Estrategia Local. Albert Calderó.- La relación de puestos de trabajo es una herramienta
de gestión del personal que todas las administraciones públicas deben tener y
utilizar obligatoriamente desde 1984. Y desde ese año es obligatorio además
hacerla pública, en virtud de la ley "de transparencia, acceso a la
información pública y buen gobierno".
Ello no impide que la mayoría de instituciones locales
y muchas otras instituciones públicas no la tengan hecha todavía, treinta años
después de que fuera obligatorio. En nuestro país cuando una ley impone
obligaciones a las instituciones públicas hay pocas que tengan prisa en
cumplirlas, y, casi siempre, nadie pide cuentas a nadie.
La RPT, ¿Una maravilla organizativa?
En nuestros manuales de gestión pública y en los
temarios de oposiciones se explica qué es y cómo funciona una relación de
puestos de trabajo como si fuera la quintaesencia de la excelencia
organizativa. En realidad, es un mamarracho.
El concepto de puesto de trabajo se origina en la
industria, con la producción en cadena. El objetivo organizativo es que en cada
lugar físico donde se coloque un trabajador en la cadena de producción se hagan
exactamente unas determinadas tareas, con un tiempo cronometrado, y esto es
esencial porque si no toda la cadena se para y el trabajo se va a pique. Por
tanto la descripción de tareas y requisitos del puesto de trabajo es clave, es
del todo independiente del trabajador, y el trabajador debe adaptarse
exactamente a las exigencias del puesto.
¿En qué se parece este funcionamiento en cadena de
producción al funcionamiento de nuestras instituciones públicas? En nada.
En nuestras instituciones lo más frecuente es un
funcionamiento artesanal, donde cada funcionario hace las cosas a su manera,
donde cada funcionario procura no meterse en el trabajo de los compañeros de al
lado a cambio de que nadie se meta en el suyo, donde los jefes ejercen de jefes
tan poco como pueden; donde, en definitiva, cada funcionario o empleado se lo
monta para configurar la selección de los trabajos que hace casi a su medida y
a su gusto, con un grado de autonomía casi artístico; donde dos funcionarios
que empiecen a trabajar el mismo día haciendo el mismo trabajo y con la misma
formación y experiencia, si uno es emprendedor e inquieto y el otro pasivo y
rutinario, al cabo de seis meses harán trabajos que no se parecerán en nada...
en una organización así aplicaremos de sopetón una técnica organizativa propia
de la producción en cadena? ¡Qué tontería!
¿Quién tuvo la ocurrencia surrealista de aplicar a la
administración pública española un método organizativo propio de las fábricas
de coches? Ahora lo explicaremos, siéntense y pónganse cómodos.
En un momento dado, en los años 60-70 del siglo
pasado, algunos teóricos de países avanzados plantearon que el sistema
organizativo de la producción en cadena se podía generalizar a cualquier
organización, identificando y describiendo exactamente las tareas que había que
hacer en cada puesto de trabajo. Muy pronto se vio que esto era un trabajo
enorme y totalmente inútil y el método se abandonó algunos años después en casi
todas partes.
Pero la idea tuvo mucho éxito en los años ochenta en
la administración pública española. ¿Como fue esto posible?
Durante los años 60 la administración del estado
franquista español creció enormemente, porque había que gestionar el
crecimiento y una cierta modernización de la economía. Pero como los cuerpos de
funcionarios que dominaban cada ministerio no querían perder sus privilegios,
sobre todo el de repartirse los puestos de responsabilidad de su ministerio sin
dar opción a los funcionarios de otros ministerios o administraciones, y eso
era muy rígido, se crearon unos nuevos cuerpos de funcionarios, que podían ir a
cualquier ministerio, pero sin suprimir los cuerpos de cada ministerio ni sus
privilegios.
De esta forma se crearon los "Técnicos de la Administración
Civil del Estado" (popularmente, "los TAC") una especie de
técnicos proletarios, que tenían mucha movilidad, podían cambiar fácilmente de
ministerio, pero nunca podían llegar a los cargos más importantes y de más
responsabilidad de ninguno de ellos, porque estos cargos buenos estaban
reservados y copados por los cuerpos específicos de toda la vida de cada
ministerio. Esto molestaba mucho a los TACs como es lógico. Y como eran jóvenes
y ambiciosos, un buen puñado de ellos, durante la transición, para buscar
caminos de solución, se afiliaron al PSOE.
Y el PSOE, que gobernó con mayoría absoluta a partir
de finales de 1982, aprobó en 1984 una reforma de la ley de funcionarios, que
fue concebida y gestionada por cabezas pensantes de dos colectivos de
funcionarios muy bien representados en el PSOE, y que buscaban sobre todo
resolver sus problemas particulares de marginación: los TACs, por el problema
que ya hemos visto, y los profesores agregados de universidad, que también se
sentían discriminados porque hacían el mismo trabajo que los catedráticos pero
cobraban mucho menos.
El problema de los profesores agregados lo resolvió
esta ley, la ley 30/1984, de una manera sencilla, unificando por ley
directamente el cuerpo de catedráticos de universidad con el de profesores
agregados, y nombrándolos a todos catedráticos, por obra y gracia del BOE. A lo
bruto y sin manías.
El problema de los TACs era más complicado, porque
querían poder tener acceso a cualquier cargo de cualquier ministerio, que
estaban copados por los cuerpos específicos de cada uno. Cómo se hizo? Pues se
inventaron la RPT, aprovechando que en ese momento el método de los puestos de
trabajo aún se utilizaba en algunas empresas grandes y tradicionales como
método organizativo. Con la Relación de Puestos de Trabajo hicieron que en toda
la administración, salvo los más altos cargos políticos, se tuvieran que definir
todos los puestos de trabajo, fueran de mando jerárquico o no, y establecieron,
y aún hoy sigue vigente, que todos los puestos de trabajo deben cubrirse por
concurso o por libre designación, y a la vez se prohibió expresamente que haya
puestos de trabajo reservados a determinados cuerpos. Todo ello haciendo un
gran discurso sobre la modernidad que supone hacer posible la movilidad de los
funcionarios entre todos los puestos de trabajo de todas las administraciones.
Uf, el problema de los TACs también resuelto.
De hecho, el problema de los TACs quedó resuelto,
sobre todo, porque ahora tenían muchos amigos y "compañeros del
cuerpo" que eran ministros y subsecretarios y directores generales, pero
en cuanto a modernización, muy poco por no decir nada. En su lugar lo que había
era un trabajo monumental en elaborar las RPTs de todas las administraciones,
describir las funciones de todos y cada uno de los miles y miles de puestos de
trabajo, y luego ponerlo todo al día cada dos por tres; todo ello, una complicación
enorme para hacer cuadrar de alguna manera el discurso celestial de las
bondades de la RPT con la dura realidad.
¿Cuál es la realidad? De hecho, lo que pasa, desde
entonces, es que allí donde hay relación de puestos de trabajo sigue pasando lo
que ha ocurrido siempre, pero con más trabajo. Para dar el puesto de trabajo a
aquél a quien se lo quiere dar la autoridad competente, ahora es más complicado
que antes. Primero se le debe hacer el traje a medida modificando el puesto de
trabajo, describiendo "objetivamente" el puesto de trabajo con los
requisitos que, milagrosamente, coincidirán con los del candidato deseado...
luego se hace el concurso y todo cuadra como ha de cuadrar y gana el puesto
quien lo tiene que ganar. Si el puesto es de libre designación, más fácil
todavía, pero el mismo papeleo...
Y allí donde no hay relación de puestos de trabajo,
porque ningún gobierno ha asumido el coste terrible, en trabajo técnico y sobre
todo en crispación interna, de poner en marcha este invento maldito, todo se
sigue haciendo exactamente igual, con menos ceremonia burocrática, pero a la
vez alimenta la insatisfacción del personal, que cree que con una relación de
puestos de trabajo tendría más oportunidades de no se sabe qué, insatisfacción
reforzada por el hecho de que constituye un incumplimiento desvergonzado, y sin
ningún tipo de sanción, de una ley que, según explican los temarios de
oposiciones, de aplicarse sería una maravilla...
El mismo gobierno del PSOE que aprobó esta reforma
constató pocos meses después estos líos y por tanto que la reforma era una
chapuza, pero ya se les habían acabado las ganas de hacer reformas... y los
gobiernos siguientes, de unos u otros colores, no han tenido nada de ganas de
hacer reformas... En el segundo gobierno Aznar, el PP, con mayoría absoluta,
que había dicho en su programa electoral que haría una gran reforma de la
administración, llegó a hacer público un proyecto de ley, pero en el PP son aún
más numerosos que en el PSOE los funcionarios de los cuerpos de alto nivel que
dominan la administración. Después de unos cuantos bufidos de los poderes
fácticos el gobierno retiró el proyecto sin explicaciones y nunca más se volvió
a hablar de él.
La RPT en las
CCAA
Por otra parte, las comunidades autónomas han aplicado
los sistemas organizativos de la función pública del estado con un mimetismo
absoluto, sobre todo en los defectos. La falta de capacidad estratégica
autónoma sobre gestión pública ha sido total. Han copiado la ley 30 de 1984 del
PSOE, pero además la han copiado mal, sin entender que era una reforma parcial
de la función pública; la han copiado olvidándose de toda la legislación
anterior que sigue vigente, utilizando la ley del 84 como si fuera una
regulación única y completa de la función pública. El resultado es una
administración contrahecha: con cuerpos generales de funcionarios pero sin
cuerpos especializados.
Las comunidades autónomas se han tomado en serio la
leyenda urbana de que los cuerpos especializados son malos, son
corporativistas, y los cuerpos generales son buenos, son modernos. Se han
creído, y siguen creyendo, el discurso de los TACs de los años 70 del siglo
pasado.
El resultado es cómico: En la mayoría de comunidades
autónomas hay un único cuerpo de técnicos, donde se puede entrar con cualquier
título universitario: un licenciado en geología, otro en filología inglesa y un
tercer ingeniero electrónico, si los tres estudian bien un temario de
oposiciones sobre leyes, serán nombrados técnicos de administración. ¿Técnicos
de qué técnica? ¿Qué oficio tendrán?
En el estado los cuerpos generales se dedican a las
tramitaciones sencillas y masivas de cualquier ministerio, que sigue habiendo
muchas, y los cuerpos especializados se dedican a los temas técnicos y
profesionales específicos. En las comunidades autónomas, un cuerpo único de
técnicos hace las tramitaciones masivas a menudo de una manera mecánica y
burda, porque a los geólogos, lingüistas e ingenieros electrónicos les cuesta
un poco, esto de las tramitaciones; y las tareas técnicas y profesionales,
básicamente no las hace nadie, porque es bastante difícil que coincida un
geólogo en un puesto de trabajo de geólogo y un ingeniero en un puesto de
trabajo de ingeniero. Esto es gracias a la relación de puestos de trabajo, que
garantiza muy bien que los geólogos, los lingüistas y los ingenieros compitan
en los concursos en igualdad de oportunidades para un puesto de ingeniero...
Con unas reglas del juego del concurso que dan a la antigüedad una importancia
enorme... de modo que puede suceder perfectamente que el geólogo con muchos
trienios le gane el puesto de trabajo de ingeniero al ingeniero. Sobre todo si
el geólogo es amigo del director general.
A alguien que no conozca el mundo de la gestión
pública por dentro le puede costar creer que todo esto es tan desastroso como
aquí se describe. Que se lo pregunte a los que lo conocen de primera mano.
Y además de desastroso no es nada fácil de cambiar. Se
requeriría una inversión muy grande de energía política para cambiarlo. Y,
desde hace muchos años, los gobiernos de todos los colores políticos han
dedicado las energías que tienen a otros temas que han considerado más
prioritarios.
Por ello, tanto en el estado, como las comunidades
autónomas, como en la siempre olvidada administración local, tenemos una
legislación de función pública que es una chapuza, que produce una gestión,
salvando muy pocas excepciones, recargada, anacrónica e ineficaz en los lugares
donde se cumple, y menos recargada pero igualmente anacrónica e ineficaz en
casi todos los lugares donde no se cumple, que son la inmensa mayoría.
Transparencia en las RPTs
Cuando una administración funciona bien la
transparencia aporta cumplimiento de valores democráticos y, también, ayuda a
mejorar. La administración entra en una espiral virtuosa interaccionando con
una exigencia creciente de la ciudadanía.
Ahora en España tenemos una nueva moda política, la
moda de la transparencia. En gestión pública no copiamos de los países
avanzados los sistemas de organización y de trabajo, pero sí copiamos las modas
políticas.
Pero cuando una administración funciona rematadamente
mal en un escenario de indiferencia impotente de los gobiernos y de resignación
y falta absoluta de expectativas de mejoramiento por parte de la ciudadanía,
plantear la transparencia es pedir peras al olmo.
Ahora tenemos leyes de transparencia que dicen que
todas las instituciones harán pública la relación de puestos de trabajo, y
muchos otros documentos que explican cómo funcionan. ¿Qué harán la mayoría de
ayuntamientos y otras muchas instituciones que no la tienen hecha, aunque hace
treinta años que la ley les obliga? ¿Servirá quizás la obligación de
transparencia para conseguir que las instituciones que no han hecho los deberes
los acaben haciendo?
Y, ¿Qué sabremos de las instituciones que sí tienen
relación de puestos de trabajo, o que la hagan ahora, y que la publiquen?
Sabremos, por ejemplo, en muchos casos, cuáles son los puestos de libre
designación y cómo se cubren. Unos puestos que son siempre los más importantes,
y que se cubren literalmente por aquel funcionario que, cumpliendo los
requisitos mínimos que dice la relación de los puestos de trabajo, que habrá
sido convenientemente modificada si es necesario, sea el elegido por el
responsable gubernamental de turno. Sin el más mínimo examen ni acreditación de
sus capacidades, ni experiencia, ni perfil profesional. Viva el principio de
mérito en el acceso a los cargos públicos.
Sabremos también, allá donde se publique la relación
de puestos de trabajo, cuáles son los numerosísimos y a menudo extraños
requisitos necesarios para cubrir los puestos a cubrir por concurso, y como
milagrosamente siempre se cubren. Sabremos los cambios que se hacen en las
relaciones de puestos de trabajo cada dos por tres, para acomodar el papeleo a
decisiones de gestión de personas que quedarán siempre completamente ocultas, y
que muy a menudo no tienen ningún criterio profesional.
En resumen, si hurgamos en una montaña de información
sabremos un montón de cosas inútiles que no nos aclararán nada. ¿Eso es
transparencia?
Transparencia sí, pero con modernización democrática
Aunque duela, conviene recordar que todo nuestro
sistema público consiste en el mismo sistema que existía en el franquismo, que
por decreto y de la noche a la mañana se decidió que ya era democrático. Pero
al día siguiente de ser democrático siguió funcionando exactamente igual que el
día anterior. Los gobiernos se empezaron a decidir con elecciones, y hubo
libertades públicas, pero el funcionamiento interno de las administraciones
continuó igual.
Los primeros años de democracia se habló mucho de la
reforma administrativa como algo necesario y urgente. Pero en la práctica se
hicieron pocos cambios, y, la mayoría, bien torpes, como hemos visto en este
artículo. Y con el paso del tiempo, nos fue pareciendo que nos habíamos
normalizado como un país con instituciones públicas democráticas. Y, con el
optimismo propio de las etapas de euforia económica, incluso nos atrevimos a
pensar que teníamos instituciones modernas propias de un país avanzado, porque
teníamos edificios modernos, muchos ordenadores y páginas web llamativas.
La realidad es que todo nuestro sistema institucional
público tiene deficiencias muy graves e importantes comparado con los países
con más tradición democrática. Y esto no lo resuelve ni resolverá el paso del
tiempo. Sólo con cambios profundos que requerirán mucha energía de los
gobernantes, nos dedicaremos, tal vez, algún día, al trabajo de modernización
democrática de los sistemas organizativos públicos, un trabajo que tenemos
pendiente de hacer, y que es posible hacer.
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