Por Sergio Jiménez. Analítica Pública.- En los
tiempos de la revolución digital, las organizaciones tienen algunos
problemas para digerir personas. La mecanización, imparable y creciente,
reemplaza tareas que hasta hace nada eran humanas. Primero han sido cosas
manuales y repetitivas, pero, cada vez más, se incorpora a tareas más
complejas, muchas de las cuales tienen un importante componente humano. En este
aspecto debemos plantear abiertamente qué podemos hacer con las personas
que hacían esto y que ahora no son un recurso necesario para su realización. En
resumen, debemos plantearnos qué papel juegan las personas en el mundo de los
servicios digitales.
Historia
de dos bancos.
Un
ejemplo muy claro de lo que pasa con las personas en la prestación de servicios
en el mundo digital, es el de la banca.
La banca
en España… Eliminando el contacto humano
Abrí mi
primera cuenta de banco con 18 años. Desde entonces (hace ya 21) hasta ahora,
mi relación con los empleados de banca va en retroceso. Empezamos teniendo casi
todo en ventanilla, y ahora cualquier interacción humana está altamente
penalizada. Actualizas la cartilla (si la tienes) en el puesto, sacas e
ingresas dinero en el cajero, gestionas los recibos telemáticamente. La
banca española ha conseguido que si tengo que hablar con un empleado suyo sienta que molesto a la institución. Encima, cuando tengo que hacerlo, tengo
unas pautas horarias altamente burocratizadas, como la hora de pagar recibos.
En este
sentido, podemos decir que la banca española en el proceso de
mecanización ha eliminado a las personas hasta cotas mínimas.
Francia:
la atención personal como base del servicio
Mi
experiencia en Francia ha sido absolutamente la contraria. Cuando abrí la
cuenta allí me asignaron un consejero. Es verdad que aquí también tengo un
consejero, pero mi relación con el de Francia era muy distinta. Del de aquí sé
el nombre y su foto. Mi consejero del banco de Francia era mi único punto
de contacto para cualquier cosa en el banco. Tenía su teléfono, y
aproximadamente cada tres meses, me llamaba para fijar una cita y contarme qué
servicios podían interesarme. Del mismo modo, yo disponía de una app y de banca
on line (ojo, pagaba un euro al mes por tener el acceso), pero, incluso
así, el contacto humano estaba claramente en el núcleo de la estrategia.
Tanto es
así, que hasta cuando me intentaron clonar la tarjeta en Malasia, fue el
consejero el que me llamó para informarme que iban a reemplazarme.
Podemos
decir que, el modelo bancario francés, al menos en mi experiencia, el
papel de las personas es nuclear en la atención al público.
¿Tienen
futuro las personas en las organizaciones con una alta tecnología?
Esta
reflexión la tuve cuando este verano un amigo, que trabaja en un banco que ha
sido adquirido por otro banco hace poco, me contaba que asumía que se iba a la
calle. Básicamente me decía que él como empleado, tenía prohibido hacer
muchas cosas que antes tenía que hacer. Así que, si cada vez tenía menos
trabajo y había más oficinas y empleados, la cuenta era sencilla: su puesto de
trabajo era prescindible. Algo realmente complicado para alguien con toda una
vida profesional por delante.
Él me
comentaba que conocía a sus clientes y sabía a cuál podía interesarle a alguien
en un punto concreto, pero que, en términos generales, al banco eso le
interesa sólo para determinados perfiles de clientes. Lógicamente, la cantidad
de clientes que la banca considera “dignos” de atención humana es menor que los
necesarios para mantener a mi amigo (y muchos miles de sus compañeros)
trabajando.
Así que,
cada vez que voy al mostrador de mi banco y me dice la persona que atiende, que
vaya al cajero, me quedo con la sensación de que esa persona está matando su
futuro laboral y no lo entiendo.
El trato
humano como activo del servicio.
Puedo
decir que, mi sensación con la banca en España como cliente no es
especialmente buena. No es que mi banco sea mejor o peor, es que creo que cada
vez me dan menos servicios asumiendo más costes sin
aportarme valor.
Puedo
entender que una organización decida eliminar a las personas de su
estructura si la calidad del servicio es satisfactoria. Lamentablemente,
creo que no es el caso.
En el
caso de Francia, puedo decir que, aunque mi timidez hacía que evitara ir a ver
a mi consejero, éste me aportaba un valor que en España se está eliminando. Y
eso no lo entiendo.
Y en la
Administración Pública, ¿Qué?
El
proceso de digitalización de la Administración en España ha tenido, en mi
opinión, una cierta inspiración en la banca. Desde finales del siglo
pasado llevo oyendo “gestiona tú mismo”, “todos tus trámites en un clic”, etc.
Yo uso mucho estos servicios, pero, si esto evoluciona ¿Qué papel tienen las
personas que atienden a la ciudadanía?
Sea cual
sea la respuesta de cada Administración hay una cosa que tengo clara: el
trato personal aporta un enorme valor al servicio público. Así de simple y así
de claro.
En un
modelo como el de las Administraciones en España, dónde los trámites no son
siempre sencillos, en el que diferentes niveles de gobierno se imbrican y
solapan en muchos servicios, ser un ciudadano es complicado.
Es
difícil saber cuáles son (todas) tus obligaciones. Es mucho más difícil saber
cuáles son los derechos y servicios a los que tienes acceso. Creo que la
orientación que te pueden dar las personas es necesaria para la mayoría de la
ciudadanía. No como una obligación sino como una posibilidad.
La atención
personal como recurso básico
En mi
opinión, esta idea siempre ha estado en España de una manera o de otra. El
célebre registro de apoderados y la modificación de muchas oficinas de registro
en oficinas de atención ciudadana han ido en esa senda. Sin embargo, en mi
opinión (todo esto son impresiones personales), nos perdemos en la
estructura en detrimento del concepto. Es decir, veo más preocupación en la
necesaria parte “ingenieril” y estructural que en el cambio de concepto.
Mi
propuesta es que las Administraciones, posiblemente la Administración local,
deberían trabajar en este campo. No digo que se hagan o se reformen las
oficinas, sino que conceptualicen el servicio asignando a cada persona un
“consejero”. En muchos casos este servicio no será usado. Como decía, yo
evitaba a mi consejero en Francia. Sin embargo, no sólo es útil, sino que me
transmite confianza. Saber que si me equivoco realizando algo o si hay algo que
no entiendo, alguien a quien conozco me puede orientar.
El momento de decidir las
organizaciones de mañana
Estamos
literalmente construyendo la Administración electrónica. Cada
decisión que se toma en la creación de nuevos servicios estamos haciendo, sobre
la marcha, la manera en la que gestionaremos derechos y obligaciones ciudadanas
en el futuro.
No afrontar este debate de manera frontal y honesta supone dejar de lado el
privilegio y la obligación que tenemos con esa gente del futuro.
Así que
la decisión que estamos tomando de potenciar la vertiente
telemática sin reubicar a las personas en la organización, estamos
eliminando su papel crítico en el futuro.
Si yo
fuera responsable de un ayuntamiento mediano, estaría
empezando ya a implantar un CRM con todos los ciudadanos que hemos atendido y
pensando en cómo distribuir entre mi plantilla la atención centrada en cada
persona y no en la estructura interna de mis servicios. Es un cambio
grande, y difícil, pero el cambio que no afrontemos ahora, es uno que,
posiblemente en un futuro no sea planteable.
Porque
las personas aportan valor y la administración tiene margen de mejora. En este
sentido la ecuación es bastante sencilla.
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