Por Carles Ramió. Blog EsPúblico.- La gestión
privada versus la gestión pública es una cuestión que posee una lógica pendular
en la tradición administrativa nacional e internacional. A finales del siglo
XIX la mayoría de los servicios públicos estaban gestionados por entidades
privadas. A principios del siglo XX estos servicios fueron asumidos por las
distintas administraciones públicas que apostaron por la gestión directa.
Después de la segunda guerra mundial y con la expansión del modelo de Estado
social la gestión directa de servicios públicos incrementó de una manera
geométrica. La crisis del petróleo y la crisis fiscal de los años setenta junto
con la ola neoliberal de la década de los ochenta del siglo pasado cambiaron de
manera radical el modelo de gestión e intervención pública para aligerarlo y
regresar a un modelo de gestión privada. Hubo dos vectores de privatización:
por un lado, la privatización de buena parte de los servicios universales de
interés general (energía, entidades financieras, agua, telecomunicaciones,
transportes, etc.) y por otra, la externalización de una parte importante de
los servicios públicos mediante sistemas de gestión privada (limpieza,
mantenimiento y gestión equipamientos públicos, servicios sociales, sanidad,
educación, etc.).
Pero a partir de la segunda década del siglo XXI esta
tendencia parece que está revirtiendo, en otro movimiento pendular, y se ha vuelto
a poner de moda la gestión directa de determinados servicios públicos y o de
los servicios universales de interés general. De momento se trata de un
movimiento más teórico que práctico, más un incipiente estado de opinión que
una dinámica precisa de implementación de este movimiento denominado
republificación, reinternalización o remunicipalización. Tres conceptos que se
utilizan de manera confusa como sinónimos pero no lo son y que se derivan del
enredo previo entre privatización y externalización. Republificación y
remunicipalización deberían utilizarse en aquellos casos de servicios
privatizados que son recuperados por la Administración pública (por ejemplo: la
gestión del agua). Es decir, además de la gestión se recupera la titularidad
pública. Reinternalización, en cambio, hace referencia a servicios públicos con
gestión privada y que se desea recuperar la gestión pública directa.
Tendencias pendulares
Las motivaciones de estas
tendencias pendulares entre la gestión pública y la gestión privada son muy
variadas (ideológicas, económicas y de calidad de los servicios) y hacen muy
complejo este fenómeno. Pero como el movimiento histórico muestra un carácter
pendular todo parece indicar que el problema de fondo es que hay una
insatisfacción tanto por la gestión pública como por la gestión privada de los
servicios públicos como, también, de los servicios universales de interés
general. En cada momento histórico ha fallado tanto la gestión privada como la
gestión pública. A este elemento sustantivo se han incorporado motivaciones ideológicas
y de carácter económico que han sustentado tanto las teorías a favor de la
gestión privada como de la gestión pública pero han sido siempre simples
teorías que no han sido confirmadas a nivel práctico y real. En estos momentos
estamos en pleno movimiento pendular a favor de la gestión directa
(reinternalización) de los servicios públicos y en un plano más incipiente a
favor de la republificación de determinados servicios universales de interés
general (el caso más recurrente es el de la gestión del agua). «Después de muchos años en los que se fueron ampliando los
servicios públicos de carácter local, y se fue imponiendo su gestión indirecta
a través de diversas fórmulas de colaboración público-privada, recientemente se
va imponiendo la idea de que la gestión de los servicios públicos locales debe
volver a manos públicas (…) La defensa de este nuevo planteamiento, frente al
proceso favorable a la externalización de la gestión de los servicios de hasta
hace muy pocos años, se sustenta en una ideología que trata de defender lo
público frente a lo privado, argumentándose con este fin que el discurso acerca
de la mayor eficiencia de la gestión privada es un mito que debe denunciarse» (Tornos, 2016).
Esta dinámica tiene un
carácter internacional que también ha tenido recientemente su impacto en
España. El mundo local representa la vanguardia de esta nueva concepción. Todo
parece indicar que es un movimiento ideológico impulsado por los gobiernos
locales bajo el mando de una nueva izquierda de carácter populista. Pero esto
no es del todo cierto ya que el catalizador de este movimiento ha sido los
desproporcionados costes económicos y la mala calidad de la gestión privada de
los servicios públicos locales. Sirva de ejemplo el conocido informe sobre la
fiscalización del sector público local elaborado por el Tribunal de Cuentas en
el año 2011. Este informe destacaba que el coste público de los servicios
externalizados es superior que los servicios internalizados y que, además, se
detecta un deterioro evidente en la calidad de los servicios externalizados.
En efecto, la gestión privada de los servicios públicos ha resultado en muchos casos fallido y esto se debe a dos motivos:
En efecto, la gestión privada de los servicios públicos ha resultado en muchos casos fallido y esto se debe a dos motivos:
El primer motivo es que las
empresas proveedoras de servicios públicos se han acostumbrado durante los
últimos años a tener unos desmesurados beneficios. La Comisión Nacional de los
Mercados y la Competencia elaboró un informe en el 2015 que afirmaba que los
contratos de las administraciones públicas hacia el sector privado presentaban
unos sobreprecios del 25 por ciento sobre los precios medios del mercado. El
mercado privado de servicios públicos se ha indisciplinado mostrando una
excesiva voracidad económica ofreciendo a cambio unos servicios públicos con
unos discutibles estándares de calidad. Pero este motivo no es la enfermedad
sino el síntoma del problema
El segundo motivo y causa del
primero es la auténtica enfermedad del modelo en el que ha predominado en estas
décadas de servicios externalizados. El problema de fondo es la negligente manera
en que las administraciones públicas han acometido e implementado este modelo
de gestión externalizada. En España se han implantado externalizaciones y
partenariados público-privados sin unos objetivos fundamentados en la búsqueda
de mayor eficacia (calidad) y eficiencia (menores costes de gestión) de este
sistema. Se han realizado únicamente de manera reactiva: para no incrementar la
plantilla de empleados públicos, para escapar de las rigideces inherentes a sus
sistemas de función pública, por falta de recursos financieros, etc. Y la
implementación de la externalización ha sido todavía peor: sin auténticos
mecanismos de control y evaluación de la calidad y de los costes de los
servicios públicos externalizados.
En este sentido, el mercado privado no se ha visto ni condicionado ni regulado, ni a priori ni durante el proceso, para prestar servicios públicos de calidad y de manera eficiente. La falta de disciplina del sector privado que presta servicios públicos se debe fundamentalmente a la falta de visión estratégica y en la inhibición en sus obligaciones más básicas de la Administración pública.
Dejar al mercado privado en manos de su presunta capacidad de autorregulación es una quimera ya que su instinto más básico es maximizar beneficios minimizando los costes de producción hasta llegar a niveles patológicos de injustificados sobrecostes e injustificadas ínfimas calidades en la provisión de los servicios.
En este sentido, el mercado privado no se ha visto ni condicionado ni regulado, ni a priori ni durante el proceso, para prestar servicios públicos de calidad y de manera eficiente. La falta de disciplina del sector privado que presta servicios públicos se debe fundamentalmente a la falta de visión estratégica y en la inhibición en sus obligaciones más básicas de la Administración pública.
Dejar al mercado privado en manos de su presunta capacidad de autorregulación es una quimera ya que su instinto más básico es maximizar beneficios minimizando los costes de producción hasta llegar a niveles patológicos de injustificados sobrecostes e injustificadas ínfimas calidades en la provisión de los servicios.
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