Carles Ramió. Blog EsPúblico.- La distinción entre
política, gestión y administración es importante en el momento de analizar el
proceso de diseño e implementación de cualquier programa público pero adquiere
todavía más trascendencia cuando se está tratando temas relacionados con los recursos
humanos de las organizaciones públicas.
La diferenciación entre política,
gestión y administración de personal reside en que:
a) La Política de
personal implica la definición del modelo y la estructura del personal de cara
al futuro en base a un análisis del entorno (futuras necesidades de la
Administración) y la definición de un modelo estratégico de administración en
consonancia con las exigencias del entorno en el futuro. Es una tarea que forma
parte de las actividades de los cargos políticos al más alto nivel (no solo
corresponde al concejal de régimen interior o equivalente sino debería
implicarse el propio alcalde).
b) La Gestión de
personal trata de definir los mecanismos para la consecución de los objetivos
políticos y la programación técnica de las políticas de personal, son funciones
que han de ser realizadas fundamentalmente por los empleados públicos con una
mayor cualificación profesional como los responsables administrativos de la
unidad central de personal de cada Administración pública.
c) La Administración de
personal consiste en implementar los programas de acción en materia de personal
previamente definidos y suele ser una responsabilidad de los jefes
administrativos inferiores y de los empleados de base de las unidades de
personal de cada departamento de la Administración.
Sin política de personal
El principal problema con
relación a la política, gestión y administración de personal de nuestras
administraciones públicas reside en la casi inexistencia de la primera, es
decir, al déficit en la definición de una substantiva política de personal en
nuestras administraciones públicas. Definir una política de personal es una
actividad muy difícil para los cargos políticos, debido a que:
–
Es
técnicamente complicado ya que implica conocer muy bien los puntos fuertes y
débiles del modelo actual de organización, hacer un análisis de prospectiva
para definir el modelo de organización que pueda dar respuesta a las necesidades
y retos del futuro y, una vez diseñado las necesidades de la organización en el
futuro, definir una estructura de personal acorde con el modelo.
–
Es
políticamente difícil ya que cualquier decisión trascendente en materia de
personal puede generar fenómenos de resistencia individuales y colectivos (a
través de los sindicatos) por parte de los empleados públicos. La definición y
la primera fase de implementación de una política de personal genera a corto
plazo conflictos y las ventajas sólo se perciben a medio y a largo plazo,
momento en el que probablemente ocuparán los puestos políticos personalidades
distintas a las que impulsaron, trabajaron y “sufrieron” el proceso de mejora.
La ausencia de política de
personal implica, en la práctica, la inexistencia de una auténtica gestión de
personal ya que, la gestión consiste en definir los instrumentos para
conseguir los objetivos políticos y esto no se puede conseguir ante la
ausencia de objetivos políticos. Si existe, en cambio, la función de administración
de personal en nuestras administraciones públicas; la gestión del “día a día”
está asegurada: es evidente que los empleados públicos perciben su remuneración
económica a finales de mes y están bajo control todos los aspectos operativos
asociados con los recursos humanos (seguimiento del cumplimiento horario,
tramitación de las bajas por enfermedad, actualización de la antigüedad de los
empleados, etc.).
Concretar programas
En definitiva, la función de los líderes políticos es
fundamental en la definición de la política de personal de la Administración
que significa definir los objetivos estratégicos que se quieren asumir durante
el período del mandato en materia de personal y concretar los programas a
desarrollar para conseguir estos objetivos. Realizar con precisión y atención
esta actividad de carácter político significa necesariamente adoptar un rol
proactivo que se consigue analizado atentamente las necesidades y los
problemas, manifiestos o latentes, de la ciudadanía, sus preocupaciones y
expectativas y observar el entorno para prever futuras problemáticas y
profundizar en las existentes. En este sentido, los más altos líderes políticos
de una Administración representan la atalaya de una nave (organización de la
Administración) que debe permanecer atenta a todo lo que sucede en su entorno,
mirando siempre a la línea del horizonte (visión).
Todas las informaciones
externas se deben analizar y, como resultado de ello, se han de tomar
decisiones (política) que se comunican a la tripulación cualificada de la
Administración (cargos de mando superiores) para que ésta pueda decidir sobre
el conjunto de posibles opciones técnicas con el objetivo de asegurar la máxima
eficacia y eficiencia (gestión) de cara a la ejecución de las instrucciones
políticas recibidas. Una vez definida la opción técnica, ésta se ha de
comunicar a la sala de máquinas de la organización administrativa de cara a su
implementación (administración). Cada nivel ha de estar en su lugar si se desea
tener éxito en la navegación. No es posible disfrutar con éxito del don de la
ubicuidad: un político no puede estar al mismo tiempo en la atalaya, en la sala
de control y en la sala de máquinas de la nave que representa una organización
pública: se escapa mucha información básica del entorno y la nave no tiene un rumbo
claro y tiene tendencia, en momentos de turbulencia, de ir a la deriva. La
atalaya sólo puede ser ocupada por cargos políticos, si éstos no están
presentes no hay liderazgo político y no hay políticas públicas posibles ni de
personal ni de cualquier otro tipo.
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