Por Carles Ramió. EsPúblico blog.- Hay dos ámbitos de gestión pública sobre los que hay que
prestar especial atención sobre el potencial impacto de la robótica en la
Administración pública: sanidad y educación. Estos dos sectores van a ser los
más críticos y tensionados en los próximos 20 años por el impacto del
envejecimiento de la población.
Hay pronósticos que consideran que este impacto
podría impulsar en gasto adicional del 12 por ciento del PIB por el impacto en
las pensiones, pero fundamentalmente por las nuevas necesidades en sanidad y en
servicios sociales. Este incremento del gasto es inasumible para el sector
público y difícil de absorber para el sector privado. El problema del
envejecimiento de la población va implicar grandes cambios conceptuales sobre
cómo se concibe tanto la sanidad como los servicios sociales. Por ejemplo,
deben transformarse los roles de los hospitales y de las residencias de
ancianos tal y como ahora los conocemos. Son dos tipos de infraestructuras y
servicios aparentemente imprescindibles ante el envejecimiento de la población
pero que son muy costosos económicamente y muy poco atractivos para los
usuarios. Nadie quiere ir voluntariamente ni a un hospital o clínica ni a una
residencia de ancianos. Por tanto, hay que orientar la tecnología 4.0 para
cambiar los canales habituales de canalización de los futuros ancianos ante las
enfermedades crónicas y o ante la situación de dependencia física y cognitiva.
En primer lugar, habría que diseñar una nueva red de centros sanitarios de
proximidad donde se puedan atender las enfermedades crónicas de los ancianos y
también los cuidados paliativos. Estos centros podrían prestar sus servicios de
manera mucho más confortable y económica a los ancianos y dejar a los
hospitales (maquinarias que generan un enorme gasto y que son poco atractivos y
confortables) para los traumas y las situaciones más excepcionales.
Dependencia de personas mayores
En segundo
lugar, hay que redefinir las políticas sobre la dependencia de las personas
mayores. Las residencias de ancianos son odiosas socialmente e inasumibles económicamente
tanto para el sector público como por la vía privada para la mayor parte de la
sociedad. Por ejemplo, Dinamarca ha decidido recientemente prohibir la creación
de nuevas residencias de ancianos por considerarla una mala opción tanto en el
plano social como en el económico. Lo que desean los ancianos es vivir en sus
domicilios. Por tanto, es necesario redefinir los servicios sociales para
fomentar la residencia domiciliaria de las personas mayores. La inteligencia
artificial y la robótica pueden y deben facilitar este proceso sin incrementar
en exceso las plantillas de personal vinculadas a los servicios sociales. Hay
que repensar también las ciudades para que sean habitables para los ancianos
con problemas físicos y cognitivos. Reiteramos que los cambios no son solo
tecnológicos, sino que deben tener nuevos marcos y referentes conceptuales. Por
ejemplo, el ayuntamiento de Barcelona se ha planteado (de momento solo a nivel
teórico) reordenar el parque inmobiliario de la ciudad de las plantas bajas pensadas
para comercios que ahora están vacíos y en desuso (ante los cambios del modelo
de consumo) para reconvertirlos en domicilios particulares o colectivos en los
que puedan residir los ancianos a precios públicos. Son solo ejemplos, pero en
la Administración pública del futuro será crítico e imprescindible repensar
conceptualmente, aprovechando el cambio tecnológico, la sanidad y los servicios
sociales para mantener o incrementar los estándares actuales de calidad, pero
con unos costes económicos mucho más bajos. En esta estrategia deberíamos
invertir nuestras mayores capacidades institucionales de inteligencia
colectiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario