El Ejecutivo está recurriendo por inercia los dictámenes
del Consejo de Transparencia y las decisiones judiciales que le obligan a dar
información, o no las ejecutan.
CIVIO.- El Gobierno, para intentar
frenar el acceso a información pública, no solo dispara con pólvora del rey,
sino que además, dispara al aire. En los últimos meses, el Ejecutivo ha llevado
a juicio, una vez sí y otra también, todas las resoluciones que
le obligaban a dar información. Incluso en casos en los que
esos datos se han dado en otras ocasiones o cuando ya se ha respondido
a la pregunta. Ante la duda, recurso al canto.
Y no importa si esa información se ha
dado ya antes o si están recurriendo una decisión cuando han dado los datos,
por otro lado, sin problemas. Y mientras, el contador del gasto público
sigue subiendo, entre costes judiciales y de personal. Por defecto, recurren las resoluciones
del Consejo de Transparencia y las decisiones judiciales que les obligan a ser
más transparentes. O no las ejecutan.
Veamos algunos ejemplos:
Las solicitudes de indultos de cofradías que sí dio el
Gobierno de Rajoy
Uno de los ejemplos más claros es el de las solicitudes de los indultos que piden las cofradías.
En abril de 2019, pedimos información relacionada con los indultos de Semana Santa para conocer
qué cofradías y hermandades habían solicitado indultos en 2017, 2018 y 2019. Al
mes siguiente, el Ministerio de Justicia inadmitió a trámite nuestra
solicitud alegando que requería una acción previa de reelaboración porque no
disponía de los datos desglosados que habíamos pedido. Sin embargo, Civio había realizado esa misma solicitud de información
antes, al Gobierno de Mariano Rajoy, y en aquella ocasión nos dieron los datos.
Gracias a aquella respuesta, publicamos un artículo sobre
los indultos de las cofradías y cómo dos de ellas, El Rico en Málaga y La
Piedad en Zaragoza, siempre conseguían el perdón.
Tras la denegación del Ejecutivo de
Sánchez, Civio reclamó ante el Consejo de
Transparencia y Buen Gobierno. En nuestro recurso defendimos
que los datos encajaban dentro del concepto de información pública, que ya se
habían concedido en el pasado y que el Gobierno no había explicado por qué
en esta ocasión debía volver a elaborar la información. El Consejo de Transparencia nos dio la razón y afirmó que el
Ministerio de Justicia no había citado las razones para alegar la
reelaboración, máxime cuando existe una herramienta informática para gestionar
los expedientes, de donde se podría extraer la información. Por ello, no parece
un secreto de Estado y hay precedentes. Pero aun así el Gobierno no solo se
niega a dar los datos solicitados, sino que también ha llevado la resolución del Consejo a juicio.
El juez nos dio la razón pero el Gobierno sigue escaqueándose y no cumple la sentencia
Pero es que, además, cuando ya hay sentencia firme, tampoco la cumplen.
Es lo que pasa en el caso de los aviones oficiales.
Esta batalla arrancó ni más ni menos que en 2015, cuando Civio solicitó al
Ministerio de Defensa los nombres de los acompañantes de altos
cargos públicos en viajes oficiales. Por aquel entonces, el
Gobierno no quiso darnos los datos, reclamamos ante el Consejo de Transparencia
y el caso llegó hasta la Audiencia Nacional. Allí, los jueces rechazaron los
argumentos del Ejecutivo pero, y ahí llegó la mala noticia, señalaron que solo
debían dar datos confeccionados desde la entrada en vigor
de la ley, a finales de 2014.
Esta
sentencia marcó un límite temporal al derecho a acceder a la información
pública que no contemplaba la propia Ley de Transparencia.
Por ello, Civio decidió presentar
un recurso de casación con el fin de que se considerase información pública
también la generada antes de la entrada en vigor de la ley. A finales del año
pasado, el Tribunal Supremo nos dio la razón y
estableció que las administraciones
públicas están obligadas a dar la información que tengan, también aquella
generada o sobre asuntos que sucedieron antes de la entrada en vigor de la Ley
de Transparencia. Esa sentencia obliga al Gobierno a dar la
información solicitada de los viajes oficiales, pero, aun así, siguen sin proporcionarla. Y ello
aunque la sentencia sea firme y estén obligados a cumplirla.
Barreras al derecho a cuestionar a los peritos públicos
para entender cómo funciona la aplicación del bono social
En paralelo, Civio inició otra importante
batalla judicial, en la que pedimos el acceso a la aplicación que gestiona
el bono social. El Gobierno primero y el
Consejo de Transparencia después nos negaron el acceso a una información
importante: el código de la aplicación,
es decir, el programa informático que decide quiénes reciben la ayuda y quiénes
no. Iniciamos este proceso porque detectamos que había
defectos importantes en su diseño y, por tanto, queríamos
saber cómo se había hecho el propio software que determina, de forma
automática, una decisión clave para las personas más vulnerables: si consiguen
o no esa ayuda económica.
Ahora mismo, en medio del proceso
judicial, Civio, a través de su patrono y abogado Javier de la Cueva, ha formulado una serie
de preguntas al perito público sobre el funcionamiento del programa. Aquí las puedes consultar. El abogado del Estado quería que se negara a responder a
la mayoría de ellas (las 4.1, 4.2, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 20 y 21), pero por
suerte el juez no le ha dado la razón. Nuestro objetivo es
entender por qué inicialmente el software se equivocaba en los casos de
familias numerosas o en las personas con pensiones de jubilación o viudedad,
por ejemplo. Esperamos que los responsables públicos den respuesta a esas
preguntas clave.
Ocultando, una vez más, el precio de los medicamentos
Las CAR-T son unas terapias
personalizadas que sirven, por ejemplo, para tratar algunos tipos de cáncer,
pero su coste es muy elevado. El laboratorio Gilead comercializa uno de estos
tratamientos, llamado Yescarta.
En la actualidad, cada vez que Sanidad negocia con la industria farmacéutica el
coste de un nuevo medicamento, el Gobierno da a conocer el precio máximo que
está dispuesto a pagar por él, pero no la cifra real que abona
al laboratorio. Ese fue el caso de Yescarta, cuyo precio máximo
es de 327.000 euros, según dio a conocer el
Ministerio de Sanidad. Pero hay dos datos clave que
quedaron ocultos: el precio real y las condiciones de
financiación pactadas con Gilead. Ambos detalles están incluidos en la
resolución que Sanidad debe emitir para que una terapia como Yescarta sea
incluida en la prestación farmacéutica, según establece la propia Ley del Medicamento.
En noviembre de 2019 decidimos pedir a
través de una solicitud de acceso a la información pública dicha resolución.
Sin embargo, el Ministerio de Sanidad ignoró nuestra petición y
decidimos reclamar, una vez más, ante el Consejo de Transparencia y Buen
Gobierno. Durante el periodo de alegaciones, el Gobierno respondió facilitando otros datos, como por ejemplo, las
enfermedades para las cuales está indicada Yescarta, pero sin contestar a nuestra petición. Civio
defendió entonces que debe primar el interés
público sobre los intereses comerciales de los laboratorios.
Finalmente, el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno nos dio la razón el
pasado 6 de marzo y dictó que
Sanidad debía facilitarnos la resolución en diez días. Dado que los plazos administrativos se
suspendieron durante el estado de alarma, no tuvimos respuesta del Ministerio.
La novedad ha llegado a finales de junio, cuando hemos recibido la notificación
de que el Gobierno ha decidido llevar a juicio la resolución del
Consejo de Transparencia para no entregarnos la información pedida, ocultando así el precio real y las condiciones de
financiación de uno de los medicamentos más caros que existen hoy en día.
Este freno a la transparencia es una mala noticia no solo por sí
misma, sino también porque adelanta la postura del Gobierno ante futuros
fármacos o vacunas contra el coronavirus: priorizar los intereses de las
farmacéuticas, que exigen negociaciones opacas y
cláusulas de confidencialidad, frente al interés por conocer
qué se hace con el dinero público, el de todos, como sí pasa con otros
sectores.
Estas cuatro luchas, y otras más que os
iremos contando según tengamos novedades, seguirán en los tribunales. Y desde Civio seguiremos dando la batalla siempre
que creamos que podemos conseguir cambios reales. Pero no litigaremos en los
casos en los que creamos que no es útil, no lo haremos por defecto. Porque
nosotros no disparamos con pólvora de rey.
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