"El plan estratégico implica definir la visión, la misión, los valores y los objetivos estratégicos"
Carles Ramió. Blog EsPúblico.- La
planificación estratégica trata de hacer un relato sobre lo que se aspira a
hacer, en una institución o en un ámbito de gestión, en el futuro y para ello
suele ser muy útil un plan estratégico. El plan estratégico implica definir la
visión, la misión, los valores y los objetivos estratégicos que son los
ingredientes que facilitan una exposición robusta y motivada sobre la identidad
de la institución y sus áreas estratégicas de acción de cara al futuro.
También
ayuda a posicionarse ya que la parte previa de un plan estratégico que suele
ser el apartado del diagnóstico en el que se apuntan los puntos fuertes y
débiles de la institución y las oportunidades y amenazas del momento
organizativo en relación a su situación interna y a los cambios en las demandas
que formula el entorno. En este sentido la planificación estratégica es la base
conceptual de unos objetivos que posteriormente deberán ser más sólidos y
precisos. A los cargos políticos les suelen gustar los planes estratégicos y a
los empleados públicos no tanto.
Se suelen criticar los documentos generados a
partir de una planificación estratégica en el sentido que suelen ser
excesivamente genéricos y que concretan poco. “Sí, todo precioso y muy bien
escrito, ¿pero qué tengo que hacer exactamente?” suele preguntarse un
empleado público. Aquí, en cambio, sostenemos la opinión que es importante en
la dimensión de los objetivos poseer un documento de planificación estratégica.
Esta actividad se asemeja a la construcción de los cimientos de un edificio:
implican un elevado coste de tiempo y de recursos económicos y no se percibe,
aparentemente, como obra realizada ya que no se trabaja todavía en el edificio
que surge a partir del suelo. Pero una organización con unos buenos cimientos
es mucho más sólida y consistente de la que no los posee. Es muy importante, a
mi entender, poseer un relato conceptual robusto sobre lo que se quiere hacer y
por qué se quiere hacer. Este discurso (en la práctica no es más que un
discurso) aporta una gran solvencia interna y relacional a la organización o
ámbito de gestión que estemos dirigiendo.
Hay
distintos tipos de planificación estratégica en función de los objetivos
buscados y de la metodología empleada. Aunque no hay unanimidad en la
literatura en la utilización de los términos se pueden distinguir tres tipos de
planificación estratégica:
1- Plan
estratégico: es la planificación estratégica que lleva incorporada la
participación y que en su elaboración participan tanto los grupos internos de
la organización u organismo (políticos y empleados públicos) y grupos externos
interesados en la materia (grupos de interés y ciudadanos). Es una
planificación estratégica que busca y consigue un plus de legitimidad
democrática. Este es su punto fuerte. Los inconvenientes de esta metodología es
que su elaboración se demora mucho en el tiempo (para una organización de tamaño
considerable se puede tardar unos dos años), es muy costosa a nivel económico y
el resultado suele ser excesivamente genérico y ambiguo. Como es el resultado
de la participación, de la negociación y de la transacción entre diversos
colectivos y personas los consensos suelen ser sobre mínimos y no sobre
máximos.
2- Plan
director: es otra metodología de planificación estratégica pero que no
implica participación ni legitimidad democrática. Un político, un alcalde por
ejemplo, se puede preguntar (y con toda la razón): “¿por qué necesito
consensuar nada ni poseer más legitimidad democrática de la que ya gozo al
ganar las elecciones con un programa político y de gestión?” En efecto un
alcalde atesora, de entrada, suficiente legitimidad democrática y puede planificar
y tomar decisiones de forma unilateral en la mayor parte de las políticas
públicas salvo en las más críticas y controvertidas que requieran un
reforzamiento de la legitimidad. La metodología de un plan director también
consiste en detectar las opiniones y reflexiones de diversos actores pero no
como actores políticos sino como colectivos y personas que poseen un discurso
conceptual propio sobre el tema objeto de reflexión. Por ejemplo si se
entrevista a un sindicalista no se hace porque sea sindicalista (es decir un
actor influyente políticamente) sino porque se ha detectado que posee un relato
interesante sobre el tema y que es necesario e importante incorporarlo en el
análisis. En un plan director se busca el concurso de los expertos pero la
decisión se adopta de forma unilateral por el equipo de gobierno. Las ventajas
de un plan director son: que es más rápido en tiempo (un municipio o un ámbito
sectorial complejo suele demorarse menos de una año), menos costoso
económicamente y el documento resultante es más explícito y concreto ya que es
un documento de gobierno y no de consenso.
3- Plan de
actuaciones o de actividades:
aquí la planificación estratégica la elabora de forma unilateral el equipo de
gobierno con sus colaboradores. Es un método menos completo en el sentido que
maneja menos información experta pero es muy rápido y permite un elevado grado
de concreción. Es tan rápido que se puede elaborar en unas pocas semanas o,
incluso, en unos pocos días.
No
hay una metodología mejor que otra sino que se trata de un ámbito contingente,
como la mayoría de los ítems organizativos, y por lo tanto, se elige el mejor
método en función de la complejidad del ámbito, de la presión política, del
tiempo político disponible, del momento de la organización, etc. Por
ejemplo, si uno ocupa un cargo político o técnico de alto riesgo y que, por
ello, es objeto de mucha movilidad (hay cargos que suelen estar ocupados de
media, como mucho, durante dos años) pues no tiene sentido, por motivos de
falta de tiempo, hacer un plan estratégico y, quizás, tampoco un plan director
y no lo queda más remedio que impulsar un plan de actuaciones.
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