Otro post de
actualidad: De nuevo, sobre las puertas giratorias y el capitalismo clientelar. Hay Derecho blog
Por Carles Ramió. EsPúblico blog.- Uno de los elementos clave de aprendizaje a nivel de
gestión pública de la crisis del coronavirus tiene un carácter conceptual:
gestión centralizada versus gestión descentralizada a nivel territorial.
Ya empiezan a plantearse algunos estudios que intentan analizar el éxito o
fracaso de los distintos países ante la crisis del covid vinculados a sus
diseños políticos e institucionales. Por ejemplo, no parece que exista una
correlación clara entre sistemas políticos y el tipo de reacciones
institucionales ante la crisis. Por ejemplo, no ha sido determinante que un
país posea un sistema presidencialista (EE.UU.), parlamentario (Gran Bretaña) o
sempresidencialista (Francia). Todos los sistemas han cometido errores
parecidos.
En cambio, sí parece que hay una correlación entre modelos centralizados y
modelos descentralizados y la forma de atender la crisis del coronavirus. Ha
llamado la atención, por ejemplo, el relativo fracaso de un modelo centralizado
como el francés y el éxito del modelo federal cooperativo alemán. En el caso
español, que operaba en la práctica como un modelo federal, pero sin los
ingredientes institucionales imprescindibles (cooperación y lealtad entre los
agentes institucionales, una cámara de representación autonómica, mecanismos de
financiación, etc.) ha optado por gestionar la crisis de manera centralizada.
La tensión de la crisis nos ha hecho recordar que por más descentralizado que
sea nuestro país sigue formando parte de los Estados unitarios. Seguramente no
quedaba otro remedio en España que optar por un mando único para afrontar la
crisis debido al déficit de instrumentos institucionales para operar de forma
descentralizada pero cooperativa. Esta crisis ha sido como un examen que nuestro
modelo de Estado territorial ha suspendido. Después de la crisis habría que
explorar si se opta de nuevo por un sistema centralizado (sería un inmenso
error) o por apostar sin timideces por un modelo federal con todos sus
ingredientes institucionales. Pero habría que diseñar un modelo federal que no
solo fuera cooperativo entre Federación y Estados sino también cooperativo con
el gobierno local aplicando y asumiendo de manera contundente el principio de
subsidiariedad. Quizás una de las mejores noticias a nivel institucional
durante esta crisis ha sido como muchos municipios y diputaciones han mostrado
un gran dinamismo en la búsqueda de protección y confort a la ciudadanía (desde
la obtención de material sanitario en un mercado internacional muy complejo
hasta múltiples iniciativas de apoyo social y fomento económico).
Gestión de la sanidad
Otro ejemplo del eje centralización versus descentralización procede del
ámbito de la salud, que representa el sector en gestión pública más moderno y
más en la vanguardia en el país. No me refiero específicamente a su
actualización en tecnología y especialización médica sino a sus mecanismos
modernos de gestión de carácter gerencial: contratación y compras, gestión del
personal (complejidad en la gestión de cuadrantes y refuerzos ante epidemias
móviles como los periodos de gripe), modelo de gestión gerencial, colaboración
público-privada, etc. Es casi un mantra afirmar que España posee uno de los
mejores sistemas sanitarios del mundo. Los indicadores internacionales así lo
confirman. Pero el problema más relevante es que España acredita un modelo de
gran calidad hospitalaria (su joya de la corona). Es, por tanto, un modelo “hospitalcéntrico” dejando a la atención médica de
proximidad (centros de asistencia primaria) en una situación algo precaria y
como los hermanos pobres del sistema de salud. Hermanos pobres tanto en
recursos como en elementos simbólicos dentro del escalafón médico. Un médico de
familia tiene mucho menos estatus que un cirujano o cualquier especialista
hospitalario. La crisis del coronavirus ha puesto en crisis un modelo
excesivamente centrado en los hospitales y, en especial, en los enormes y
prestigiosos hospitales de las grandes ciudades. Estos hospitales son
totalmente adecuados y competitivos para tratar las enfermedades más graves
como, por ejemplo: cáncer, crisis cardiacas o trasplantes. Pero, en cambio, los
hospitales no han demostrado su solvencia para hacer frente al coronavirus ya
que han sido uno de sus principales fuentes de contagio. Esto se va a comprobar
todavía de manera más contundente durante el largo periodo que se avecina,
denominado como desescalada. Un buen ejemplo es comparar las dos distintas
metodologías con las que han afrontado la crisis del coronavirus las dos
regiones italianas más afectadas por el contagio: Lombardía (Milán, Bérgamo y
Brescia) versus el Véneto (Venecia, Verona y Padua). Lombardía posee grandes
hospitales con un enorme prestigio y hospitalizó al 60 por ciento de los
diagnosticados. En cambio, el Véneto posee una buena red de asistencia primaria
y solo hospitalizó al 20 por ciento de los diagnosticados. En el Véneto hay una
sanidad más presente en el territorio y los focos de contagio se han tratado
precozmente. Obvio que hay otros factores que explican la diferencia entre las
muertes de ambas regiones: Lombardía acumuló más casos en el inicio de la
crisis y posee el doble de la población que el Véneto y está mucho más
concentrada a nivel urbano. Pero ambas regiones son limítrofes y con una gran
movilidad entre ellas. En términos relativos y comparativos el volumen de
muertos ocasionados por el coronavirus en Lombardía (el Madrid de Italia) son
muchos más que los del Véneto. Este ejemplo sirve para apuntalar mejor la tesis
sobre la idoneidad de los sistemas institucionales y de gestión
descentralizados frente a los centralizados. El valor de la Administración
local o el valor de la atención primaria. Y, además, se rompe el mito de que la
descentralización puede ser más eficaz pero no más eficiente. Si se realizara
un análisis coste-beneficio de la Administración local y de los centros de
asistencia primaria sería, sin duda, positivo. Es el valor de lo pequeño sin
desprenderse, pero si suavizar, lo grande.
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