Parece que estamos escogiendo las restricciones por encima de la
transparencia y la gestión eficiente de la información, y
creo que ahí radica nuestro mayor error. Otro es poner de ejemplo en el combate
de esta pandemia a China, que posiciona su sistema restrictivo en nuestro top of mind, y no volteamos
la mirada a cómo deberíamos mejorar nuestras libertades.
La crisis mundial ha puesto en
duda las democracias liberales, haciéndonos olvidar que las
características restrictivas de los populismos traerán las peores recetas para
afrontar los retos que nuestras sociedades tienen planteadas, más allá de la
coyuntura actual. Sin embargo, una gran esperanza, y enseñanza, está llegando
de los países asiáticos libres.
En mi último libro, Qué robot se ha llevado mi queso, hablo del caso de Corea del Sur. El país
asiático es el número uno en cuanto a la cantidad de robots por trabajador
(según los últimos datos disponibles de la IFR, ocupa el primer lugar, con 531
unidades por cada 10.000 trabajadores). Ser el número uno en cantidad de robots
por trabajador no es sinónimo de alto desempleo, allí por el contrario es
bajísimo, en torno al 4%.
¿Dónde está el secreto de Corea
del Sur?
El informe PISA y otros sondeos como el TIMSS o
el PIRLS sitúan
a Corea del Sur a la cabeza en educación,
superando incluso a países como Finlandia, tradicionalmente en la vanguardia.
Allí, la enseñanza es gratuita entre los 7 y 15 años, el Estado destina a la
educación casi un 7% del PIB (España, solo 4,5%); las políticas educativas son
de largo plazo, se apuesta por la tecnología en el aula y los alumnos reciben
en promedio de 10 horas de clases diarias, logrando 16 horas más de estudio a
la semana que la media de la OCDE.
La crisis y el miedo están instalando ideas como que la
mano dura o el autoritarismo son buenas recetas para frenar la expansión del
virus. Pero una sociedad libre y evolucionada debería pensar en generar
soluciones y conciencia a partir del acceso a la información; en mejorar las libertades.
Muchos artículos hablan de la falta de liderazgo, pero en
cambio yo veo aquí una carencia de herramientas para mejorar la transparencia en
nuestras sociedades; y estas herramientas son no solo tecnológicas, sino
políticas, sociales, legales y culturales; herramientas que nos permitan
disponer y compartir la información en beneficio de todos.
“La gran ventaja de los humanos sobre los virus es su
capacidad de intercambiar información”, dice el escritor israelí Yuval Noah
Harari en esta entrevista en El País. Emerge así un nuevo reto para las sociedades libres
del mundo, el de compartir y gestionar la
información de manera ágil, oportuna, eficiente y transparente.
Hay una variable tecnológica que se destaca como
relevante, pero de nada sirve sin una cultura abierta al uso de la información
para que sucedan cosas; piénsese por ejemplo en la app que lanzó Corea del Sur,
que conecta a la gente obligada a quedarse en casa con las autoridades
sanitarias para monitorizar su evolución.
En realidad, están corriendo varias apps. Una es de uso obligatorio para
aquellos que llegan al país de otras zonas de riesgo (actualmente, China, Hong
Kong, Macao, Irán y prácticamente toda Europa) o están en cuarentena, y obliga
a responder a un cuestionario diario sobre si hay o no síntomas. Las otras no.
La app oficial fue desarrollada por el Ministerio del Interior y Seguridad, y
permite al Gobierno monitorizar a los ciudadanos cuando se encuentran en
cuarentena, así como localizar a quienes tienen prohibido abandonar sus
hogares. Luego entran apps privadas, de uso voluntario (pero toda su
información puede ser usada por las autoridades). Las más populares son
Corona Now, creada por jóvenes, y la ya célebre Corona 100, desarrollada por una
empresa privada.
Tecnología y política
Taiwán es otro caso
paradigmático –destacado ya por muchos medios– que tenía
todas las de perder, con casi un millón de nacionales residiendo y trabajando
en la China continental. Pero respondió rápido, con transparencia y eficacia.
Creó un centro multidisciplinar de Mando Sanitario que trabaja 24/7 desde enero y
cuyo principal objetivo es la recolección y transmisión de datos provenientes
de los principales sectores, como la salud, la economía, el transporte y la
educación.
Ciertamente, Taiwán fue sumando restricciones, pero lo
hizo de manera oportuna y siguiendo lo que la data le
iba diciendo, con transparencia intersectorial y de cara a la sociedad. Una
restricción nunca debería tomarse sin información, sino que debe ser una
consecuencia de ella.
Trazar y testear por dónde ha
pasado el virus usando el poder del big data ha sido una de las
claves en los países asiáticos para frenar el contagio. Otra razón es que
países como Corea del Sur ya estaban preparados por escenarios similares
anteriores, por lo que no esperaron a que los posibles contagiados (trackeados)
fueran a los hospitales, sino que los fueron a buscar. En estas sociedades se
ha erigido un complejo andamiaje tecnológico y humano para frenar el virus, que
incluye entrevista personales y el acceso a todos los datos de los individuos
con el uso de apps que han servido para cruzar y sistematizar la información.
Si queremos seguir siendo sociedades libres, tendremos
que hacerlo de la mano de la tecnología y la transparencia. Ya no queda lugar
para procesos opacos en la toma de decisiones. Mejorar las libertades será mil veces mejor
que aumentar las restricciones.
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