Carles Ramió. Blog EsPúblico.- Los últimos casos de corrupción demuestran algo que nadie ha querido reconocer hasta ahora: la corrupción es sistémica en lo que se refiere y tiene su origen en la mayoría de los partidos que nos han gobernado. Estos partidos “clásicos” están ahora catatónicos por su falta de legitimidad moral. Solo son capaces de gritarse unos a otros “y tú más” y de dedicarse a tiempo completo a tapar sus vías de agua para no naufragar. Es un intento vano ya que se van a hundir sin remedio.
Por este motivo exijo a los actuales partidos, todavía protagonistas del escenario político en el gobierno o en la oposición, que dejen de perder el tiempo y se pongan a trabajar en serio por el bien del país. Se trata ahora de salir de una crisis institucional que nos puede hundir a todos y ya no tiene sentido intentar salvar solo al actual sistema de partidos. Además, quizás salvando al país puedan salvarse algunos muebles de los actuales partidos. Las propuestas que deberían atender de forma inmediata son:
- Hay que salir rápido de la espiral de depresión colectiva en la que estamos instalados. Lo que ocurre a nivel de corrupción en el país es grave pero no mortal. Una parte importante de los países desarrollados de nuestro entorno también han sufrido y padecen esta enfermedad. El aspecto autóctono del fenómeno es, hasta el momento, una gran impunidad.
- De manera inmediata habría que dotar de mayores medios a los jueces, fiscales y policías que investiguen los casos de corrupción. Cuando caiga en sus manos un caso de corrupción de forma automática habría que destinar más recursos y, además, los cargos políticos alejarse totalmente y dejar que los profesionales públicos trabajen con total autonomía. Solo la neutralidad absoluta y una gran rapidez pueden calmar la alarma social.
- A partir de ahora mismo deberían hacerse públicos los gastos, euro a euro, de todas las administraciones públicas y de todos los partidos políticos. Todos son todos: incluso lo que se gasta en una comida un ministro o lo que cuesta un desplazamiento de un líder político aunque lo haya sufragado su propio partido. De forma radical van a cambiar unos usos y costumbres que sin ser ilegales los ciudadanos detestan.
- Cambiar de forma radical el papel y el rol que juegan el tribunal de cuentas (y sus equivalentes autonómicas) y los interventores dentro de la Administración pública. Hacer aquí lo mismo que con la justicia: muchos más recursos y garantía de una autonomía absoluta.
- Recuperar la neutralidad de los empleados públicos instalando como único el criterio meritocrático para la asunción y permanencia en los puestos de mando y de carácter directivo. Suprimir de plano la discrecionalidad política en los puestos profesionales de contacto con los políticos.
Estas cinco medidas deberían tomarse de forma urgente como forma de salvar al país de su actual estado de depresión y desconfianza colectiva. Estoy hablando de días o semanas y no de meses o años. Si además, los actuales partidos que todavía dominan la escena quieren salvarse del tsunami que ellos mismos han generado, las otras medidas serían las siguientes:
- Impulsar unas auditorías independientes sobre las cuentas de sus partidos durante la última década y mostrar sin tapujos y sin trampas todos sus trapos sucios.
- Pedir perdón y disculpas públicas a la sociedad por todos los desaguisados.
- Cambiar a todos sus actuales máximos líderes ya que todos son culpables ante la sociedad aunque sea por omisión. Sabe mal decirlo pero incluso los líderes más recientes de los partidos “clásicos” están quemados ya que sin ser culpables activos atesoran la culpa de no denunciar automáticamente las irregularidades que seguro que detectaron desde el primer momento que tomaron las riendas.
Estas tres últimas medidas las percibo como casi imposibles pero si los actuales partidos políticos no las adoptan van a pasar a ocupar posiciones irrelevantes en los nuevos arcos parlamentarios. Ellos se juegan el papel más o menos relevante que van a tener junto a los nuevos partidos que están surgiendo con gran fuerza. En todo caso, unos y otros deberían afrontar en la nueva legislatura dos medidas más:
- Cambiar todas las actuales reglas institucionales de financiación de partidos, del sistema electoral, del modelo de descentralización, del modelo de Administración, etc. Entraríamos, pues, en una legislatura constituyente.
- Suavizar algunas de las primeras medidas urgentes ya que podrían tener a medio plazo el inconveniente de pasar de un sistema dominado por los partidos a un sistema dominado por la burocracia y los tecnócratas. Y esto no es bueno. Hay que conjugar con inteligencia ambos ingredientes para que unos nuevos partidos, que son los que tendrán la legitimidad democrática, sigan dominando el sistema pero con importantes contrapesos de carácter neutral y profesional.
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