Por Carles Ramió. Blog EsPúblico.- Hay una amplia literatura sobre las ventajas de que
trabajen personas mayores en las empresas. Las personas mayores aportan a las
organizaciones y al trabajo dos elementos muy relevantes: la experiencia
laboral y la madurez personal.
Pongamos un ejemplo anecdótico a partir de la película The Intern (El becario), de 2015 protagonizada
por Robert De Niro. La historia gira en torno a la sus dos protagonistas, la
joven fundadora y directora de una start-up en
Brooklyn dedicada a la moda, además de madre y esposa, Jules (Anne Hathaway), y
el veterano director de ventas jubilado, de 70 años y viudo Ben (Robert De
Niro), reciclado en becario en dicha empresa, gracias a un programa de ayuda
para la inserción social. En un principio, Jules acepta a Ben como un trámite
para cumplir con las condiciones del programa que su empresa ha impulsado, sin
prestarle ninguna atención ni mostrando el menor afecto por su presencia. Pero
pronto todo cambia, cuando la joven emprendedora se da cuenta de que Ben es
mucho más que un simple anciano con el que cargar en su joven y vivaz empresa,
es alguien de quien aprender, en quien confiar, incluso en los momentos más
duros, con quien hablar. El argumento es extremo: una persona mayor jubilada
procedente de un trabajo fordista con escasa creatividad y profundidad
tecnológica va a trabajar como becario en una empresa vanguardista e innovadora
que basa su éxito en las tecnologías de la información y en las redes sociales
con un discurso disruptivo. Una empresa basada en el uso de la más moderna
tecnología en la que se incorpora un jubilado que no sabe ni siquiera utilizar
el mail y que jamás ha entrado en internet. Pero en la película suceden
situaciones imprevistas: el esfuerzo del jubilado, analfabeto tecnológico, en
reciclarse y la aportación de su experiencia vital a complejas tomas de
decisiones empresariales. Todo ello permite lograr un clima organizativo menos
crispado y mucho más humano, y su actitud ejerce de catalizador para una mayor
cohesión dentro de la empresa. Muy pronto, el jubilado, se convierte en un
profesional insustituible y de alto valor estratégico para la empresa. Hay tres
elementos remarcables a nivel conceptual: la capacidad de reciclaje de los
adultos mayores, la experiencia laboral y la experiencia personal:
-La capacidad de reciclaje de las personas mayores: hay
una frase de Koettl (2015) que resume este dilema: «los
jóvenes corren más rápido, pero las personas mayores conocen los atajos».
Si bien es cierto que las personas mayores son más lentas (en su capacidad para
procesar la información), tienen más problemas de salud y gozan de menos
memoria, también es cierto que su cerebro tiene la capacidad de compensar la
disminución de estas habilidades con un aumento de otras. Además, hay otras
capacidades (como la memoria sistemática, el lenguaje y el habla) que mejoran
con los años. Se ha demostrado científicamente que las personas jóvenes tienen
muy desarrollado el hemisferio derecho del cerebro (capacidad para procesar
información), mucho más que las personas mayores. Pero en cambio, las personas
mayores con alto rendimiento usan también el hemisferio izquierdo. Es decir,
las personas mayores exitosas usan sus cerebros de manera diferente y, al
hacerlo, lo realizan tan bien como los jóvenes (Bussolo, Koettl y
Sinnott, 2015). Además, las personas con edad más avanzada, al tener más
conocimientos, confían más en la experiencia cuando procesan nueva información.
En vez de considerar toda la nueva información en el momento de tomar una
decisión, es posible que ellas extrapolen las experiencias pasadas, descartando
partes de la nueva información y siendo más eficientes con los datos que poseen
y, finalmente, logren tan buenos resultados como los jóvenes que poseen
cerebros más poderosos (Koettl, 2015). La conclusión es que las personas
mayores pueden conservar casi la misma capacidad de aprendizaje y de reciclaje
que las personas jóvenes siempre y cuando estén motivadas para realizar este esfuerzo.
No hay que infravalorar la capacidad que tiene el ser humano para buscar vías
alternativas para suplir las limitaciones físicas y psíquicas derivadas de la
edad o de determinadas enfermedades. Los individuos mayores ante el reto del
aprendizaje se comportan como los ciegos, que al no disfrutar del sentido de la
vista agudizan el resto de los sentidos y logran, en muchos ámbitos, un
desempeño parecido al que pueden tener el resto de las personas. Lo mismo
sucede con muchos individuos que padecen dislexia, que logran éxitos académicos
y profesionales potenciando otras capacidades.
-La experiencia profesional: Suele suponerse que este es
uno de los grandes valores de los profesionales con más edad. La literatura
suele vincular la experiencia profesional con la denominada intuición experta.
Simon, premio Nobel en economía, afirmó que la intuición es en realidad un
mecanismo de la memoria (Kahneman y Klein, 2009). Es decir, un mecanismo
cognitivo, activo y orientado de la memoria cuando la historia del sujeto le ha
permitido llegar a ser un experto que permite una capacidad para interpretar el
entorno. La intuición siempre está hecha de la memoria y de asociaciones
recordadas. Las personas mayores son expertas y poseen una intuición experta
que se manifiesta en las siguientes capacidades (Millieto y Hulton, 1998;
Gorriti, 2016: 8): a) Pasado/Futuro:
los expertos saben cómo se ha llegado a la situación actual y son capaces de
predecir lo que va a pasar (buena capacidad de diagnóstico). b) Visión Global: los novatos no tienen el cuadro
completo, sólo ven trozos del cuadro general. Los expertos son capaces de la
visión global: las interrelaciones necesarias, a veces resumidas en forma de
sistema. c) Observación:
Los expertos ven indicios e identifican patrones significativos. d) Tareas eficientes: los expertos no desperdician
tiempo ni recursos. e) Oportunidades/Improvisación:
Los expertos son capaces de cambiar la forma de actuar para aprovechar las
oportunidades. f) Auto-observación:
Los expertos son conscientes de su desempeño y son capaces de ajustarlo para
que la tarea se realice. f) Anomalías:
las personas con experiencia son capaces de ver cuando algo que debería
funcionar no lo hace. g) Dificultades
de equipamiento: los novatos generalmente confían en lo que dicen
los aparatos; no saben cuándo ser escépticos. En definitiva, «como dicen Gore, Banks y McDowall (2015), se trata de llegar a
saber los contenidos por los que los expertos ven rápido, aplican modelos
mentales profundos, asocian con sentido, realizan simulaciones mentales, son
sensibles ante anomalías y cuando no hay suficientemente información usan
tácticas eficaces de búsqueda para solventar la incertidumbre»
(Gorriti, 2016: 9).
-La madurez personal: la experiencia vital también aporta
un elevado valor en el desempeño profesional. Las personas con edad han vivido
todo tipo de situaciones personales (muertes traumáticas, vida en pareja,
educación de los hijos, gestión a largo plazo de las amistades, momentos de
crisis personal, etc.). Al alcanzar la madurez en la vida y percibir que hay ya
más andado que por andar cambian de forma drástica las prioridades, los
intereses y los valores. Las personas adultas mayores desprecian las
preocupaciones de carácter menor y concentran su energía en los temas realmente
críticos e importantes. Además, actúan de forma más suave y más conciliadora ya
que no desean perder el tiempo ni invertir energía en temas conflictos
evitables que no aportan valor en el trabajo. Las personas mayores, tienen una
gran capacidad para hacer conciliable la vida laboral con la vida personal. La
experiencia personal implica mayor libertad (Rosillo, 2017).
Etapas de la edad
En definitiva, los profesionales mayores tienen casi la misma capacidad de
aprendizaje y reciclaje que los jóvenes, pero además poseen intuición experta y
una mayor inteligencia emocional vinculada a su madurez. Poseen mucho más
espíritu crítico y mayor capacidad de flexibilidad en el trabajo ya que no
tienen nada que demostrarse a ellos mismos y no tienen tanta animadversión al
riesgo. Finalmente, suelen ser también mucho más flexibles en su dedicación
laboral ya que no tienen tantas responsabilidades familiares y esto es
una ventaja en los trabajos en que hay puntas irregulares de trabajo. En
efecto, «Muchos estudios demuestran
que a medida que nos volvemos mayores la satisfacción por el trabajo
incrementa y también en la medida que envejecemos, nuestros intereses
cambian y nuestra capacidad de aprender se mantiene. Los adultos mayores que
trabajan en ambientes favorables son más felices y son más comprometidos que
adultos más jóvenes» (Tanco,
2016). El valor del compromiso es muy relevante en las personas mayores ya que
no solo pueden enriquecer el trabajo sino además a nivel social. La madurez
puede enriquecer también la dimensión pública (desarrollo
cultural y de la participación social) y considerar como categoría ética de la
madurez la capacidad y motivación de los adultos maduros para sentir
empatía y comprometerse con la sociedad en su conjunto (Rosillo, 2016).
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