viernes, 26 de julio de 2019

Rafael Jiménez Asensio: Bochorno político

Un sistema democrático es de manera general un sistema lento, es decir, que no cambia las cosas de la noche a la mañana” (Raymond Aron)

Por Rafael Jiménez Asensio. La Mirada Institucional blog.- Ya se ha cerrado la segunda parte de la sesión de investidura. Las intervenciones, como marca el reglamento en este caso, han sido breves. Sin réplicas. Casi tres meses después de las elecciones del 28 A hemos asistido a una sesión algo surrealista. En todo caso, bochornosa (así la ha adjetivado un líder político), como marca este tiempo estival que nos tortura y que, al parecer, ha terminado influyendo en los políticos de turno. Julio siempre ha sido un mal mes. El calor y el cansancio acumulados pasan factura. Habrá que dejar espacio al descanso.

Los resultados del 28-A dieron un claro ganador, muy por encima de sus seguidores, pero asimismo muy distanciado de la mayoría absoluta (53 escaños). Siempre le quedaba al candidato la esperanza de salir investido en segunda vuelta, con más votos afirmativos que negativos, y con las abstenciones que procedieran. En principio, todo se fió a los resultados de las elecciones del 26-M y a la hipotética política de alianzas que se podría instaurar a partir de entonces. Vano deseo. El eje derecha/izquierda tan alimentado por unos y otros ha sido determinante. Son, hoy por hoy, bloques herméticos que, a su vez, producen bloqueos políticos irresolubles. El nacionalismo/independentismo se alinea abrumadoramente, no sin algunos recelos y peajes, con la izquierda. La derecha corre el riesgo de desaparecer en Cataluña y Euskadi. Ya es testimonial en ambos territorios. Y eso también contamina todo.

En fin, todo apunta a que el diseño del calendario electoral escalonado no ha sido un acierto. Encajar las convocatorias electorales fue complejo. Y ha tenido daños colaterales. También se censura que el candidato no haya movido un dedo por ganar adeptos a su causa. Ni por el centro-derecha (vía taponada de inmediato), ni por su izquierda, ni tampoco por el sector nacionalista-independentista (el que se ha mostrado, por cierto. más amable a su causa). Da la impresión de que se ha ido a una investidura fallidamente programada. Sus razones tendrán. Intentemos desbrozar rápida y, tal vez especulativamente, algunas de ellas. A saber:

-La suma PSOE-Unidas Podemos no tenía la mayoría parlamentaria suficiente para poner en marcha determinadas políticas (por ejemplo, aprobar leyes orgánicas o los presupuestos). Dependía en estos casos de una constelación de siglas con el voto determinante del independentismo catalán. Esa coalición tampoco salvaguardaba la estabilidad constitucional e institucional. Un Gobierno de coalición, así, siempre se rechazó desde Moncloa. Y lo sorprendente ha sido que, tras una serie de traspiés comunicativos de libro, se haya tenido que improvisar en pocos días una negociación relámpago de la que nada bueno podía salir.

-Además, Unidas Podemos no parece ser para el PSOE una marca política fiable, a lo que se agrava que son competidores en un mismo espacio electoral. Y donde no hay un mínimo de confianza, lo demás sobra. La falta de cultura institucional de aquella fuerza política ha sido evidente en algunos casos. Y eso en buena medida, aparte del tradicional cainismo político que aqueja a la izquierda, ha tenido consecuencias importantes en la pérdida de determinados gobiernos.

-Unidas Podemos es, hoy en día, una marca política en proceso de declive. Subir al barco gubernamental, aunque fuera como polizones, les hubiese dado oxígeno político para seguir sobreviviendo y aplazar crisis existencial. Sin embargo, ha podido más el orgullo del líder que hacer de la necesidad virtud. El objetivo de Moncloa es rematarla o dejarla herida de muerte. La política es un juego despiadado, sobre todo cuando se adereza con maquiavelismo barato.

-La sombra del tándem Errejón/Carmena (si esta contribuye) es alargada. Una nueva convocatoria electoral podría abrir una fuga de agua definitiva en los votos de Unidas Podemos. Al menos hacerles mucho daño. También pueden morder voto socialista. Aunque las prisas en política no son buenas consejeras. Y la implantación territorial de la marca Más País (ambigüedad calculada) es hoy en día inexistente, teniendo que beber de las siempre inestables confluencias, ríos, riachuelos y acequias políticas. No obstante, en su “novedad”, en su liderazgo más institucional y en su programa (algo que cuidan) puede estar su atractivo. Si bien, depende cómo se incube podría dar lugar a otra sopa de siglas con las inestabilidades orgánicas, programáticas y de funcionamiento que ello genera. El cantonalismo es el gtan riesgo de la izquierda española no socialista. Y la antesala de su fracaso.

-El líder de Ciudadanos está nervioso. Su apuesta de ser cabeza de la oposición, tras ese apresurado viaje a la derecha y el abandono consiguiente del centro político, es vana e inútil, como ha demostrado el 28-A, pero sobre todo el 26-M. Aún así la partitura del partido sigue sin ajustarse a la realidad. Continúa soñando. Ha cerrado cualquier posibilidad de acuerdo por remota que sea con el PSOE, en la inmensa mayoría de las instituciones, contribuyendo a la política de bloques/bloqueo. C’S, a ojos de Moncloa, está como fruta madura: algo descolocado, muletilla del PP y jugando al escondite con la extrema derecha. Una nueva convocatoria electoral puede hacer mucho daño al partido naranja. La venganza se sirve en plato frío. Más aún la política. Otra razón “política”, que no de Estado, para ir a nuevas elecciones.

Nuevas elecciones
-Sin embargo, unas nuevas elecciones pueden ser una caja de sorpresas. Nadie las quiere; aunque en el PSOE, muerta la investidura (salvo sorpresas en septiembre), sea hoy la opción preferida. La hoja de ruta está diseñada así desde hace tiempo: O gobierno monocolor (en su defecto, de “cooperación”) o elecciones. El ensayo frustrado de la coalición vino forzado por las circunstancias. Tampoco el PP parece querer la convocatoria electoral, de la que podría salir algo fortalecido del empeño, así como el tradicional bipartidismo. Su posición es más institucional, pues quiere recuperar parte del voto perdido. Otro punto que se tiene en cuenta. Hasta algún líder de ese partido (Feijóo) promueve facilitar la investidura. Las dos almas también asoman.

-La reacción ciudadana, del siempre olvidado electorado, puede ser inesperada ante una nueva llamada a las urnas. Quienes cerraron filas con la llegada de la extrema derecha, pueden quedarse ahora en casa y multiplicar las filas de la abstención ante el espectáculo bochornoso ofrecido estos días. O, como se viene insistiendo, se pueden poner en marcha estrategias electorales como Navarra Suma, en listas comunes de los dos partidos de la derecha en determinadas circunscripciones. Veremos si el PP hace de salvavidas de C’s. También esto se valora en Moncloa.

-Además, convocar elecciones cuando la olla del independentismo catalán esté hirviendo (tras la sentencia del procés) puede volver a polarizar al electorado. El furor patrio, por uno y otro lado, puede hacer trizas a aquellas opciones políticas que no se mueven en los extremos o en los polos de la tensión. Como ya pasó antaño. Las elecciones del 28-A y 26 M han normalizado algo el tablero político catalán, aún tremendamente desagarrado, como lo está su sociedad. Una nueva convocatoria electoral podría abrir heridas en uno y otro lado. Y veremos quién paga los platos rotos. El partido en el Gobierno tiene las de ganar, pues este es un tema que ya tiene exhausto a parte del electorado. Al menos eso piensan en Presidencia del Gobierno.

Se ha impuesto un tacticismo político de luces cortas, a través de asesores con poder directo, tanto en uno como en otro lado, cuyas estrategias han mostrado en estos últimos meses algunas limitaciones evidentes y, sobre todo, efectos institucionales incalculablemente perversos. El no gobierno o el eterno gobierno en funciones tiene elevados costes. Los iremos viendo.

También en el Gobierno central, les guste más o les guste menos, habrá que inaugurar la etapa de los gobiernos de coalición. Sea en septiembre, noviembre o enero del año próximo. Y probablemente los gobiernos de coalición entre opciones políticas distintas y distantes, que fomenten la transversalidad; más fáciles de gestionar que aquellos otros formados por parientes políticos próximos. Pero para lo uno o para lo otro hay que romper sectarismos, buscar espacios de encuentro y hacer mucha cocina política, en la que se deben tranzar complejos acuerdos programáticos, de estructura gubernamental y de funcionamiento interno. Hay ejemplos de buenos programas y experiencias de coalición, también en algunas en instituciones próximas. Solo hay que tener voluntad y ponerse en serio a trabajar en ese objetivo. No hay salidas alternativas. Las mayorías absolutas ni están ni se las espera.

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