"No hay lugar en el Estado de Derecho para privilegios ni tampoco para parlamentarios que ensucien tan noble condición"
José Ramón Chaves.- DelaJusticia.com.-Arranca la nueva legislatura y todo son aplausos y preocupaciones por el reparto de cargos y cambalaches de poder. Espero que el nuevo Congreso arranque sin descuidar su obligado ejemplo de transparencia que está bajo mínimos.
José Ramón Chaves.- DelaJusticia.com.-Arranca la nueva legislatura y todo son aplausos y preocupaciones por el reparto de cargos y cambalaches de poder. Espero que el nuevo Congreso arranque sin descuidar su obligado ejemplo de transparencia que está bajo mínimos.
Y es que hace dos días, me
quedé perplejo cuando el Diario El Mundo divulgó que solicitó formalmente del Congreso que le
facilitase algo tan elemental como es “la identificación de los
parlamentarios parlamentarios que dispusieron de tarjeta taxi, teléfono móvil,
tableta electrónica, línea de datos y ADSL en su hogar a cargo del Parlamento
español durante la pasada legislatura”, así como “facilitar las retribuciones
de los asistentes o asesores nombrados por los diputados o los grupos
parlamentarios”.
La respuesta de la Mesa de
la Diputación Permanente del Congreso ha sido utilizar el argumento de que
prevalece “la protección del dato personal frente al derecho de acceso a la
información”, ¡Y se quedan tan anchos!.
Burlas
Me parece una burla
intolerable. O dos burlas pues son dos los bloques de datos que se ocultan.
No hacen falta leyes de
transparencia para que las autoridades públicas faciliten qué uso hacen de
su cargo y como se benefician de los fondos públicos. Debería facilitarse con
naturalidad como consecuencia del deber de dar cuenta del uso de los fondos
públicos con ejemplaridad por parte de quien se supone es el guardián de lo
público.
No hace falta que se pida
formalmente por los medios de comunicación que se digan los sueldos de los
asesores parlamentarios o si se cuenta con beneficios tecnológicos a costa de
las arcas públicas. Debería facilitarse de oficio por el Congreso o por propia
iniciativa de los parlamentarios afectados.
No hace falta que un
órgano parlamentario busque argumentos jurídicos para denegarlo sino que
si hay escollos legales, deberá impulsar propuestas para la transparencia pues
es el propio parlamento de quien hablamos. Y si una normativa interna
parlamentaria lo impide, pues debería cambiarse.
No hace falta invocar la
protección de datos personales para eludir tal información, pues supone
pervertir el derecho de intimidad al utilizarlo de forma impúdica. Si un
ciudadano tiene derecho a conocer el uso de las arcas y medios públicos por un
Alcalde, concejal o alto cargo público, también de los parlamentarios.
Y si los parlamentarios
prontamente facilitaron su identidad cuando hacían su petición de móvil,
tableta o línea, y que gustosamente volverían a facilitarla para renovarla si
se extravía o avería, a través de procedimientos administrativos ante el
Parlamento, pues me parece una vergüenza que tengan un ataque de dignidad y se
nieguen a facilitar tan importante “dato personal”. Es cierto que mucho antes
se facilitó la información (no personalizada, por grupos parlamentarios)
de que 261 diputados renuncian a que el Congreso pague su ADSL y 51, a la tarjeta de taxis,
pero bien estará conocer la identidad de unos y otros, para lo bueno y para lo
malo. Aquí se detiene la transparencia, o mas bien, aquí arranca la oscuridad.
Moralidad
No es cuestión de
legalidad. Es cuestión de moralidad. Me sorprende y preocupa que
voluntariamente los diputados que se benefician así, de medios técnicos o de
asesores, no faciliten su identificación, dando un paso adelante y confesando
si utilizan tales beneficios parlamentarios.
Si existen esos beneficios
es que son lícitos y por ello no debe ser vergonzoso identificar a los
beneficiarios, salvo que existan intereses inconfesables. Salvo que tengan
algo que ocultar. Salvo que hagan su uso para fines particulares. Salvo que
hagan un uso abusivo. Salvo que se demuestre que son beneficios que no se
precisan para la función parlamentaria.
Cuando la opacidad parlamentaria
entra por la puerta, su credibilidad salta por la ventana. Y si la mayoría de
los diputados han renunciado a esos beneficios… ¿por qué este “bloque de
justos” no impulsan y se ponen de acuerdo para impedir que la minoría se escude
en la protección de datos o para imponer que se condicione el disfrute de los
mismos a facilitar la identidad?
Y es que, como me
enseñaron en la facultad, una cosa es la prerrogativa, o facultad
inherente al ejercicio de un cargo y otras un privilegio, una condición
exclusiva vinculada a la persona y que es propia de tiempos feudales felizmente
superados.
No hay lugar en el Estado
de Derecho para privilegios ni tampoco para parlamentarios que ensucien tan
noble condición.
Desde luego, personalmente
no me considero representado por quien me oculta tan elementales datos, pues
coincido con aquello que decía Tierno Galván con lucidez que “los
políticos tenían que tener los bolsillos de cristal”.
No sé si la culpa la
tienen los partidos políticos que no controlan a sus parlamentarios o si la
tiene la Mesa del Congreso o si son nuestras leyes que atan perros con
longaniza. Lo cierto es que como decía Hamlet, “algo huele mal en Dinamarca”.
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