@CarlesRamió.- Blog EsPúblico.- La Administración pública
del Siglo XXI debería caracterizarse por ser una institución con unos nuevos
valores para hacer frente a los grandes cambios tecnológicos, económicos,
sociales y políticos. Los valores, que en mi opinión, hay que priorizar son los
siguientes:
1.- Valor de fomento del
aprendizaje: se trata del valor de la innovación que lleve incorporado el
automatismo de la imprescindible transferencia del conocimiento para contribuir
a lograr una sociedad del aprendizaje. El futuro debe transitar de forma
decidida hacia la sociedad del aprendizaje que es la dimensión que más favorece
el desarrollo humano y su bienestar (Stiglitz y Greenwald, 2016). El mercado
posee incentivos para la innovación pero es imperfecto para fomentar una
sociedad del aprendizaje y es, por tanto, imprescindible la intervención
pública para asegurarla. Un tema crítico es definir una buena política de
propiedad intelectual y de patentes que no genere externalidades negativas
hacia la sociedad del aprendizaje. La innovación es un gran incentivo privado
pero también es un bien público y como tal hay que tratarlo. Hay que equilibrar
los incentivos económicos de la innovación con incentivos públicos que fomenten
el aprendizaje más abierto y más social.
2.-Valor de coherencia
política: valor para evitar y frenar las lógicas sociales y políticas de
carácter demagógico y populista. El populismo político seguramente será uno de
los grandes problemas de las próximas décadas. Será un fenómeno, derivado de
las tensiones económicas y sociales, difícil de soslayar. Pero habría que
evitar que el populismo del futuro calcara las malas prácticas de periodos
históricos del pasado y experimentara, en cambio, una evolución positiva. El
panorama actual es de una enorme crisis del poder político ante su falta de
instrumentos para dirigir la economía y la sociedad. El populismo puede ser un
remedio homeopático para que la política institucionalizada recupere su vigor y
ambición y esto tiene una lectura positiva que no han que desdeñar. Lo que sí
que habría que remediar las prácticas políticas a nivel institucional de
carácter chamánico (Lapuente, 2016) y lograr que la ambición fuera más
conciliable con el realismo político y administrativo. Conseguir la
implantación de liderazgos políticos ambiciosos en sus discursos pero
exploradores en sus políticas públicas.
3.- Valor institucional: las
instituciones públicas tienen como principal objetivo aportar seguridad
jurídica e institucional para fomentar el crecimiento económico que no es más
que un medio para lograr el desarrollo humano (sociedad del bienestar y
sociedad del aprendizaje). Las instituciones públicas pueden ser autopistas del
desarrollo económico, del bienestar y del aprendizaje o pueden ser caminos
tortuosos que dificulten o castren estos avances (Acemoglu y Robinson, 2014).
Las instituciones públicas son la joya de la corona del crecimiento económico y
social y hay que fomentar los valores de preservación y delicado cuidado de las
mismas. La actividad política que debería ser más censurada social y electoralmente
es la que contribuya a degradar a las instituciones públicas.
4.-Valor de una regulación
equilibrada: valor que reconoce que la regulación pública es necesaria sin caer
en excesos (siempre hay muchos actores económicos que están vigilantes ante
esta posibilidad) ni en defectos (muy pocos actores sociales se preocupan por
la desregulación o por los déficits en la regulación pública). La regulación
pública va a ser el principal instrumento de las instituciones públicas para
ordenar la complejidad y evitar las externalidades negativas que generan
la revolución tecnológica y la revolución económica. El mercado, los mercados,
se encargan de evitar los excesos regulatorios que pueden llegar a ser
asfixiantes para la innovación y el aprendizaje. La sociedad civil organizada y
la sociedad organizada en red deberían vigilar e incentivar que la regulación
no sea insuficiente y, muy en especial, que se consiga una regulación efectiva
(buena regulación) y no se limite a un espacio meramente formal. El buen gobierno
en el futuro va a depender en gran medida de la buena regulación.
5.- Valor del big data como
un bien público: el big data será una enorme fuente de innovación y
de aprendizaje pero también será un problema de un excesivo control social. No
es posible que un instrumento tan potente y tan delicado esté de forma autónoma
en manos de los mercados. Las instituciones públicas deben ir mudando su rol
pasivo y colateral a un rol activo y central ya que la información será el
petróleo del futuro y hay que tratarlo como un bien público tanto por sus
potencialidades para edificar una sociedad del bienestar y del aprendizaje como
por las externalidades negativas a nivel de un excesivo control social.
6.-Valor de sostenibilidad
intergeneracional: durante las últimas décadas las sociedades avanzadas se han
acostumbrado a lograr una parte de su bienestar hipotecando el futuro de las
próximas generaciones. Esto sucede a nivel medioambiental, de impacto sobre el
cambio climático y también a nivel económico disparando la deuda pública. Se
trata de una injusticia social que no posee correctores espontáneos ya que las
futuras generaciones no pueden estar presentes en el debate. Pero si hay algo
que preocupa al ser humano son las opciones de futuro de su prole aunque no
sabe cómo defenderlas ante un problema que es excesivamente abstracto. Para que
se incorpore este valor en la sociedad es necesario realizar la traducción,
desde las instituciones públicas y desde los movimientos y organizaciones
sociales, de lo abstracto a lo concreto.
Hay múltiples evidencias para poder
hacer esta traducción: las generaciones actuales son las primeras que han
podido detectar que, por ejemplo, determinados bienes naturales e incluso
alimenticios han desaparecido con los años debido a actividades económicas y
sociales excesivamente agresivas con el entorno natural.
7.-Valor de bienes públicos:
el concepto de bien público es muy complejo al ser elástico y contingente (lo
mismo sucede con las servicios universales de interés general que vienen a ser
bienes públicos). En el panorama internacional hay una enorme confusión sobre
lo que es y no es un bien público ya que depende de la cultura social y de las
opciones políticas. Este valor consistiría en estar atento y mantener un debate
permanentemente abierto sobre el grado de amplitud de los bienes públicos. Por
ejemplo, se trataría de ser veloces en reconocer que una parte de la
infoeconomía está operando sobre nuevos bienes públicos y como tales tratarlos
de la manera que se estime conveniente a nivel político (regulación,
publificación o cogestión).
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