jueves, 12 de septiembre de 2019

Carles Ramió: La fragmentación local española ahora es moderna

"La organización por distritos, como la que tienen algunos municipios, puede ser una posibilidad. Pero en muchos casos (por ejemplo, Barcelona y Madrid) los distritos tienen una dimensión excesiva y habría que plantearse una dimensión inferior al menos en materia de participación ciudadana y de cogestión social de determinados servicios en barrios"

Por Carles Reamió. Blog EsPúblico.- Es todo un clásico analizar el mapa municipal español en clave de su excesiva fragmentación. Suele argumentarse que la mayoría de los municipios españoles son excesivamente diminutos para una gestión eficaz y eficiente. Pero en la práctica nunca se ha impulsado ningún programa real de agregación de municipios como si han hecho otros países como, hace varias décadas, Gran Bretaña o, hace menos tiempo, Dinamarca.

Distritos de la ciudad de Madrid, la más
poblada de España
Los intentos de agregación municipal han sido escasos y de carácter teórico y exploratorio (destaca el informe Roca en Cataluña, 2000). Este informe fue un globo sonda que pinchó de manera estrepitosa a las primeras de cambio. Por otra parte, hay argumentos relevantes para constatar que el fragmentado mapa municipal español no es ningún drama y que también tiene sus ventajas. Francia y Alemania tienen también un sistema muy fragmentado y lo mantienen sin ningún tipo de discusión. Después de 40 años de administraciones públicas democráticas la Administración local es el nivel administrativo más legitimado socialmente (Pimentel, 2019): la valoración ciudadana es muy positiva y claramente superior que el nivel de mesogobierno (Comunidades Autónomas) o el Estatal (Administración General del Estado). Por si fuera poco, la calidad de los servicios públicos que ofrece la Administración local hispana es más que notable y recibe la aprobación ciudadana. En definitiva, un aparente caótico y fragmentado mapa municipal ha logrado un buen rendimiento institucional. Los municipios son ahora una joya institucional a preservar ya que en tiempos socialmente convulsos sigue manteniendo la complicidad de los ciudadanos con su modelo. Una conclusión pragmática de estos elementos es que mejor no hacer cambios revolucionarios en lo que funciona y, por tanto, limitarse a reformas para optimizar una fórmula que paradójicamente puede considerarse como exitosa. Pero todo ello no es óbice para que deban tomarse decisiones reformistas de calado para hacer frente a los retos de futuro de las administraciones públicas.

 Local vs global
No deja de ser una ironía que con el desarrollo de la globalización es necesario un ingrediente de equilibrio que consiste en poseer instituciones micro que aporten proximidad y humanidad al actual e inevitable proceso de globalización. La identidad local a nivel micro va a ser más necesaria que nunca ante la homogeneización y estandarización que supone la competencia globalizada. Una identidad local que facilite lógicas de participación política más directa y sistemas de colaboración y cogestión de servicios. Afortunadamente, nuestro actual mapa municipal tan fragmentado (y denostado por muchos durante tiempo) puede aportar este valor de manera natural. Es la paradoja del paso de tiempo: un modelo que hasta hoy era percibido como anacrónico pasa a ser necesario y moderno. Curiosamente el problema que habrá que resolver es como se organizan territorialmente las dos grandes áreas metropolitanas de España y el resto de ciudades de considerables dimensiones. Todas estas ciudades tienen una escala excesivamente enorme para poder implantar con éxito las lógicas de participación ciudadana, empoderamiento social y para generar una identidad cohesionada de proximidad. Por tanto, todos estos municipios tendrán que hacer un esfuerzo de descentralización política y de gestión para parecerse al mapa municipal de carácter fragmentado. La organización por distritos, como la que tienen algunos municipios, puede ser una posibilidad. Pero en muchos casos (por ejemplo, Barcelona y Madrid) los distritos tienen una dimensión excesiva y habría que plantearse una dimensión inferior al menos en materia de participación ciudadana y de cogestión social de determinados servicios en barrios (tal y como se lo está planteando actualmente a nivel todavía teórico el Ayuntamiento de Barcelona). No deja de ser curioso que ahora el reto sea cómo descentralizar las grandes ciudades emulando al resto del mapa municipal español.

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