Por Manuel Pimentel. EsPúblico blog.- Vivo en Córdoba*, una ciudad cada vez más hermosa y sabia,
pero, también, más vacía. Hace ya tiempo que dejó de crecer y en cada censo se
deja arañar unos pocos ciudadanos. Los jóvenes se marchan a Sevilla, Málaga o
Madrid y las pocas fábricas que en los sesenta constituyeron su tejido
industrial hoy languidecen mientras transmutan su alma productiva por una gris
y desastrada realidad arqueológica. Naves cerradas que recuerdan viejos
tiempos, como la Colecor, la Algodonera y otras tantas que languidecen en el
silencio y el olvido. Sin embargo, la ciudad cada día está más bella, más cuidada,
mejor equipada. Goza de unas excelentes infraestructuras culturales,
sanitarias, administrativas, educativas. ¿Por qué entonces pierde pulso y sufre
la emigración del talento joven.
Córdoba desde el aire |
Esa pregunta llena de inquietud a muchas de las ciudades medias y a las grandes
poblaciones del interior que sorprendidas, no logran comprender qué es lo que
les ocurre. ¿Qué estamos haciendo mal?, se preguntan los más autocríticos,
mientras asisten atónitos al fracaso de una y otras políticas de desarrollo
local emprendidas. Como cada uno mira por lo suyo, nadie se percata de que el
mal es general, endémico de unos tiempos en los que la conjunción de la
globalización con la sociedad digital condena a las ciudades medias a
languidecer, mientras refuerza a las grandes urbes, que concentran actividad,
investigación y vida. Se repite que, en internet, el ganador se lo lleva todo.
Pues eso, en estos tiempos convulsos, también ocurre con las poblaciones, las
ganadoras se lo llevan todo, empresas, instituciones y jóvenes. No es por tanto
culpa de esta o aquella mediana ciudad, sino que, en general, casi todas sufren
esas mismas dinámicas en similar medida. ¿Quiénes se libran del mal del siglo?
Pues las grandes urbes, las ciudades costeras del sur y del Mediterráneo y las
capitales de las autonomías, porque –y no profundizaremos en estas líneas-,
el sistema autonómico no ha servido para repartir riqueza ni población, sino
que, al contrario, ha cebado la concentración en la capital beneficiada.
¿Efectos de la globalización?
¿Por qué la globalización ha castigado a las ciudades medias del interior? Pues
porque la industria emigró a países emergentes – o sea a China y a India– al
tiempo que se concentró y automatizó. Las instalaciones medias quedaron
obsoletas y no pudieron competir con las gacelas del momento. Las empresas han
ganado tamaño y las multinacionales siempre ponen su sede en Madrid y, al menos
antes, en Barcelona. ¿Qué multinacional –las verdaderas generadoras de
actividad y sueldos altos– establecería su sede en Córdoba, Jaén, Cáceres,
Zamora o Huesca? Hagan lo que hagan estas entrañables ciudades, las grandes
corporaciones concentrarán cada vez mayor actividad y se seguirán ubicando en
Madrid y Barcelona. Y, tras ellas, se irán los jóvenes con ambición.
¿Por qué la revolución tecnológica penaliza a las ciudades
medias? Pues porque las nuevas empresas tienden a una concentración muy
importante, donde la estructura de poder, investigación, decisión y gestión se
ubican en las grandes urbes, en especial en Madrid, la gran ganadora de los
tiempos que vivimos. Y estas empresas son muy atractivas para los jóvenes
talentosos, que ven en ella una dinámica oportunidad de promoción.
¿Por qué el sistema autonómico tampoco ha favorecido a las
ciudades medias? Pues porque han funcionado a modo de miniestados, concentrando
todo el poder y todas las instituciones en la capital, con la consiguiente
atracción de funcionarios y políticos, que le dan una vida que restan al resto
de ciudades medias de la comunidad.
Por todo ello, estamos ante una dinámica general que
determinará la evolución de muchas de nuestras ciudades. Por supuesto que
existen excepciones y que la buena gestión de una ciudad mejorará frente a la
mala gestión de la vecina. Así es. Pero se trata de excepciones que confirman
la regla general, que es igual de simple de anunciar que de inexorable en su
resultado: las ciudades medias pierden frente a las capitales autonómicas,
grandes urbes y ciudades costeras, que ganan. Así de sencillo, así de duro.
El turismo como alternativa
La casi totalidad de las ciudades medias del interior han
embellecido su casco urbano y han apostado por el turismo, que ha respondido,
en general, muy bien. Hoteles, apartamentos turísticos, guías, rutas, hoteles
con encanto, jalonan – afortunadamente– nuestra geografía. El turismo es la
savia que aún riega las maltrechas economías de las ciudades medias del
interior, tan cargadas de historia como azarosas de futuro. El turismo está
bien, muy bien, pero no garantiza el porvenir dinámico de una sociedad. Por
eso, cada vez más, sentimos, cuando visitamos los bellísimos centros históricos
de muchas de nuestras ciudades, que nos encontramos ante un formidable
decorado, vacío de población local y habitado, tan sólo, por turbas de turistas
que se afanan escandalosas con sus fotos. El turismo, no cabe duda, es parte
del futuro, pero sólo con el turismo no se construye futuro.
Las ciudades medias languidecen sin que nadie alce la voz en
su defensa. Hace unos años, nos escandalizamos al descubrir la España vacía, esos
inmensos páramos de densidad siberiana. Ojalá algún día, al despertar, no nos
percatemos de la España de las ciudades muertas. Que entre todos la matamos y
ellas solas se murieron. Abramos el debate, ahora que aún estamos a tiempo. ¿O
ya no lo estamos? Quién sabe, quién sabe…
*Nota del blog: Córdoba tiene 325.708 habitantes según los últimos datos del ine.es (1 enero 2018) y en 2010 tenía 328.547 habitantes.
*Nota del blog: Córdoba tiene 325.708 habitantes según los últimos datos del ine.es (1 enero 2018) y en 2010 tenía 328.547 habitantes.
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