Por Jorge Crespo. Blog Agenda Pública.- Las últimas investigaciones empíricas sobre la alta función
pública del Estado (una dirigida por Ruano
de la Fuente, otra por mí mismo y las dos apoyadas por el Instituto
Nacional de Administración Pública), que analizaron la procedencia geográfica
de los miembros del Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado (ACE)
y de la Carrera Diplomática (embajadores en ejercicio en 2015), muestran una
realidad paradójica: a pesar de la transición política y de la fuerte
descentralización del poder realizado en los últimos decenios a favor de
las comunidades autónomas, importantes cuerpos de la Administración General del
Estado se nutren de candidatos procedentes en buena medida de las regiones
geográficas centrales del país (destacando notoriamente la de Madrid, con
una representación tres veces superior a la que le correspondería por peso
demográfico) y no tanto de algunas regiones muy relevantes en términos
demográficos y culturales (significándose claramente el caso de Cataluña).
Algunos de estos datos pueden consultarse aquí.
En efecto, respecto de los ACE (denominación actual de los
antiguos Técnicos de Administración Civil), el análisis diacrónico de la
investigación publicada por Julián Álvarez en
1980 respecto de la dirigida por Ruano en 2014/2015 destaca la persistencia de
la fuerte sobrerrepresentación de la región madrileña, así como de Castilla y
León, y la mejora en la representación de Galicia, Asturias y Aragón. Sin
embargo, sorprende entre las comunidades autónomas infrarrepresentadas que
Cataluña, partiendo de una base débil en los años 60 y 70 (apenas un 22% de las
plazas que le corresponderían por peso demográfico se cubre por candidatos
nacidos en Cataluña), no sólo no ha mejorado, sino todo lo contrario a lo largo
del tiempo. Lo mismo puede decirse de Extremadura y Navarra.
La Carrera Diplomática
En lo que concierne a la Carrera Diplomática, en el estudio
se toman como datos iniciales los publicados por Rocío Valdivielso en
1993 y son comparados con los obtenidos en 2015 para el colectivo de
embajadores en ejercicio (110 personas aproximadamente) en estados (ver
gráfico); es decir, excluyendo las organizaciones internacionales. De nuevo, la
fuerte sobrerrepresentación histórica de la Comunidad de Madrid (más que
triplica el número de embajadores que le corresponderían por peso demográfico)
no sólo no se ha reducido, sino que se ha ampliado; Baleares y Asturias, que
partían de una representación equilibrada en 1991, se orientan hacia una
sobrerrepresentación en 2015; y el País Vasco se encuentra en términos de
equilibrio en las dos fechas. Cataluña, Comunidad Valenciana, Extremadura,
acompañadas esta vez por Galicia y Canarias, aparecen como casos preocupantes
de infrarrepresentación.
*Las comunidades autónomas con una proporción inferior
al 1% del total de diplomáticos no aparecen registradas en los datos
proporcionados por Valdivielso.**IP 91: índice de proporcionalidad (igual a
porcentaje de diplomáticos originarios de una comunidad dividido por porcentaje
de peso demográfico de una comunidad respecto del Estado multiplicado por 100).
Fuentes: datos de 1991, Valdivielso sobre el conjunto de la
carrera diplomática; datos de 2015, elaboración propia de la investigación de
Jorge Crespo sobre el colectivo de embajadores ante estados.
Lo que ocurre con esos dos colectivos es probablemente
indicativo de lo que pasará en el resto de altos cuerpos de la Administración
del Estado. Pero para poder ponderar la importancia intergubernamental de los
datos, es importante conocer quiénes son y qué funciones desempeñan los altos
funcionarios.
Éstos son los servidores públicos que, respaldados por una
gran cualificación técnica y la posesión de una titulación universitaria de
carácter superior, en mayor medida ejercen el poder administrativo en
nuestro país. Los altos funcionarios ejercen funciones directivas y
predirectivas, participan de manera decisiva en la implantación y gestión de
las políticas, y también en el diseño y evaluación de las mismas, lo que se
aplica a aquéllas que tienen dimensión intergubernamental o multinivel. Esas
importantes funciones se completan con una fuerte influencia en la esfera
política, lo que les permite vetar directa o indirectamente decisiones o
paralizar la aplicación de algunas adoptadas.
Constelación de Cuerpos
Por otra parte, la alta función pública está desagregada en
una constelación de cuerpos (ACE, abogados del Estado, diplomáticos,
Judicatura, altas jerarquías militares, técnicos comerciales, etcétera) que
basan su prestigio, además de en la relevancia de las funciones que les son
reservadas, en la escasez de sus efectivos y las dificultades de las pruebas de
acceso, que implican manejar temarios interminables que exigen un prolongado e
ímprobo esfuerzo personal, además de una grandísima memoria. El espacio sobre
el que operan estos cuerpos se solapa con el propiamente político, tanto desde
el punto de vista funcional como desde la consideración subjetiva (en tanto
colectivo), pues existe un tránsito fluido entre altos funcionarios y políticos
fácilmente verificable examinando las biografías profesionales de los miembros
gubernamentales. De manera que la alta función pública es una buena
cantera de las élites políticas y en cierto modo económicas, como se evidencia
en algunos casos muy señalados de directivos de grandes empresas españolas.
Si esto es así, y formar parte de la alta función pública
supone acceder a una red de relaciones políticas y económicas tan
relevante, analizar quiénes forman parte de la misma y a través de qué
procedimientos se accede dista de ser un mero asunto técnico, sino que cobra
interés institucional. No se trata sólo de acceder a la función pública, sino
al sistema de élites que adoptan decisiones de gran trascendencia para el
Estado y la sociedad. De manera que aquellos grupos sociales que tengan la
capacidad de vencer los obstáculos del acceso dispondrán de una influencia
sobre el sistema político y social que se les negará a otros colectivos que,
por las motivaciones sean, no acceden. Esto afecta a la democracia, puesto
que la Administración Pública debe ser reflejo de la sociedad, representativa
de la misma, tanto en su esencia y aspiraciones como en sus elementos
constitutivos.
Los estudios también señalan una sobrerrepresentación en los
altos cuerpos de personas con un origen social alto o medio-alto. En ese marco,
los sesgos del procedimiento de ingreso a los altos cuerpos de la
Administración deben ser removidos para que se mitiguen las barreras
socioeconómicas y pueda facilitarse el acceso al resto de segmentos sociales. Y
también debe mitigarse el sesgo territorial que claramente aparece si se
analiza el origen de los altos funcionarios al servicio del Estado, y no
sólo por motivaciones de eficacia y eficiencia, sino también de identificación
política de la ciudadanía con sus servidores públicos. No en vano, Parry reconoce
a la alta función pública funciones integrativas (“lubricantes”, las llama)
que mejoran los resultados de las políticas públicas de carácter
multinivel, así como funciones adhesivas que configuran una suerte de pegamento
institucional que favorece la pervivencia de los estados.
Lo anterior nos invita a mirar qué ocurre en España respecto
del origen geográfico de los altos funcionarios y abordar las causas de ese
desequilibrio detectado en el acceso a la alta función pública de la AGE, junto
a algunas medidas encaminadas a corregirlo.
*Jorge Crespo González es Profesor de Ciencia Política y de la Administración en la UCM y coordinador del área de Función Pública Estratégica del Instituto Complutense de Ciencia de la Administración (ICCA)
*Jorge Crespo González es Profesor de Ciencia Política y de la Administración en la UCM y coordinador del área de Función Pública Estratégica del Instituto Complutense de Ciencia de la Administración (ICCA)
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