"Las puertas giratorias tienen un campo en el caso de la función pública de lo que no se suele hablar o que, por lo menos no están en el ojo del huracán: el paso de los miembros de los cuerpos de élite de la Administración del sector público al sector privado para litigar contra el Estado"
Por Julio González. Blog Globals Politics and Law.- En los últimos tiempos se han traído a la primera línea del
debate político la cuestión de las puertas giratorias, que se suele vincular
únicamente a las situaciones en las que los políticos pasan a desempeñar
funciones dentro de las grandes empresas una vez que dejan de serlo. Como
veremos es una parte menor del problema recogido en su conjunto.
Un problema que se quiere constitucionalizar mediante su
prohibición durante un periodo más o menos grande de tiempo, como vía para
garantizar la imparcialidad en el ejercicio de la acción pública. Un problema
actual y perenne, que no es sólo de nuestro país y que está de actualidad por
los supuestos de interacción entre lo público y lo privado que se vio en los
años anteriores.
Más allá de la primera reacción, el problema de las puertas
giratorias, del pantouflage de los franceses, revolving doors de
los anglosajones, no es un problema que se pueda despachar de un plumazo. De
hecho, cuando abordamos el problema de las puertas giratorias hemos de ser
conscientes que no sólo se producen en el momento de dejar el ejercicio de la
actividad pública sino que también se puede producir antes y durante su
actividad, como se ha demostrado recientemente en España.
Conflictos de intereses
Empecemos planteándonos la primera cuestión; de la que no se
suele hablar: ¿qué requisitos previos exigimos a un político? No
estoy hablando sólo de su cualificación, sino de que puede que existan
conflictos de intereses en aquellos casos en los que se va a desarrollar la
actividad en el mismo tipo de sector económico: un riesgo que se refiere
específicamente a lobbystas y a altos directivos de las empresas. De
hecho, el riesgo es tan considerable que constituyó uno de los aspectos
regulados por el Presidente
Obama en el año 2009. Es un problema generalizado como lo prueba la
presencia de Goldman Sachs en muchas de las instituciones públicas y
Ministerios de Economía; especialmente en los Estados Unidos.
Gobierno Sachs
En efecto, conviene recordar que es también
extraordinariamente importante al otro lado del Atlántico, de tal manera que es
conocido en los Estados Unidos como “Gobierno Sachs”. Por coger dos datos: el
Secretario del Tesoro de Clinton, Robert Rubin, que llevó a cabo la
desregulación financiera, venía de Goldman Sachs. Así como el Secretario de
Estado de Bush, Hank Paulson, que transfirió a los Estados lo que púdicamente
se denominan activos tóxicos de los bancos durante la crisis financiera.
Timothy Geithner, tiene el mismo origen. En la Comisión europea, han sido
comisarios los siguientes miembros de Goldman Sachs: el irlandés Peter
Sutherland como comisario de competencia; Karel van Miert Comisario también de
competencia; Mario Monti Comisario del Mercado interior –por designación de
Berlusconi-. Robert B. Zoellinek, Presidente del Banco Mundial entre 2007 y
2012, también procede de Goldman Sachs y allí volvió en 2013. El portugués
Antonio Borges fue, entre 2000 y 2008, vicepresidente de Goldman Sachs. En 2010
fue nombrado director del Fondo Monetario Internacional para Europa. El estudio
de D. Cohan Money and Power: How Goldman Sachs Came to Rule the World (2012) es un buen botón de muestra;
como lo es, por coge el caso más escandaloso, el de Durao Barroso, que estuvo
en conversaciones con ellos incluso antes de finalizar su mandato.
No podemos olvidar, en nuestro país, el caso del antiguo
Ministro de Defensa, hoy embajador en los EEUU, que venía precisamente de la
industria armamentística. Es, de todos modos -sin que sirva de consuelo- un
problema general, como ya he avanzado antes. Los casos de los conflictos de
intereses de Trump y de algunos miembros -como especialmente el Presidente de
la agencia de protección del medio ambiente- de su ejecutivo; así como de los
del Gobierno francés -aquí vinculados los más graves a la industria
farmacéutica- o británico
en relación con el comercio, muestran que este es un aspecto en el que no
se ha incidido demasiado.
Tras la política
El fenómeno más comentado de las puertas giratorias se
vincula a la pregunta de qué hace un político cuando deja de serlo. Trabajar en
lo suyo, parece la primera respuesta y que, desde luego es la situación normal
de los que tienen la condición de funcionario. Para los que no lo son, ¿cómo de
estrictos somos limitando el trabajo al que pueden acceder? E inmediatamente
después nos tenemos que preguntar: ¿qué indemnización le damos si restringimos
de forma estricta su acceso al mercado de trabajo?
Nos encontramos ante muchas situaciones que entran en los
problemas de uso de la influencia adquirida en la política para el desempeño a
posteriori de la labor privada y en donde, además, aparece la cuestión de que
el expolítico debe tener un puesto de trabajo (salvo que asumamos que haya que
dar una indemnización). Y no podemos olvidar que, en ocasiones, su nombramiento
para un cargo público deriva, precisamente, de esos conocimientos que ahora
pretendemos invalidar para el ejercicio profesional.
El problema, se dice, aparece cuando se accede a un Consejo
de Administración de una gran empresa, especialmente si es de las denominadas
estratégicas. En España siempre sale el mismo caso, a pesar de que lo dejó hace
algún tiempo: ¿Consideramos ilógico que Felipe González pudiera estar ahora (lo
pongo en condicional, porque dejó de estar hace bastantes meses) en el Consejo
de Administración de Gas Natural, cuando hace más de 20 años que dejara la
Presidencia del Gobierno? A mí recordar este caso no me parece adecuado. El
tiempo transcurrido es demasiado grande.
Hacer lobby
A partir de aquí, surge la siguiente cuestión: ¿sólo
miembros de Consejos de Administración? Esta es la situación en la que estaba
Jordi Sevilla (trabajando para una consultora, Price Waterhouse Coopers) ¿Se lo
impedimos también? ¿Por cuánto tiempo? ¿Estamos diciendo en consecuencia que
sus conocimientos no le permiten para ganarse la vida? O en el caso de Trinidad
Jiménez. Dejó de ser Ministra hace cuatro años. Un tiempo más que respetable
para que ahora pueda afrontar un cambio en su vida profesional. E incluso
podemos plantearnos algo más: ¿para cualquier tipo de empresa? ¿O hacemos
distinciones?
Frente a lo estricto que parece que se quiere ser con estas
situaciones nada se dice de otras. Para hacer lobby, para desplegar
influencias, no hace falta entrar en un Consejo de Administración ni siquiera
trabajar para una gran empresa. ¿Hemos pensado en los despachos de abogados o
de otros profesionales liberales cuya tarea fundamental es el lobby? ¿No
sería mejor la regulación del lobby para saber quiénes se dedican a
este tipo de menesteres, tal como ocurre en la Unión Europea? ¿No habría
también que mejorar la transparencia de la actuación pública para saber con
quién se reúne cada cargo público y cuál es el contenido de la reunión?
Posiblemente resulte muy interesante analizar qué está ocurriendo con el lobby
en la Unión Europea y qué trascendencia tiene en muchas de las
políticas que se están haciendo, empezando por el contenido de los grandes
tratados comerciales-
Yendo más allá, determinar incluso los regalos
(supuestamente de cortesía) que se reciben. ¿Tenemos un horizonte de una
regulación como la estadounidense? Porque recordemos la dificultad que plantea
su persecución con lo ocurrido con los trajes de Camps y el denominado cohecho
impropio.
O incluso, ni siquiera hace falta plantearnos que el cargo
público pase al sector privado, cuando es posible hacerlo fichando a su pareja.
Es difícil no pensar que el fichaje de Iván Rosa, esposo de la Vicepresidenta
Saez de Santamaría, dos meses después de que esta accediera al cargo no está
motivado por la posición política de su mujer. Este supuesto: ¿lo consideramos
afectado por una situación de incompatibilidad?
La casuística es grande, como se puede ver, y los contornos
de la legislación deben contemplarlos todos. Pero no resulta suficiente. Los
casos de influencias desarrolladas por algunos diputados del Partido Popular
durante esta legislatura han hecho salir a la luz un problema que está bien
regulado pero mal aplicado: el otorgamiento de la compatibilidad a los
diputados para desarrollar actividades privadas. Cogiendo la letra del artículo
157 de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General, donde se recuerda que
la actividad de diputado o de senador es con dedicación absoluta no podría
pasar. La lectura que se hace de la misma nos conduce a que esté ocurriendo. El
problema es también de cómo se aplican los supuestos y sobre todo las
excepciones que existen, tal como se vio en la reciente
votación de julio de 2017, que mereció el voto negativo del Grupo Parlamentario
Socialista.
Las puertas giratorias tienen un campo en el caso de la
función pública de lo que no se suele hablar o que, por lo menos no están en el
ojo del huracán: el paso de los miembros de los cuerpos de élite de la
Administración del sector público al sector privado para litigar contra el
Estado. Abogados del Estado e Inspectores de Hacienda son los primeros en esta
lista. Si tomamos los datos de la última relación circunstanciada de
funcionarios del Cuerpo de Abogados del Estado, referida al 1 de marzo de 2012,
vemos un panorama desolador de excedencias voluntarias que afectan
aproximadamente a la mitad de la plantilla y que significan la salida al sector
privado para litigar contra las Administraciones públicas. Uno de cada diez en
empresas del IBEX 35.
Aquí habría que ampliar el tiempo en el que deben permanecer
obligatoriamente en el sector público (que hoy sólo son 5 años, tras la
modificación hecha por el Gobierno Aznar) y endurecer las consecuencias de su
salida. De esto, que nos está costando mucho dinero al cabo del año, sin
embargo, no se dice absolutamente nada. En Francia, la Alta Autoridad por la
Transparencia de la Vida Pública se propuso el examen de la salida de los altos
funcionarios al sector privado.
Con los ejemplos anteriores he querido destacar un dato:
merece una respuesta pensada para incluir todo aquello que merezca la pena y
con unas consecuencias proporcionadas. Todo ello, en el empeño de que se
reduzca lo más posible una influencia perniciosa a la hora de toma de
decisiones públicas. Aunque para esto me parece que la capacidad del político
para aguantar las presiones y decidir en función del interés general es lo más
relevante.
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