Por Rafael Jiménez Asensio. La Mirada Institucional blog.- Ya se ha cerrado la segunda parte de la sesión de investidura. Las
intervenciones, como marca el reglamento en este caso, han sido breves. Sin
réplicas. Casi tres meses después de las elecciones del 28 A hemos asistido a
una sesión algo surrealista. En todo caso, bochornosa (así la ha adjetivado un
líder político), como marca este tiempo estival que nos tortura y que, al
parecer, ha terminado influyendo en los políticos de turno. Julio siempre ha
sido un mal mes. El calor y el cansancio acumulados pasan factura. Habrá que
dejar espacio al descanso.
Los resultados del 28-A dieron un claro ganador, muy por encima de sus
seguidores, pero asimismo muy distanciado de la mayoría absoluta (53 escaños).
Siempre le quedaba al candidato la esperanza de salir investido en segunda
vuelta, con más votos afirmativos que negativos, y con las abstenciones que
procedieran. En principio, todo se fió a los resultados de las elecciones del
26-M y a la hipotética política de alianzas que se podría instaurar a partir de
entonces. Vano deseo. El eje derecha/izquierda tan alimentado por unos y otros
ha sido determinante. Son, hoy por hoy, bloques herméticos que, a su vez,
producen bloqueos políticos irresolubles. El nacionalismo/independentismo se
alinea abrumadoramente, no sin algunos recelos y peajes, con la izquierda. La
derecha corre el riesgo de desaparecer en Cataluña y Euskadi. Ya es testimonial
en ambos territorios. Y eso también contamina todo.
En fin, todo apunta a que el diseño del calendario electoral escalonado no
ha sido un acierto. Encajar las convocatorias electorales fue complejo. Y ha
tenido daños colaterales. También se censura que el candidato no haya movido un
dedo por ganar adeptos a su causa. Ni por el centro-derecha (vía taponada de
inmediato), ni por su izquierda, ni tampoco por el sector
nacionalista-independentista (el que se ha mostrado, por cierto. más amable a
su causa). Da la impresión de que se ha ido a una investidura fallidamente
programada. Sus razones tendrán. Intentemos desbrozar rápida y, tal vez
especulativamente, algunas de ellas. A saber:
-La suma PSOE-Unidas Podemos no tenía la mayoría parlamentaria suficiente
para poner en marcha determinadas políticas (por ejemplo, aprobar leyes
orgánicas o los presupuestos). Dependía en estos casos de una constelación de
siglas con el voto determinante del independentismo catalán. Esa coalición
tampoco salvaguardaba la estabilidad constitucional e institucional. Un
Gobierno de coalición, así, siempre se rechazó desde Moncloa. Y lo sorprendente
ha sido que, tras una serie de traspiés comunicativos de libro, se haya tenido
que improvisar en pocos días una negociación relámpago de la que nada bueno
podía salir.
-Además, Unidas Podemos no parece ser para el PSOE una marca política
fiable, a lo que se agrava que son competidores en un mismo espacio electoral.
Y donde no hay un mínimo de confianza, lo demás sobra. La falta de cultura
institucional de aquella fuerza política ha sido evidente en algunos casos. Y
eso en buena medida, aparte del tradicional cainismo político que aqueja a la
izquierda, ha tenido consecuencias importantes en la pérdida de determinados
gobiernos.
-Unidas Podemos es, hoy en día, una marca política en proceso de declive.
Subir al barco gubernamental, aunque fuera como polizones, les hubiese dado
oxígeno político para seguir sobreviviendo y aplazar crisis existencial. Sin
embargo, ha podido más el orgullo del líder que hacer de la necesidad virtud.
El objetivo de Moncloa es rematarla o dejarla herida de muerte. La política es
un juego despiadado, sobre todo cuando se adereza con maquiavelismo barato.
-La sombra del tándem Errejón/Carmena (si esta contribuye) es alargada. Una
nueva convocatoria electoral podría abrir una fuga de agua definitiva en los
votos de Unidas Podemos. Al menos hacerles mucho daño. También pueden morder
voto socialista. Aunque las prisas en política no son buenas consejeras. Y la
implantación territorial de la marca Más País (ambigüedad calculada) es hoy en día inexistente, teniendo que beber de las
siempre inestables confluencias, ríos, riachuelos y acequias políticas. No
obstante, en su “novedad”, en su liderazgo más institucional y en su programa
(algo que cuidan) puede estar su atractivo. Si bien, depende cómo se incube
podría dar lugar a otra sopa de siglas con las inestabilidades orgánicas,
programáticas y de funcionamiento que ello genera. El cantonalismo es el gtan
riesgo de la izquierda española no socialista. Y la antesala de su fracaso.
-El líder de Ciudadanos está nervioso. Su apuesta de ser cabeza de la
oposición, tras ese apresurado viaje a la derecha y el abandono consiguiente
del centro político, es vana e inútil, como ha demostrado el 28-A, pero sobre
todo el 26-M. Aún así la partitura del partido sigue sin ajustarse a la
realidad. Continúa soñando. Ha cerrado cualquier posibilidad de acuerdo por
remota que sea con el PSOE, en la inmensa mayoría de las instituciones,
contribuyendo a la política de bloques/bloqueo. C’S, a ojos de Moncloa, está
como fruta madura: algo descolocado, muletilla del PP y jugando al escondite
con la extrema derecha. Una nueva convocatoria electoral puede hacer mucho daño
al partido naranja. La venganza se sirve en plato frío. Más aún la política.
Otra razón “política”, que no de Estado, para ir a nuevas elecciones.
Nuevas elecciones
-Sin embargo, unas nuevas elecciones pueden ser una caja de sorpresas. Nadie
las quiere; aunque en el PSOE, muerta la investidura (salvo sorpresas en
septiembre), sea hoy la opción preferida. La hoja de ruta está diseñada así
desde hace tiempo: O gobierno monocolor (en su defecto, de “cooperación”) o
elecciones. El ensayo frustrado de la coalición vino forzado por las
circunstancias. Tampoco el PP parece querer la convocatoria electoral, de la
que podría salir algo fortalecido del empeño, así como el tradicional
bipartidismo. Su posición es más institucional, pues quiere recuperar parte del
voto perdido. Otro punto que se tiene en cuenta. Hasta algún líder de ese
partido (Feijóo) promueve facilitar la investidura. Las dos almas también
asoman.
-La reacción ciudadana, del siempre olvidado electorado, puede ser
inesperada ante una nueva llamada a las urnas. Quienes cerraron filas con la
llegada de la extrema derecha, pueden quedarse ahora en casa y multiplicar las
filas de la abstención ante el espectáculo bochornoso ofrecido estos días. O,
como se viene insistiendo, se pueden poner en marcha estrategias electorales
como Navarra Suma, en listas comunes
de los dos partidos de la derecha en determinadas circunscripciones. Veremos si
el PP hace de salvavidas de C’s. También esto se valora en Moncloa.
-Además, convocar elecciones cuando la olla del independentismo catalán esté
hirviendo (tras la sentencia del procés) puede volver a polarizar al electorado. El furor patrio, por uno y otro
lado, puede hacer trizas a aquellas opciones políticas que no se mueven en los
extremos o en los polos de la tensión. Como ya pasó antaño. Las elecciones del
28-A y 26 M han normalizado algo el tablero político catalán, aún tremendamente
desagarrado, como lo está su sociedad. Una nueva convocatoria electoral podría
abrir heridas en uno y otro lado. Y veremos quién paga los platos rotos. El
partido en el Gobierno tiene las de ganar, pues este es un tema que ya tiene
exhausto a parte del electorado. Al menos eso piensan en Presidencia del
Gobierno.
Se ha impuesto un tacticismo político de luces cortas, a través de asesores
con poder directo, tanto en uno como en otro lado, cuyas estrategias han
mostrado en estos últimos meses algunas limitaciones evidentes y, sobre todo,
efectos institucionales incalculablemente perversos. El no gobierno o el eterno gobierno en funciones tiene elevados costes. Los iremos viendo.
También en el Gobierno central, les guste más o les guste menos, habrá que
inaugurar la etapa de los gobiernos de coalición. Sea en septiembre, noviembre
o enero del año próximo. Y probablemente los gobiernos de coalición entre
opciones políticas distintas y distantes, que fomenten la transversalidad; más
fáciles de gestionar que aquellos otros formados por parientes políticos
próximos. Pero para lo uno o para lo otro hay que romper sectarismos, buscar
espacios de encuentro y hacer mucha cocina política, en la que se deben tranzar
complejos acuerdos programáticos, de estructura gubernamental y de
funcionamiento interno. Hay ejemplos de buenos programas y experiencias de
coalición, también en algunas en instituciones próximas. Solo hay que tener
voluntad y ponerse en serio a trabajar en ese objetivo. No hay salidas
alternativas. Las mayorías absolutas ni están ni se las espera.
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