comunidades Autónomas. No me parece mal, pero da la
impresión que durante el último mes el Estado se ha inhibido, ha desaparecido y
deja una compleja gestión a las Comunidades Autónomas sin comprobar si éstas
poseen las capacidades organizativas necesarias. Es obvio que para evitar un
confinamiento general sería necesario recurrir a confinamientos en zonas
concretas pero estos confinamientos no son posibles a nivel jurídico sin la
colaboración del Estado (Estado de Alarma). La idea de confinamientos
voluntarios me parece una broma de mal gusto cuando la sociedad está tan
agotada y el clima estimula el asueto y la socialización mediante una gran
movilidad en las playas, segundas residencias, etc.
-No hay un
contingente suficiente de rastreadores de los brotes. Este déficit es un error
de bulto ya que parece incomprensible que unas administraciones que emplean más
de tres millones de empleados públicos no tengan capacidad para destinar unos
8.000 efectivos para rastrear. Y que sí lo decidan externalizar a una empresa (cosa
que considero innecesaria) no lo logren hacer con fluidez.
-Es grave que en la
era de la tecnología de la información sofisticada (big data) y a la
entrada de la incorporación de la inteligencia artificial las administraciones
públicas no sean capaces de crear con éxito un simple dispositivo informático
que ayude a informar a los posibles contagiados y a hacer un seguimiento para
facilitar al rastreo de los nuevos brotes. La AGE ha fracasado en lograr a
tiempo este dispositivo a pesar de ser uno de los productos estrella de su
flamante nueva Secretaria de Estado de Inteligencia Artificial. También parece
incomprensible que las Comunidades Autónomas de manera solitaria o cooperativa
no hayan logrado impulsar esta tecnología cuando en el mercado público internacional
hay bastante experiencia acumulada durante los últimos meses.
-No me parece
adecuado culpabilizar a la ciudadanía de relajo social en la prevención. No es
posible esperar que una no exista una parte de la sociedad que sea
indisciplinada, frívola y egoísta. Amenazar a la ciudadanía que si no se porta
bien va a llegar un confinamiento duro es incentivar los comportamientos
incívicos. No se puede jugar con la sociedad a un experimento social de
comportamiento racional, a un colosal experimento del denominado dilema del
prisionero cuando sabemos que lo que va a predominar es la lógica egoísta
individual de “tonto el último” y nos vamos a cargar inevitablemente el confort
y el interés general. Me cuesta entender el relajamiento durante estas últimas
semanas de los cuerpos de seguridad (estatales, autonómicos y locales) en
acompañar activamente a los ciudadanos a que cumplan las medidas de protección.
No me refiero tanto a medidas claramente coercitivas (que quizás legalmente
sean dudosas) como a una actividad de acompañamiento activo informando, por
ejemplo, a los ciudadanos que no utilizan la mascarilla (obligatoria ahora en
la mayoría del territorio español) que deben utilizarla y de manera correcta.
La relajación social es inevitable pero la relajación institucional es
totalmente reprobable y denunciable.
-También me cuesta
entender que en esta situación tan delicada post confinamiento cuyo objetivo
máximo debería ser evitar por todos los medios un nuevo confinamiento los
partidos políticos en gobiernos de coalición o en la oposición vuelvan a
priorizar los conflictos políticos de vuelo gallináceo en vez de seguir o
instaurar la lógica de la complicidad, la complementariedad y el consenso.
Seguimos estando en una grave situación de emergencia nacional por más que haya
regresado el fútbol y la cervecita en la terraza.
O resolvemos
rápidamente estas disfunciones o España va a ser de nuevo portada internacional
como en el mes de marzo. Un mismo país no puede permitirse dos fracasos tan
tremendos en tan poco tiempo y mucho menos en el marco de una economía
globalizada y siendo un país turístico que depende de la confianza
internacional.
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