«Saber mucho no es lo mismo que ser inteligente. La inteligencia no es sólo información, sino también juicio, la manera en que se recoge y maneja la información» (Carl Sagan)
Por Víctor Almonacid. EsPúblico blog. Se quedan cortos los que afirman que nos encontramos en una
época de cambios. Nos encontramos ante un cambio de época. Y nos hallamos justo
en plena transición, una transición que no sólo es tecnológica, sino también
social, económica, ecológica y, en definitiva, global. Se antoja literalmente
imposible afirmar que la Administración se encuentra al margen de todo esto.
La
Comisión europea ha presentado recientemente su estrategia sobre inteligencia
artificial (consúltese el documento Shaping
Europe’s digital future: Commission presents strategies for data and Artificial
Intelligence; aquí la versión
en español), una estrategia que se apoya sobre los datos, y no en vano se
prevé la creación de un marco de gobernanza intersectorial para el acceso y la
utilización de los datos, y la propia UE tiene previstas inversiones en datos y
en infraestructuras a nivel europeo para el “alojamiento, procesamiento y
utilización de los datos y su interoperabilidad”. La estrategia se completa con
un Libro Blanco sobre inteligencia artificial que se resume en dos
grandes bloques: desarrollar un “ecosistema de excelencia” y desarrollar un “ecosistema
de confianza”. Nadie dirá que estas dos palabras (excelencia y confianza)
tienen mal encaje con el servicio público. Por lo demás, hace tiempo que Europa
ha centrado su estrategia en el desarrollo del mercado único digital, el uso de
los datos como estrategia de promoción económica, el binomio
seguridad-interoperabildad, la identificación y la firma electrónicas como
herramientas para las distintas transacciones, la tecnología al servicio de las
políticas públicas medioambientales, y, en definitiva, la economía digital en
todas sus dimensiones. Todo esto no es tan nuevo; ocurre simplemente que
ustedes lo conocían con otros nombres: administración electrónica, smart city,
gobierno abierto…
Algoritmos
Habrán leído o escuchado que la inteligencia artificial
utiliza algoritmos. Pero ¿qué es un algoritmo desde la óptica de la
Administración? Lo cierto es que existen varias teorías (muy interesante la de
Andrés Boix, que los considera Reglamentos) pero en mi opinión se trata de
simples trámites reglados, precisamente porque son automatizados. El art. 41.1
de la Ley de Régimen Jurídico, establece que «Se entiende por actuación
administrativa automatizada, cualquier acto o actuación realizada íntegramente
a través de medios electrónicos por una Administración Pública en el marco de
un procedimiento administrativo y en la que no haya intervenido de forma
directa un empleado público». Por tanto, ¿estamos hablando de una norma o de la
articulación formal del procedimiento definido precisamente en una norma?
Entendemos que no estamos en la fase de regulación, sino en la de ejecución.
Según la RAE, un algoritmo es un «Conjunto ordenado y finito de operaciones que
permite hallar la solución de un problema», mientras que a nivel científico se
inserta en el ámbito disciplinar de las matemáticas, la lógica, y las ciencias
de la computación. Quizá no haya nada que decidir después de todo, por lo que
un algoritmo “bien programado” en realidad no alcanza cota alguna de
discrecionalidad. Cuando decimos “bien programado” debe entenderse el concepto.
Pensamos que la mera programación, aun siendo correcta desde los parámetros
jurídicos e informáticos que son tenidos en consideración, debe ser completada
con aspectos de tipo ético (abogamos por la ética by design), tal y como
apunta Alorza en su entrada
“La
ética del uso de datos y algoritmos”, y también por la necesidad de
establecer algún mecanismo puntual de supervisión “humana”. Nada de esto es
ciencia ficción, es simplemente administración electrónica. Se supone que
en algún momento de la implantación del procedimiento electrónico hemos
obtenido unos flujogramas a partir del trabajo de la reingeniería de
procedimientos, y que en esta labor hemos catalogado todos los trámites de cada
procedimiento, asignándolos a una actuación material humana (firma electrónica)
o convirtiéndolos en un automatismo (sello electrónico). El algoritmo no es el
origen ni el fin; es el instrumento.
Por otra parte, desde el punto de vista de los recursos
humanos de las organizaciones públicas, debemos entender que la inteligencia
artificial no es la nueva inteligencia, sino una nueva inteligencia que desde
luego ni puede ni debe sustituir a la inteligencia humana. La complementa, la
ayuda. Hace unos días Xavier Marcet escribía un artículo titulado “Habilidades
2030” (La Vanguardia, 23/02/2020), donde indicaba que «Las empresas que tengan
gente que piense, que venda, que sea operativa, que aprenda y que se respete
creo que no deben tener ningún miedo de la inteligencia artificial. De lo que
hay que tener miedo es de la falta de inteligencia natural». En efecto, este es
un tema que genera miedos, temores y resistencias (cómo no), pero no parece muy
inteligente negar la inteligencia. ¿Cuál es el motivo de tanta resistencia al
cambio? Lo cierto es que distintos factores aún no han permitido la
implantación total de una administración electrónica eternamente demorada (para
la Administración, no para nadie más). La administración electrónica, y sobre
todo la «automática«, pone en jaque a muchos «jefes» tradicionales. Ellos se
alimentan de perfiles de «auxiliar administrativo que no piensa». Pero los
puestos de trabajo públicos, al igual que los servicios públicos, van a crecer
en calidad. Esta calidad además atraerá el talento, que bienvenido sea. Esto va
a destrozar la antigua jerarquía pura y dura… Como dijo Daniel H. Pink: «los
trabajos rutinarios y poco interesantes requieren un jefe; los no rutinarios y
más interesantes dependen de la autogestión».
Sin miedo al cambio
La moraleja es que en realidad a
la gente no le importa tanto cambiar, lo que no le gusta es lo que cree que
puede perder con el cambio. Pero ese es su problema, no el de los miles de
usuarios del servicio público, honrados contribuyentes para más señas.
En definitiva, ya está aquí la inteligencia artificial (AI),
en realidad la artificial intelligence (AI).Y ha llegado a todos los
rincones, por lo que la Administración no puede (ni debería) librarse. Entiendo
que a muchas personas no les agraden los anglicismos, pero, nos guste o no,
para la administración española ha llegado la era del open government,
e-goverment, e-procurement, compliance, blockchain, smart city, smart region,
smart island, open data, big data, benchmarking, sandbox, team
leadership, nudge… Y por supuesto artificial intelligence. ¿Pero
por qué en inglés? Porque son fenómenos mundiales. De hecho en todo el mundo
existen administraciones públicas, porque es así como estamos organizados los
seres humanos prácticamente desde los asentamientos nómadas… Y ¿saben cuál es
la administración más repetida? La municipalidad, concejo o ayuntamiento.Los
nuestros no son tan especiales.
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