Por Carles Ramió. EsPúblico Blog.- Si un gobierno o una administración pública desea ser
proactiva y puntera en aplicar la revolución digital no lo tiene tan difícil.
El conocimiento innovador y los avances tecnológicos suelen ser difundidos y
argumentados y está al alcance de todas las instituciones públicas que pueden
aprovechar los avances que han realizado otras en cualquier parte del mundo.
El
elemento crítico y condición necesaria reside en ubicar al avance tecnológico
como uno de los puntos más sobresalientes de la agenda política e institucional
y crear un equipo de empleados públicos multidisciplinar enfocado a ello. Este
equipo interno debería trabajar con unas fronteras difusas y contar con la
colaboración de agentes externos (consultores o profesionales especializados en
la materia y equipos universitarios que impulsan investigaciones sobre este
ámbito). Definir una agenda de actuación más concreta es complejo y para ello
hay que observar a las administraciones públicas especialmente innovadoras.
Gestión inteligente
Ahora, por ejemplo, todas las miradas se dirigen en el ámbito de la gestión
inteligente de las ciudades a Singapur, Londres, Helsinki, Nueva York,
Amsterdam, Medellín, Tel Aviv, o Barcelona. A nivel de administraciones de
países, hay un ejemplo que destaca claramente sobre el resto: Estonia. Este
país es pionero en el uso de las identidades digitales protegidas para sus
ciudadanos, lo que les permite firmar y encriptar los documentos y acceder sin
problemas a los servicios gubernamentales. Las bases de datos públicas y
privadas de Estonia se comparten a través de la red de pares (X-Road: una
arquitectura descentralizada para las comunicaciones informática que evita que
se realicen robos masivos de datos) en una especie de federación de la
información. Los usuarios dan su consentimiento digital usando su carné de
identidad y su PIN, para que una base de datos extraiga información de otra
(por ejemplo, si un hospital necesita contactar con un seguro médico para saber
el estado de la cobertura de un paciente).
Este país está facilitando la
utilización de los datos para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos,
pero dando el control necesario a los mismos ciudadanos para que decidan quién
puede tener acceso o no a sus datos.
También asegura que su sistema digital sea
seguro. En 2017 Estonia abrió la primera “embajada de datos” del mundo en
Luxemburgo, un almacén para guardar una copia de seguridad de todos los datos
de Estonia, que gozará de los mismos derechos soberanos de una embajada. Esto
permitiría “reiniciar” el país a distancia en el caso de un ataque masivo de
piratería informática (Rodríguez, 2018: 277, 278 y 280). Además, El gobierno de
Estonia cuenta con una declaración electrónica de los bienes de los
funcionarios para reducir el riesgo de corrupción y aumentar la
transparencia. Algunos de los logros más destacados de Estonia como líder en
innovación digital son: es el país con mayor cantidad de starUps per
cápita del Mundo, tiene la banda ancha más rápida del mundo, es la única
con i-voting que permite sufragar desde un teléfono celular (en unas
lejanas elecciones de 2011 ya lograron que el 25 por ciento de los votantes
optaran por este canal), primera nación en declarar la conexión a internet como
un “derecho humano básico”, todas sus escuelas están online desde hace muchos
años, se enseña a programar a los niños a partir del preescolar (jardines
de infancia), cuenta con identificación digital obligatoria y universal,
está a la cabeza de Europa en penetración de Internet y telefonía móvil,
primera residencia virtual del mundo, país europeo número uno en
ciberseguridad, país con mayor libertad en Internet, permite inscribir una
empresa en 18 minutos, casi la totalidad de los trámites se pueden hacer
por internet (Balbí, 2017).
Espíritu de cooperación
La clave del éxito de Estonia con las TIC estriba
en el espíritu de cooperación y la continuidad, porque desde el decenio de 1990
los gobiernos sucesivos impulsaron el desarrollo de esas tecnologías con apoyo
del sector privado (han desarrollado un modelo de PPP (alianzas público
privadas) muy maduro y sin muchas de las desconfianzas), el mundo universitario
y la ciudadanía. También en el espíritu de reciprocidad gracias a la
transparencia, a la seguridad y la lucha contra la corrupción, porque el Estado
se ganó la confianza de sus ciudadanos y éstos, a su vez, le autorizaron a
acceder a sus datos personales.
Finalmente, Estonia también aposto por la
participación: participó activamente en la creación de un sistema de gobernanza
abierta y democracia digital. Para coordinar las contribuciones de la
ciudadanía al debate se crearon tres sitios web con fondos públicos. Estonia es
el único país del mundo dotado con un sistema tan transparente para observar la
elaboración de proyectos de ley y la coordinación entre los diferentes
ministerios (Roonemaa, 2017).
Estonia es un país diminuto (1, 3 millones de habitantes)
pero es un magnífico laboratorio de pruebas para que otros gobiernos se
inspiren en los factores de su triunfo. El éxito no es tanto tecnológico sino
político e institucional y sus ingredientes fundamentales son: la cooperación,
los partenariados público privados, el empoderamiento de los ciudadanos, la
transparencia y la participación. También forman parte de su éxito factores
como la creatividad para romper barreras y tópicos administrativos y su capacidad
para innovar la normativa.
El caso de Estonia es un buen ejemplo de como un pequeño
país puede alcanzar un espléndido desarrollo en una determinada materia. Pero a
nadie se le escapa que su éxito también se debe a un tema de escala ya que se
beneficia de una población escasa y cohesionada. No posee el mismo grado de
dificultad un país como Estonia que Francia, Alemania o España. Estonia, por
tanto, es un magnífico ejemplo a seguir para los grandes ayuntamientos o las
comunidades autónomas, pero quizás no tanto para un país de grandes
proporciones.
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