Por Carles Ramió -Espúblico blog.- El elemento de mayor preocupación en la agenda pública es la
vuelta al colegio. Es un tema crítico en muchos sentidos.
En primer lugar, porque es totalmente imprescindible regresar al formato de formación presencial para evitar que la educación de nuestros niños sea todavía menos equitativa. Sabido es que las familias socialmente más vulnerables son las que tienen más dificultades para que sus hijos puedan formarse por la vía digital. No solo por problemas logísticos (carencia de espacio de trabajo en los domicilios, falta de conexión en la red o de dispositivos tecnológicos) sino, especialmente, por la falta de acompañamiento intelectual y de disciplina familiar. En segundo lugar, la vuelta al colegio presencial es necesario para aliviar las cargas familiares y poder mantener o buscar un nuevo empleo de los padres que pertenecen a los estratos sociales y laborales más vulnerables ante la crisis. Colegio presencial (tanto en su función docente como de simple guardería) correlaciona con el desarrollo económico, laboral y con una mayor equidad social. Unos meses más sin colegio presencial o híbrido sería un auténtico desastre nacional.
Siendo esta materia tan relevante sorprende el nivel de
improvisación (por no decir de frivolidad) con el que lo están manejando las
Comunidades Autónomas y, en la retaguardia, la Administración General del
Estado.
Falta de recursos
Los cuellos de botella de este problema son, al menos, dos:
falta de docentes y carencia de espacios suficientes. Sobre la falta de
docentes es obvio que nuestro país no se puede permitir la propuesta pueril y
ligera de algunos sindicatos docentes en contratar a decenas de miles de nuevos
docentes. No hay recursos económicos para ello y tampoco suficientes
profesionales capacitados para poder ejercer la compleja función de maestros.
Obvio que algunos refuerzos sí que hacen falta. Mariano Fernández Enguita, uno
de los mayores especialistas en sociología de la educación (y actualmente
director del Instituto Nacional de Administración Pública) define el fondo del
problema en un artículo en El País del 24 de agosto de 2020: “Siglos
de historia han comprimido la escolarización al aula-huevera, decenios de
corporativismo han reducido la jornada escolar de la mayoría a la mañana,
lustros de dejación han configurado una profesión con poco músculo colectivo.
Las comparaciones son odiosas, y más la que nos ofrecen hoy sanidad y
educación, los dos grandes servicios del Estado social. La tarea será ardua,
pero el aplauso hay que ganárselo.” El corporativismo docente ha contribuido a que
poseamos unas escuelas sin direcciones profesionalizadas y con capacidad
autónoma para tomar decisiones (el gran valor de las escuelas es que son
democráticas y sus claustros de profesores eligen a la dirección). Otra
impostura pública: considerar como un ejercicio democrático lo que es una
simple dinámica corporativa interesada en el desgobierno de las escuelas para
mantener y estimular privilegios más que derechos. Este es el problema de fondo
en materia de personal docente. Con unos horarios más exigentes y flexibles
(solo durante esta crisis), y un personal de refuerzo adicional se podría
solucionar buena parte de las dificultades.
Por otra parte, la relación entre Escuela pública y
ayuntamientos ha sido tradicionalmente muy estrecha. Los municipios ceden
espacios urbanísticos para equipamientos públicos para que se construyan las
escuelas en los lugares más adecuados. Hace años los ayuntamientos colaboraban
de manera algo desordenada en la fortaleza de las escuelas contratando
directamente a personal de apoyo logístico (conserjes), obras y mantenimiento,
o personal docente vinculado a actividades entonces consideradas como
extraescolares. Estos arreglos de servicios vinculados a los centros escolares
eran algo chapuceros y se han ido ordenando con el tiempo y han sido asumidos,
de manera variable, por las administraciones autonómicas. En todo caso la
relación entre la escuela pública y los ayuntamientos es toda una tradición que
habría que mantener y, en esta situación de crisis, revitalizar.
Hago esta
reflexión ya que el otro gran problema vinculado con la actual situación es la
falta de espacio en las escuelas para mantener la distancia de seguridad entre
el alumnado. Este problema en algunos centros educativos es también una
impostura: las bibliotecas, los comedores, los gimnasios, los porches e incluso
los patios (mientras perdure la bonanza del clima) pueden ser perfectamente
magníficas aulas que incluso favorecerían fórmulas de innovación docente. Y en
los casos de las escuelas que carezcan, a pesar de todo, de suficiente espacio
los ayuntamientos podrían aportar múltiples equipamientos que podrían ser
utilizados como aulas (centros culturales y cívicos, equipamientos deportivos,
museos, etc.). El resultado no sería solo útil para superar la contingencia del
covid-19 sino también una oportunidad para definir una nueva escuela más
abierta, más innovadora, más social, cívica y comunitaria. También una nueva
escuela más municipal.
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