"Necesitamos gobiernos inteligentes que sean capaces de hacer frente a los enormes desafíos a los que nos enfrentamos, pero es mucho más importante desarrollar una “buena Administración” .
Por Borja Colón de Carvajal. EsPúblico.es.- Se habla mucho últimamente -quizá demasiado incluso- sobre el influjo que tiene la tecnología sobre las nuevas formas de gestión y gobierno de nuestras instituciones. Fiamos con demasiada frecuencia el buen funcionamiento de las mismas a una digitalización masiva de las estructuras y de su cadena de valor. Creemos que el verdadero maná se llama 5G cuando éste, precisamente, solo tendrá el efecto que todos esperamos si previamente hemos sido capaces de allanar el terreno para que ese efecto multiplicador que puede tener la tecnología juegue a nuestro favor.
Pero lo cierto es que en esto, como con muchas otras cosas, estamos
empezando la casa por el tejado y no nos hemos fijado siquiera en que para
alcanzar un grado óptimo de digitalización sostenible y controlada primero
tenemos que afianzar algo tan elemental como es la «buena Administración», como derecho
subjetivo de los ciudadanos, pero también como principio inspirador de todos
los poderes públicos.
Sin embargo, nos encontramos con un enfoque más funcional de la “buena Administración”, más vinculado a la gestión,
una forma de entender la Administración como aquélla que cumple con las
funciones que le son propias en democracia, sirve objetivamente a la ciudadanía
y realiza su funciones con racionalidad, justificando sus actuaciones y
orientándose continuamente al interés general; un interés general que reside en
la mejora permanente e integral de las condiciones de vida de las personas.
Y lo realmente poderoso de esta forma de entender la “buena
Administración” es que trae consigo cuatro ejes tractores que tiran
de la misma para hacerla realidad, y que son:
1.- Poner el foco en los
ciudadanos, en las personas: más allá del reconocimiento
expreso de derechos individuales o colectivos, lo importante es nuestra
capacidad para solucionar los problemas del día a día de la gente a través de
recursos fáciles e inteligentes, sin excusas, sin juegos de magia, eficiencia
sin más. En el momento que una Administración pone en su foco a las personas
éstas se convierten en su verdadera razón de ser.
2.- Apertura hacia la realidad
mediante el impulso del Gobierno Abierto: solo a través de
una incorporación real y efectiva de la sociedad en la toma de decisiones
públicas se puede convertir a nuestras Administraciones en organizaciones
abiertas y responsables, haciéndose valer además de la sabiduría de la multitud para resolver unos problemas
cada vez más complejos que sin su ayuda quizá seríamos incapaces de resolver.
La transparencia, la participación y la colaboración representan el principal
resorte de una buena Administración orientada a los intereses de la comunidad.
3.- Vinculación ética: debemos
superar esa obsesión casi infantil que nos abordó los últimos años de aprobar
códigos de ética y de conducta para abrazar sin miramientos los llamados Marcos de Integridad Institucional,
instrumentos verdaderamente eficientes de ética pública que nos permitirán
luchar contra la corrupción con mayor determinación y avanzar hacia una buena
Administración gestionada de forma eficiente.
4.- Innovación pública y colaborativa: La
verdadera sostenibilidad de nuestras instituciones pasa por resolver los
problemas de la gente (eso nos ligará a sus intereses y nos devolverá la
credibilidad perdida) y por incrementar la eficiencia de nuestra gestión (eso
nos permitirá aprovechar al máximo las ventajas no solo del 5G sino de la
tecnología disruptiva surgida con la cuarta revolución industrial), pero ello
no lo conseguiremos nunca sin dos premisas claras: primero, incorporar la
lógica de la innovación pública en la cultura organizativa de nuestras
organizaciones, y dos, permitir que dicha innovación se retroalimente desde la
calle, socialmente, a través de la colaboración ciudadana.
Necesitamos gobiernos inteligentes que sean capaces de hacer frente a los enormes desafíos a los que nos enfrentamos -y los que vendrán –, pero es mucho más importante desarrollar una “buena Administración” para enfrentarse a los mismos desde una visión colectiva más ajustada a la realidad, más cercana a las necesidades de la gente.
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