"Las
organizaciones resilientes afrontan la realidad con firmeza, consiguen otorgar
un significado a las dificultades y, en lugar de gritar desesperadas,
improvisan soluciones de la nada. Otras no. Esta es la naturaleza de la
resiliencia y su gran misterio” (Diane L. Coutu)
Introducción:
Papel de los Ayuntamientos, Agenda 2030 y crisis fiscal.
Los
ayuntamientos han tenido poca visibilidad en una agenda política de la
situación excepcional derivada por la pandemia, dominada por el
omnipresente Gobierno central (mando único) y el papel subalterno que se le ha
pretendido otorgar a las Comunidades Autónomas, encargadas, no obstante, de la
gestión de buena parte de los asuntos más críticos. El papel de algunos alcaldes
comenzó a despuntar y fue literalmente tapado por una comunicación voraz que
sacó el foco de lo local para elevarlo a otras instancias. El rol del municipio, sin embargo, ha sido
determinante y lo será más aún en determinadas esferas (servicios sociales, cohesión
social, espacio público, transporte urbano, seguridad, etc.) en un futuro
próximo.
En el marco de un trabajo profesional de acompañamiento
a la red de municipios Kaleidos[1], he podido compartir espacios de debate y reflexión sobre la
Agenda 2030 en relación con el necesario fortalecimiento institucional de los
municipios para hacer frente a los diferentes objetivos de desarrollo sostenible. En el último foro, una sugerente
intervención de Julio Andrade, Director del Centro Internacional de
Formación de Líderes de ONU-UNITAR en Málaga, puso correctamente el foco
en el nuevo escenario que ahora se vislumbra: hay que volver también la mirada
-dijo- al ODS 11, que es el propio de las ciudades. No en
vano, un equipo de esa ciudad lleva tiempo liderando un programa de Naciones
Unidas sobre Agenda 2030 en el ámbito local.
En efecto, la irrupción de la crisis Covid19 ha marcado un
punto de inflexión. Tal vez el cambio más sustantivo es que lo
urgente (la respuesta al shock)
devora hoy en día a lo importante o, al menos, lo aplaza sine die. Las prioridades se han visto alteradas por
completo. La gravedad de la crisis económica y de sus letales impactos
sociales, así como fiscales (Hacienda Municipal), aún no ha mostrado su
verdadero rostro. Lo que viene será de una dureza extrema,
cuando el paréntesis del gasto público eche inevitablemente el freno (pues no
podemos endeudarnos eternamente) y comience una prolongada fase de contención
presupuestaria (muy visible a partir de 2021), que ya se aventura en el
horizonte. Sobre ello ya me ocupé en un Post anterior.
¿Qué
papel juega la Agenda 2030 en ese complejo escenario? Lo
que estamos viendo en estos primeros meses, tras la emergencia sanitaria,
es una (relativa) pérdida de
protagonismo (o aplazamiento) de los ODS de contenido medioambiental, pero una
irrupción con fuerza de políticas de choque que tienden a paliar los efectos
catastróficos de carácter económico y social. Entre los
fines de la Agenda 2030 (ahora muy utilizados políticamente) siempre han estado
atajar la pobreza y reducir la desigualdad (“no dejar a nadie atrás” y responder frente a la
vulnerabilidad). Y estos fines se convierten ahora en puntas de lanza de la
política inmediata “post-Covid19”, al menos en los primeros pasos. Pero junto a
ello, el papel de la resiliencia como cualidad de las instituciones
locales debe ser leído en clave de (Buena) Gobernanza Municipal,
palanca imprescindible para una correcta asignación de recursos en un contexto
de crisis de tal gravedad como la incubada en estos momentos y gestión adecuada
de la anticipación o prevención de la situación venidera.
Crisis
y contexto europeo
Y esa no es una percepción sólo local, aunque también lo
sea, por lo que luego diré. Hasta ahora la visión institucional interna
(gobierno central y gobiernos autonómicos) es más bien chata. Algo más de
perspectiva se advierte desde Bruselas. La propia Comisión Europea en una reciente
Comunicación sobre el semestre 2020 (de 20 de mayo de
2020, COM (500) final), recoge, en efecto, que la UE se ha confrontado como consecuencia de la
pandemia a una crisis económica sin precedente, que ha hecho adoptar a los distintos países medidas
inmediatas para reactivar la actividad económica, pero la
Comisión ha recordado que junto
a esta política de impulso resulta necesario relanzar la vía de la transición
verde y la digitalización, aunque las instituciones europeas
son plenamente conscientes de que para encarar este complejo escenario es imprescindible atajar las desigualdades
crecientes que se producirán fruto de la recesión económica. En
cualquier caso, como también recoge la citada Comunicación, el papel del sector público es cada vez más
importante y debe estar acompañado por una administración pública eficaz y por
una decidida lucha contra la corrupción. Por tanto, aunque no
se cite a la Agenda 2030 expresamente, su orientación y principios están
plenamente latentes en esa política que se impulsará desde Europa, como también
se le da la importancia debida al fortalecimiento de la Administración Pública
y a la lucha por la integridad. La Gobernanza Pública cobra, por tanto, enorme
protagonismo como acelerador de la salida de la crisis, también en las ciudades
y en un horizonte estratégico de Agenda Urbana.
Y es en este punto donde las conexiones entre algunos ODS
finalistas y otros más transversales cobran pleno sentido, más en el ámbito
local de gobierno. Se
trata, sin duda, de configurar instituciones sólidas (ODS 16), así como de
fomentar la cooperación y las redes (ODS 17), pero ello en el marco de acción
del municipio se ha de articular también con dos principios nucleares en
un contexto de crisis como son, particularmente, los de resiliencia y de inclusión (ODS
11). La Fundación Kaleidos, una red de ayuntamientos con amplio recorrido
en buenas prácticas de gestión local, está trabajando en esta línea y
este es el valor que añade (por cierto, nada menor) a un contexto de aplicación
de la Agenda 2030 en un marco de crisis derivado del Covid-19. Veamos
brevemente ambos planos. El documento que finalmente se apruebe puede marcar un
hito no solo en la Gobernanza inteligente como medio para alcanzar los
distintos ODS, sino además en el papel que los ayuntamientos deben tener como
instituciones de reactivación de la Agenda Urbana en un contexto de crisis
fiscal.
Resiliencia
Aunque la Agenda 2030 se refiere en dos ocasiones a la
resiliencia, no precisa que tal atributo se anude a la Gobernanza Pública
o a las propias instituciones. En cualquier caso, la interpretación de los ODS y sus respectivas
metas ha de hacerse de forma holística, pero también contextual.
Y bajo esta segunda premisa, es obvio que la resiliencia que se predica de las
ciudades, tras un shock tan
profundo como el vivido con la pandemia, no solo tiene que ver con la
sostenibilidad (que también), sino que debe aplicarse asimismo a la buena
disposición y eficacia de las instituciones locales para conducir cabalmente
los desafíos que se abren en este nuevo período.
Efectivamente, en un revelador artículo (proporcionado
gentilmente por Mikel Gorriti), Peter Milley y Farzana Jiwani, ponen de relieve
cómo en un contexto marcado por la incertidumbre el concepto de resiliencia (en cuanto capacidad
para enfrentarse de forma proactiva y reactiva a situaciones de shock o adversas) tiene el potencial de aportar
una importante visión a la propia administración pública, con el objetivo de
gobernar cabalmente escenarios de alta complejidad que requieren anticipación y
adaptación, así como una combinación entre estabilidad y cambio.
Se trata de evitar ciertas “trampas”, como señalan esos autores, y una de ellas
es la de que poner excesivamente la mirada en la austeridad o en la eficiencia
podría reducir la activación de otras capacidades, tales como la innovación. Y
erosionar así la resiliencia. El duro contexto de contención fiscal que se avecina
no puede aplicarse exclusivamente en clave de ajuste, sin que las instituciones
(también las municipales, por lo que ahora respecta) no apuesten decididamente
por procesos profundos de reforma o adaptación. Habiendo
fallado (como lo ha hecho) la dimensión preventiva o anticipatoria, no se puede
abandonar ahora totalmente la agenda de reformas (o de adaptación y
transformación). Sería un suicidio institucional. Una visión cortoplacista hundiría totalmente a
los ayuntamientos y erosionaría su legitimidad institucional. Por eso, es tan
importante unir la resiliencia (ODS 11) con la necesidad inaplazable de instituciones eficaces (ODS 16), así como con el
desarrollo de redes municipales (tal como apuesta Kaleidos, ODS 17)), que
promuevan la innovación y las buenas prácticas, más en este escenario de
crisis.
Inclusión
social
Las
políticas de inclusión forman parte del ADN de la Agenda 2030. A partir de la
situación descrita, no cabe duda que la inclusión social será el gran reto de
los próximos años, también en la actuación de los gobiernos municipales.
En efecto, las políticas sociales tienen
que plantearse como un reto estratégico de la Agenda Urbana. Y,
más aún, en un escenario de contención fiscal. Tal como se ha reconocido,
incluso por la propia AIReF, los futuros planes de ajuste no pueden castigar el
gasto social de los ayuntamientos. Si algo cualifica a las Administraciones
municipales es su inmediatez a los problemas. Es la primera puerta a la que
puede llamar una ciudadanía, a veces desesperada y desasistida. Y que la
Administración esté “abierta” (no sólo digital, sino
también físicamente), que
sea próxima,
cercana y atenta, es más necesario que nunca. La ética del
cuidado no se puede hacer a distancia. Buena parte de los servicios públicos
requieren atención
directa y personalizada al público, así como elevadas dosis de empatía. Si algo ha enseñado
la pandemia en las ciudades es que los servicios sociales han estado, por lo
común, también en la trinchera de la atención directa, suplantando a veces algunas
de las carencias de la Administración Pública. La brecha digital ha mostrado
toda su crudeza en estos meses pasados, afectando a colectivos muy vulnerables
en la tramitación de ayudas, también en el plano educativo o en la tercera
edad. Y eso es algo que nunca más debiera volver a suceder.
Evitar
que quiebre la cohesión social exigirá inversión decidida sobre este ámbito.
Pero también eficacia y eficiencia. La Agenda Urbana debe ser
vista como una forma de construir políticas sociales creativas e innovadoras. Se trata de salvaguardar la salud, pero también
el bienestar de las personas. Esta es la finalidad última de
los ODS. Bajo este punto de vista,
resiliencia e inclusión social van de la mano. Quien orille
que la eficacia en la gestión y
la Buena Gobernanza son presupuestos necesarios para mejorar la calidad de vida
de la ciudadanía, olvidará lo esencial. Sin liderazgo político
efectivo el fracaso será la tarjeta de salida. Como expuso el
filósofo Massimo Cacciari, ex Alcalde
de Venecia durante tres mandatos, lo peor está por venir.
Y, si no se hacen bien las cosas, la explosión social puede ser letal, también
políticamente. A su juicio, se
debe superar ese rancio “centralismo burocrático, ineficiencia en la gestión de la máquina
pública y (el papel de) una política que se pliega a esto”. Y
para ello solo hay una vía: recuperar
el espíritu de la Agenda 2030, apostar por reforzar las instituciones
municipales en clave de mayor efectividad y resiliencia, así como volcar la
política municipal sobre la inclusión social como reto inmediato, sin olvidar
los retos medioambientales. La legitimidad de lo local vuelve
al centro del escenario, aunque ni en la capital Madrid ni en sus réplicas
autonómicas parece que hasta ahora se hayan dado por enterados. Los ayuntamientos siguen siendo un nivel de
gobierno preterido y, por paradójico que
parezca, imprescindible en su
inmediatez y, hoy por hoy, el mejor valorado. En sus manos
también está el cambio gradual de modelo. Que no lo desaprovechen.
[1].- La
red Kaleidos la
conforman actualmente los siguientes ayuntamientos: Alicante, Bilbao, Burgos,
Concello Santiago, Getafe, Málaga, Sant Boi Llobregat, Valencia,
Vitoria-Gasteiz.
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