El modelo de Administración gerencial derivado de
la Nueva Gestión Pública implica flexibilidad institucional y complejas
relaciones entre el sector público y el mercado. Ambos factores contribuyen a
elevar la permeabilidad de las administraciones públicas al indeseable fenómeno
de la corrupción. En este sentido, debería pensarse en la utilidad de las TIC
como un instrumento de control que evitara o, en su caso, detectara rápidamente
las conductas heterodoxas o corruptas, y todo ello sin generar tendencias
burocráticas paralizadoras. La tecnología debería facilitar el acceso
automatizado a muchas fuentes de información que cruzadas y sistematizadas
permitieran detectar los comportamientos espurios. Además, el hecho que exista
esta intencionalidad con relación a las TIC generaría un clima de temor que
evitaría de entrada una parte importante de comportamientos delictivos. De lo
que se trata, en definitiva, es de cambiar los actuales sistemas obsoletos y
poco efectivos de control previo y de proceso de carácter burocrático por unos
sistemas de control mucho más fluidos y silenciosos basados en las TIC. Los
empleados públicos encargados del control (intervención) deberían utilizar la
tecnología para estar analizando los procesos y expedientes de gestión (todos y
si hay muchos por un sistema de muestreo) en tiempo real que transitan por la
intranet de la institución y por sus bases de datos. En el momento que
detectaran alguna irregularidad debería intervenir de forma profunda para
esclarecer las causas y los elementos que no se ajustan a la legalidad y a la
ética pública. Esta propuesta equivale a diseñar una especie de «gran hermano» que no entorpece la gestión pero que
todo lo ve (o lo puede ver), lo analiza y si encuentra motivos justificados
interviene. En definitiva, las TIC permiten sistemas de control muy efectivos y
sin las típicas externalidades negativas de carácter burocratizador.
El sentido peyorativo de la burocracia
Además, hay que romper la
perversa lógica que asocia de forma superficial control con burocracia en el
sentido peyorativo del término. Es un error plantearse en las instituciones
públicas modelos postburocráticos inspirados en las empresas privadas y hacer
de la flexibilidad la única bandera. La burocracia es imprescindible para
mantener instituciones públicas que aporten seguridad institucional y jurídica
al entorno económico y social. La burocracia se asemeja al colesterol, tiene
muy mala imagen pero hay que saber distinguir el colesterol bueno
(indispensable para mantener la salud institucional) del colesterol malo (que
genera obesidad institucional). La E-administración tendría que asumir el papel
(tiene la potencialidad para hacerlo) de un complemento farmacéutico que
contribuyera a disminuir el colesterol malo (la mala burocracia) y potenciara
el colesterol bueno (la burocracia que genera seguridad institucional y
jurídica).
Para que esta función de
control sea posible el diseño y la gestión de las TIC debería ser una
responsabilidad de las instancias centrales y de un colectivo de personal que
no esté expuesto a las tensiones e incentivos de las actividades corruptas. Para lograr esta mejora en el control se hace necesario no externalizar
nuestros centros gestores de nuevas tecnologías. Si las administraciones
públicas externalizan en organizaciones privadas, que hasta ahora es la
tendencia más generalizada, sus centros gestores de las TIC el resultado es la
pérdida absoluta de control de este nuevo ámbito y de una pérdida añadida al
control del resto de las externalizaciones. Quizás se puedan externalizar
algunos apartados tecnológicos muy concretos pero la parte nuclear del diseño y
la gestión de las TIC deberían formar parte de la Administración pública ya que
las TIC representan su sistema nervioso interno y su radar externo. Los mejores
tecnólogos deben trabajar para las administraciones públicas. Las TIC deben
representar las fuerzas centrípetas que permitan reequilibrar tantas tensiones
centrífugas vinculadas a la gestión de redes. Los nuevos valores tecnológicos
deben vincularse a los valores públicos. Si los valores tecnológicos se alían
con los valores empresariales vinculados a la Nueva Gestión Pública, estamos
perdidos…
Se argumenta, por parte de los
que están a favor de externalizar las TIC, que las administraciones públicas no
tienen suficiente capacidad para poseer unidades tecnológicas que puedan
afrontar económicamente su imprescindible renovación tecnológica motorizada.
Eso es cierto en el caso de los pequeños y medianos municipios pero ¿cómo se
puede argumentar que una Administración pública regional o central en la que
prestan sus servicios centenares de miles de empleados públicos no tenga
capacidad para gestionar directamente su centro de tecnología? O bien si
pensamos más en global ¿cómo es posible que las administraciones públicas de un
determinado país con millones de empleados públicos no puedan poseer al menos
un centro estratégico consorciado sobre TIC?
Además, hay que combatir, gestionando
internamente y regulando externamente, la lógica de concentración vinculada a
la tecnología. Por ejemplo: el 95% de los microprocesadores pertenecen a una
sola empresa (Intel) y el 90% del sofware a
otra empresa (Microsoft). Evidentemente puede existir una tendencia similar
(aunque no tan elevada) a la concentración de empresas de tecnología y
consultoría en sistemas de información que deje en manos de una única empresa
los sistemas nerviosos de la mayoría de administraciones de un país o incluso de
varios países de una región.
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