martes, 30 de julio de 2019

Como adaptar el mapa municipal español a la globalización

"España tiene como gran duda casi existencial si apuesta por un modelo unicéntrico o policéntrico. Su realidad económica y poblacional la configuran como un país policéntrico; un Estado con dos grandes áreas metropolitanas que pueden competir globalmente: Madrid y Barcelona"

Por Carles Ramió. EsPúblico blog.- Para que España pueda ser un país competitivo a nivel internacional y organizado de manera equilibrada a nivel interno requiere que su mapa municipal posea dos grandes ingredientes: a) al menos una gran área metropolitana que haga de motor del país y compita a nivel europeo y mundial con las grandes ciudades del mundo; b) un tejido de áreas metropolitanas intermedias que muestren una escala suficiente y que estén bien integradas y conectadas con la locomotora de la gran área metropolitana del país (o las dos grandes áreas metropolitanas) que compite a nivel mundial.  Poseer estos dos componentes de manera equilibrada va a facilitar que España pueda ser un país preparado territorialmente para hacer frente a los retos tecnológicos, económicos, sociales y políticos que van a acontecer en un futuro muy próximo.

Las ciudades medianas tienen tantas oportunidades como amenazas para
competir en un entorno globalizado. Su localización es parte de su renta
El gran motor (uno) o los grandes motores (dos) en forma de grandes ciudades que pueden competir en un mundo protagonizado por las ciudades globales: buena parte de los países de mundo ya se están preparando para la competencia mundial entre las grandes ciudades. Hay dos tipos de modelos de país vinculados a sus grandes áreas metropolitanas: el modelo unicéntrico y el modelo policéntrico (Jordana, 2019). El modelo unicéntrico es el que un país apuesta por una única gran área metropolitana que tiene que ejercer de tractor de conocimiento y de desarrollo económico para todo un Estado. Es el caso de Francia que todo lo fía a París como único gran motor de competencia global. Se trata de un modelo consecuente con la tradición centralista (e incluso jacobina) de Francia. Pero no es un modelo vinculado solo a países unitarios, sino que también lo poseen países descentralizados como Gran Bretaña en el que su apuesta global única es Londres. Por otra parte, hay países policéntricos que deciden competir globalmente con más de una gran área metropolitana. Por ejemplo, los casos de Alemania (Berlín como poder político y Frankfurt y Munich como poderes económicos) o Italia (Roma como poder político y el potente triángulo que conforman las ciudades de Milán, Génova y Turín como la gran área metropolitana de poder económico). 

El modelo español 
España tiene como gran duda casi existencial si apuesta por un modelo unicéntrico o policéntrico. Su realidad económica y poblacional la configuran como un país policéntrico; un Estado con dos grandes áreas metropolitanas que pueden competir globalmente: Madrid y Barcelona. En cambio, a nivel político parece que el Estado se decantaría por un modelo unicéntrico en el que solo Madrid ejerciera de motor de país. Esta segunda opción encaja con la cultura centralista española y hay que hacer notar que es uno de los ingredientes de peso de carácter no emocional que explican una parte del actual conflicto entre Cataluña y el resto de España (Jordana, 2019). La solución a este problema parece obvia: la realidad económica, territorial y demográfica es la que es y tendría que aceptarse política e institucionalmente que el modelo natural de España es la de ser un país policéntrico con dos grandes motores metropolitanos. Este reconocimiento contribuiría a disminuir las actuales tensiones políticas de carácter centrífugo. España debería operar como Alemania e Italia y abandonar el modelo de Francia y Gran Bretaña. Una buena articulación entre las ciudades de Madrid y Barcelona podría implicar que éstas fueran dos de los tres grandes motores económicos del sur de Europa (el tercero sería Milán-Génova-Turín) con capacidad de influencia en un amplio territorio que agruparía a España, Portugal y una parte relevante del sur de Francia. Obvio que habría que articular unas lógicas de colaboración,  complementariedades e intercambios simbióticos entre Madrid y Barcelona. No habría casi ni que estimular esta colaboración ya que de facto hace mucho tiempo que existe. La realidad es tozuda y hay que saber reconocerla y aprovecharla como una gran oportunidad.

Metrópolis y ciudades intermedias
Por otra parte, es necesaria la articulación de las ciudades intermedias como apoyo a los dos grandes motores metropolitanos: las dos grandes áreas metropolitanas de España requieren de una red de ciudades intermedias interconectadas que den fuerza a los dos motores y que puedan captar y distribuir territorialmente el conocimiento y el bienestar. Estos motores intermedios serían: Sevilla, Bilbao, Valencia y Zaragoza. Pero harían falta más: se trataría de favorecer asociaciones metropolitanas entre ciudades más modestas a nivel económico y demográfico para que alcanzaran una escala suficiente: por ejemplo, hay conversaciones para implantar un área metropolitana entre Oviedo y Gijón. Otra posibilidad sería Málaga, Cádiz (Algeciras) y Almería, Vigo y La Coruña o Valladolid, Salamanca y León (esta última quizás sea la más compleja). Esta opción sería el mejor remedio a superar la denominada “crisis de las ciudades medias” (Pimentel, 2019). Con esta configuración España tendría motores territoriales intermedios que podrían cohesionar a todo el país

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