Open Government, Smart City.- Según el
Diccionario de la R.A.E, “antropocentrismo” (De antropo- y centro), es la teoría filosófica
que sitúa al hombre como centro del universo. De la teoría antropocentrista
original, que data del siglo XVI, cambiaremos la referencia al “hombre” por
“las personas”, y por supuesto abandonaremos el error histórico de considerar,
desde un enfoque natural, al ser humano como medida de todas las cosas, a la
vista de los descubrimientos astronómicos posteriores que nos otorgan un papel
más bien humilde en el Universo. Por lo demás, y aplicado a los Gobiernos y la
administración, qué duda cabe que el ciudadano, las personas, sí son el centro
de la actividad pública.
Las políticas
públicas deben pivotar sobre la persona, haciendo bueno ese moderno
antroprocentrismo que defendemos. En consecuencia, todas estas políticas deben
ser participativas e involucrar, tanto en su definición con en su destino,
a todos los actores públicos y por supuesto a todas las personas, pero
poniendo si cabe más el acento en quienes más lo necesitan: los niños y los
mayores. Por último, la eliminación de la aludida brecha digital sigue
siendo un reto para los poderes públicos que, no obstante, debemos
abordar. Abandonemos por tanto de debates sobre servicios propios e
“impropios”. Estos son los nuevos servicios públicos locales, los que los
Ayuntamientos deben prestar y
que el resto de administradores deben financiar.
Human City
El servicio
público debe pivotar alrededor de las personas, no de la administración.
Personas que tienen reconocidos legalmente una serie de derechos
electrónicos de última generación, entre los que podría incluirse el
derecho de acceso
gratuito a Internet. Otros derechos sociales de última generación son los
que tienen que ver con el maltratado medio ambiente (hoy en día bajo el
concepto de la sostenibilidad), el deporte y el esparcimiento, todo ello por
supuesto sin descuidar ni un ápice los servicios sociales básicos. En
definitiva, las personas son tan importantes en la moderna Smart City que sería legítimo
rebautizar el término como Human City.
Pero no
confundamos “City” con “ciudad”… Defendemos un modelo de Ayuntamiento de
cualquier tamaño, que presta sus servicios (no importa tanto si propios o
“impropios”) pensado en el ciudadano, sensorizando los inmuebles y espacios
públicos y en general aprovechando la tecnología para hacer la vida más fácil;
que tiene implantada la administración electrónica y sobre todo es
interoperable para dar cobertura a los derechos electrónicos de los ciudadanos
y también (que no se olvide) para responder de la mejor manera posible la
atención presencial; que es legal y transparente, muy participativo, y está
donde está el ciudadano (en la Red, en los móviles, en las redes sociales…) a
fin de ofrecerle toda la información e interactuar (open
government); que fomenta el ahorro de energía, la economía y las
iniciativas empresariales de futuro, es decir, las tecnológicas y
sostenibles… El gran beneficiario de todo ello no será tanto el político o
el empleado público (que también), como toda la ciudadanía. Es un proyecto
precioso, complejo pero factible, con un coste de inversión más bajo de lo que
parece y en todo caso subvencionable o financiable con la colaboración pública
o privada, o público-privada, siempre con retorno de la inversión (se ahorran
millones de euros con la reducción de cargas administrativas, RCA) y ese
intangible que no se valora en dinero que es la excelencia.
Es el ciudadano el que tiene que validar este modelo. El sistema de gobierno
abierto tiene una parte políticamente estética, que es la transparencia, pero
realmente esta es un medio técnico para la consecución de los más altos fines:
mejora de la calidad democrática, participación ciudadana, colaboración con el
resto de actores públicos y privados, promoción económica, mejora de los
servicios públicos. Otros instrumentos, como la rendición de cuentas, el
análisis de una gran cantidad de datos (big data) y la
apertura de un cierto número de estos datos (open data),
contribuyen incluso con más potencia para la consecución de estos mismos fines.
Estamos finalizando 2019. Nos encontramos en un momento histórico que podríamos
denominar sociedad de la información, pero no sociedad del conocimiento. El
conocimiento es la fase siguiente a la información, y supone su tratamiento de
forma inteligente. Es deber de los poderes públicos informar sobre cómo
gestionar la información. Claro está que para ello la previa es aprender a
gestionar esos mismos datos para lo público.
En resumen, el
futuro pasa por el nivel de gobierno municipal, desde el modelo del
gobierno abierto (transparente, participativo, colaborativo), que desarrolle
una administración o servicio público inteligente (que supere la fase de
administración electrónica y aún la de administración automática) para una
sociedad del conocimiento (más allá de la sociedad de la información). Y
conocer estos procesos nos ayudará a controlarlos, ya que, con o sin nosotros,
se van a desarrollar igualmente.
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