Por José Ramón Chaves. delaJusticia.com. Con el resultado de las inminentes elecciones se
producirá el reenganche así como la renovación de los políticos a los mandos de
los gobiernos estatal y autonómicos. Se pondrá a prueba no solo su capacidad de
liderar y dirigir la cosa pública sino también su honradez ante los ciudadanos
porque no olvidemos como nos recuerda una conocida película que “La corrupción
nunca duerme”.
En ese escenario, acaba de publicarse un libro de ensayo
ameno, sencillo y esperanzador, titulado Leyes
de la Corrupción y Ejemplaridad Pública (Ed.Amarante, 2019) obra del
erudito académico y doctor José Antonio Fernández Asenjo, prologada por Ricardo
Rivero Ortega, Rector de la Universidad de Salamanca y Catedrático de Derecho
administrativo.
La obra acomete una visión del fenómeno de la
corrupción pública bajo la única perspectiva que creo podrá ser acorralada, la
de los valores y la conciencia de las personas. Un paseo magnífico por una
realidad incómoda. Veamos
El autor, que actúa como un atento guía por el
museo de la corrupción pública, tras indicarnos su origen y efectos, nos
muestra los valores que deben cultivarse: la cultura de limpieza en
la administración persiguiendo el buen hacer y buena imagen institucional;
la lealtad institucional entre administraciones para evitar que los
desaprensivos aprovechen los flancos abiertos; la austeridad o gasto
dentro las posibilidades reales; y recuperar la ética institucional en
lugar de la ciega parcelación de cometidos técnicos entre los múltiples órganos
de control (Tribunal de Cuentas, Defensor del Pueblo, Abogacía del Estado,
Inspección de Hacienda, Consejo de Estado…).
También se ocupa de los modelos de la buena y mala
autoridad, del buen y mal funcionario, sin perder el optimismo y sin dejar de
rendir tributo al funcionario discreto y servicial en un contexto que no ayuda
a serlo.
Texto inspirado en escándalos
El texto está anclado en casos reales, desde los remotos
(Filesa, Fondos, Roldán,etc) hasta los recientes (Palau,Gürtel, ERE,etc).
Tampoco faltan las anécdotas, por ejemplo, la queja de Miguel de Unamuno de
haberse visto postergado para una plaza pese a su apabullante
curriculum,derrotado por la mera fe de bautismo de su competidor.
Y como no, infinidad de oportunísimas citas; por ejemplo,
la aguda percepción del historiador Polibio: “no hay testigo tan terrible
ni acusador tan potente como la conciencia que mora en el seno de cada hombre”,
o la lúcida de Barak Obama, “en democracia, el cargo mas importante es el de
ciudadano”)
La moraleja, que deberíamos interiorizar todos, y
particularmente los políticos, es que las bombas de racimo con leyes,
coacciones y castigos que se anuncian como males del infierno para los
infractores poseen poca fuerza disuasoria para los profesionales de la
corrupción, debiendo actuarse mejor sobre la conciencia de las personas
que sobre su libertad o bienes; mejor incidir en su mentalidad y educación para
promover la ejemplaridad natural. Cita el autor el caso de Finlandia donde no
se ha acudido a la hiperregulación legislativa y cuyas normas antifraude no han
sido reformadas en casi un siglo, pero se ha puesto el acento en la
profesionalización de la burocracia, en el consenso político y una
administración abierta y participativa.
En esta línea me viene a la mente el diagnóstico del
sociólogo francés Michel Crozier y expresado lúcidamente en el título de su
obra “No se cambia la sociedad por decreto”(1984).
Una gran obra, como es de esperar en quien obtuvo el
Premio Extraordinario de Doctorado con su monumental tesis “Aspectos jurídicos
y económicos de la corrupción” además de Premio del Tribunal de Cuentas Europeo
para la investigación en auditoría del Sector Público 2010.
Ahora nos ofrece esta versión ligera, bajo la perspectiva
ética del fenómeno de la corrupción, con edición de calidad y formato cuidado,
que consigue que el lector lleve una lectura pausada y esperanzadora.
En suma, un ameno, razonado y riguroso alegato para
combatir la corrupción desde la defensa de valores en toda la extensión,
con ideas finales o retos, en torno a recomendar que los gobiernos
recuperen la costumbre de decir la verdad, que el legislativo aplique la
tolerancia cero contra la huida del Derecho administrativo, que
administraciones y funcionarios luchen por la dignidad de su alta función, y
que la sociedad civil salude con orgullo las buenas prácticas, la buen
administración y la transparencia. Una buena
lectura con buenas ideas en tiempos no tan buenos.
Por mi parte, aprovecho para comentar que tuve
oportunidad de hablar el pasado jueves en la Universidad de Salamanca sobre
Corrupción y Transparencia, tema que siempre me preocupa del que me ocupé
en anterior
post, en el III Congreso
Internacional para combatir la corrupción y por el control público, donde
aproveché para ofrecer mi visión de las luces y sombras del fenómeno y donde
concluía con la licencia humorística de esta viñeta:
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