domingo, 29 de mayo de 2016

Presentación en Oviedo del libro "Los 10 pecados capitales de los empleados públicos"

"No hay profesión sin pecados ni virtudes". Esta es la primera frase que pronuncian el magistrado ovetense José Ramón Chaves y el abogado madrileño José Manuel del Valle nada más sentarse en una cafetería ovetense. Lo dicen por su nuevo libro "Los diez pecados capitales de los empleados públicos. Leyenda y realidad de una tribu universal", en el que cuentan en clave de humor "qué pasa detrás de los muros de la Administración". Aunque las flaquezas imperan en el título, las fortalezas lo hacen en el texto.
"Somos muy constructivos. Reflejamos la visión que tiene el ciudadano de los funcionarios, pero también insistimos en potenciar sus virtudes", explican los autores del ensayo, que tuvo su puesta de largo ayer en el Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea). Tras el éxito cosechado con su anterior título, "Abogados al borde del ataque de ética", José Ramón Chaves y José Manuel del Valle dan el salto en éste al "oscuro planeta" de los funcionarios por dos razones. Primero personal -dicen- por "nuestra experiencia en la Administración" y segundo, objetiva porque describen a un colectivo masivo y "que es criticado en todas las sociedades del mundo".
Entre risas y dando sorbos a un café con hielo, el magistrado y el abogado desgranan los diez -que no los siete- pecados capitales de los funcionarios. Ambos detallan que la razón de añadir tres más se debe a la propia masa burocrática que envuelve al empleado público: frivolidad, intransigencia y oportunismo. Pero antes de hacer un pequeño recorrido por cada uno de ellos, Chaves y del Valle insisten en que la "mayor virtud" de este grupo de trabajadores es la paciencia y en sentido doble: "frente al político caprichoso y ante el ciudadano intransigente". En definitiva, representan la pieza interior de un "sandwich", cuyo fin último es cumplir la ley. "Se tiende a machacar al que da la cara, al de la ventanilla; sin embargo, el funcionario sólo se dedica a respetar la legislación", afirman.
Del 1 al 10:
1) Soberbia. Se entiende con la siguiente frase: "Yo pasé la oposición y yo soy dueño y señor de mi plaza". Con el añadido de que al empleado se le viste de potestades públicas y se desprende del traje de la modestia.
2) Avaricia. El funcionario se mueve en un entorno en el que hay muchas posibilidades de crecer en el sentido de ganar más dinero, tener más poder o mandar más. En los pasillos sólo se preguntan: "¿Cómo me promociono?"
3) Ira. Impera el café para todos con incentivos, pero no hay un estímulo para trabajar mejor. El dedo del político es el que decide su futuro y ahí es cuando surgen los enfados. Al no poder ensañarse con el de arriba, lo hace con el de abajo.
4) Lujuria (en sentido profesional). Al coexistir personas de diferente sexo y edad, se dan situaciones pintorescas. Todos quieren tener el mejor despacho, el mejor móvil, el mejor coche... Es el amor a la competitividad.
5) Envidia. Es un sentimiento que nace con especial virulencia cuando no son tratados igual ni por la ley ni por sus superiores. El funcionario tiene envidia del político, del empresario privado...
6) Gula. (en sentido metafórico). Se refiere al apetito de querer siempre más: acudir a comisiones de servicios, a cursos de formación, tener vacaciones...
7) Pereza. Es el más clásico: el funcionario es un vago. Sin embargo, los autores salen en su defensa para dejar claro que esa es una "sensación" fruto del desconocimiento, pero no una realidad. El retraso en los trámites responde a un imperativo legal.
8) Intransigencia. El ciudadano quiere que se resuelva su caso de la forma que él lo percibe. Sin embargo, el funcionario aplica la ley y entonces se le ve como una persona poco solidaria.
9) Frivolidad. Su estatuto es muy cartesiano en cuanto a trámites y horarios. Es entonces cuando sueltan las típicas frases de "a mí me da igual que se haya acabado el plazo"; "esto no lo llevo yo, sino fulanito"...
10) Oportunismo. La única forma de ascender en la Administración es pisarse uno a otros en las escaleras, que además suelen ser estrechas. Aquí es cuando empleado público intenta conocer a un político y medrar en la tierra de las oportunidades.

-Ver anterior post sobre Los diez Pecados Capitales
-Editorial Amarante.-

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