Otro post de interés: Gestionar la complejidad en formación y aprendizaje, por Jesús Martínez. Trabajo Colaborativo blog
Buscando la suerte
La fortuna (en su acepción de suerte o de mala suerte) incomoda a Maquiavelo ya que escapa de toda lógica y no guarda relación con la calidad o la insolvencia de las estrategias, tácticas ni de las capacidades competencias que atesore un líder. En el poema de los Capitoli que dedica a la fortuna Maquiavelo muestra impotencia y desesperación. Así la describe: «Su natural poder domina todo, siempre es violento su total imperio […] Y muchos la llaman omnipotente, porque cualquier humano en esta vida tarde o temprano su poder siente […] Esta inconstante e inestable diosa a menudo al indigno sienta en el trono donde jamás permite a quien merece […] Ella dispone el tiempo a su manera; ella te sube al cielo o bien te entierra sin piedad o sin leyes ni razones» (De la fortuna en Capitoli).
La fortuna (en su acepción de suerte o de mala suerte) incomoda a Maquiavelo ya que escapa de toda lógica y no guarda relación con la calidad o la insolvencia de las estrategias, tácticas ni de las capacidades competencias que atesore un líder. En el poema de los Capitoli que dedica a la fortuna Maquiavelo muestra impotencia y desesperación. Así la describe: «Su natural poder domina todo, siempre es violento su total imperio […] Y muchos la llaman omnipotente, porque cualquier humano en esta vida tarde o temprano su poder siente […] Esta inconstante e inestable diosa a menudo al indigno sienta en el trono donde jamás permite a quien merece […] Ella dispone el tiempo a su manera; ella te sube al cielo o bien te entierra sin piedad o sin leyes ni razones» (De la fortuna en Capitoli).
Maquiavelo reconoce lo obvio: que en el arte
del gobierno tiene su protagonismo e impacto la suerte o la mala suerte. Lo
inesperado, favorable o desfavorable, como una contingencia inevitable. Pero
considera que es un disparate abandonarse a este aleatorio destino y propone
combatirlo, aunque reconociendo su innegable influencia «No obstante, para no
agotar nuestro libre albedrío, creo que puede ser cierto que la fortuna sea
árbitro de la mitad de nuestras acciones, pero también nos deja controlar la
otra mitad, o casi» (Capítulo XXV de El Príncipe). Y propone que los líderes
sean conscientes de este fenómeno aleatorio, pero también que se preparen para
evitar sus externalidades más negativas. «La fortuna demuestra su poder donde
no se ha dispuesto la virtud para resistirla; y aquí dirige sus embates, hacia
donde sabe que no se han hecho los diques ni las protecciones para detenerla»
(Capítulo XXV de El Príncipe). En efecto, este condicionamiento no puede
llevarnos a la impotencia ni al derrotismo, porque también contamos con la
virtud (virtù), considerada como la capacidad subjetiva para aprovechar las
oportunidades que se nos presentan o salir del paso de las circunstancias
desfavorables. Por lo tanto, nada más ajeno que pensar en la virtud como la
geometría de la compasión. La virtud es una acción. Un momento donde coincide
el cálculo con la oportunidad. La virtud es la mezcla de habilidad, de talento,
de coraje y entrega para cultivar la fortuna y, si se sabe encauzar
adecuadamente, puede conducir al éxito del príncipe. Esto me recuerda una
afirmación realizada por un prestigioso directivo contemporáneo «cuanto más
trabajo, más suerte tengo». Como analista de las prácticas reales de liderazgo
siempre me ha costado reconocer a líderes intrínsecamente afortunados. Es obvio
que los hay con suerte, pero cuando los estudias con detalle detectas un
trabajo oculto y silencioso para atraer y aprovechar estas oleadas de buena
fortuna. La suerte, normalmente, suele caer en el bando de quién más la
ha buscado y trabajado con inteligencia. Maquiavelo lo dice de manera sutil «Es
feliz el que concilia su manera de obrar con la índole de las circunstancias»
(Capítulo XXV de El Príncipe). En cambio, me produce desazón, al
igual que a Maquiavelo y en sus lamentos de su Capitoli, que existan los
líderes (y demás personas) que son desafortunados. Líderes a los que la mala
suerte les persigue en los momentos más críticos a pesar de que no han hecho
ningún demérito para fomentar este indeseable encuentro e, incluso, a pesar de
que se han preparado para evitarla o para superarla.
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