Por Andrés Morey. Tu blog de la Administración Pública. Hoy día de nuestra Constitución habrá celebraciones oficiales como todos los años. Quizá se leerán públicamente sus artículos más significativos. Pero pienso que también el cinismo estará presente, ya que muchos están por la labor de destruirla y lo vienen haciendo durante todo el tiempo de su vigencia. Poco a poco, gota a gota. Gotas que agotan al ciudadano.
Más allá de sus posibles defectos, los que, como yo, no conocimos una
Constitución hasta casi llegados a los cuarenta años, le damos un gran
valor. Con claridad, digo, que creo que sirvió para que la situación tras
la muerte de Franco no llegará a la división actual y a la que parece
avecinarse. Tánto que se habla del diálogo, del pacto, etc. y nadie aprecia que
ese pacto está en la vigente Constitución.
La otra cuestión que hay que resaltar es- como la
doctrina administrativista y constitucionalista hizo- su valor de norma, su
aplicación directa, por tanto. No es un simple canto a principios y deseos; si
contamos con los adecuados políticos, funcionarios y jueces, es Derecho para
hacer eficaz sin más. Hay que tener valor y formación para aplicar sus
principios y preceptos por encima de toda otra norma que la contradiga o
conducta que la contraríe o adultere. Sin ese valor y formación no hay demócratas,
sólo sicarios del poder corrupto. Artífices de la retórica y el engaño, que
hacen que la propia Constitución acabe siendo también simple retórica. Palabras
sin hechos, sin actos, oscuridad frente a la luz.
Todo lo dicho es necesario también para su modificación o
reforma. Sobre todo nobleza y hombría de bien. Todo de lo que carecen la mayor
parte de los políticos de hoy, adocenados en los partidos políticos que no son
medios o instrumentos de participación ciudadana en la labor política, sino de
información y empleo a los clientes y amigos, apuntados en sus libros,
covachuelas y pandillas. Para esta corrupción basta con aparecer en los medios
de comunicación o tenerlos en propiedad, no hace falta ni gobernar. No hay
hechos ni acción.
Creo que bastantes de los lectores me entenderán. Ya sé
que es inevitable que una Constitución o una norma no tenga cargas retóricas en
sus preámbulos o exposiciones de motivos, incluso en sus preceptos. Pero
¡bendita retórica si llegara a ser un hecho! Por eso trascribo el preámbulo de
la nuestra vigente:
La Nación española, deseando establecer la justicia, la
libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su
soberanía, proclama su voluntad de:
-Garantizar la convivencia democrática dentro de la
Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo.
-Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de
la ley como expresión de la voluntad popular.
-Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el
ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e
instituciones.
-Promover el progreso de la cultura y de la economía para
asegurar a todos una digna calidad de vida.
-Establecer una sociedad democrática avanzada, y
-Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones
pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.
No piensen en nuestra realidad y pidan unos gobernantes
capaces de hacer eficaces estos deseos y proclamación de voluntad para TODOS
sin distinción. Hoy 6 de diciembre de 2019
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