lunes, 30 de octubre de 2017

Cataluña y la opinión de terceros

"Soy consciente de lo problemático que supone sistematizar este conflicto y ponerle orden casi ingenieril de batalla de opinión pública cuando tantos sentimientos y pasiones están enfrentados"

Por Bernardo Navazo.- Blog Agenda Pública.- Aciago viernes 27 de Octubre de 2017: nadie niega la frustración, la tristeza, el daño que esta competición entre dos élites políticas (sin ánimo de ser equidistante) está causando.

Pero sigue siendo una competición. Y así podemos y debemos analizarla.
De este modo, los recientes artículos de Pau Marí-Klose y Pablo Simón caracterizan el conflicto catalán como “una batalla por la opinión pública externa e interna” (el primero) o un “blame game” (el segundo) entre dos élites en liza. No es éste un conflicto de derecho administrativo o constitucional sino una competición entre dos actores por convencer a una audiencia tercera.

Surge, pues, un espacio de análisis, creo, interesante si somos sistemáticos en esa visión sobre el actual conflicto. De este modo, si es una batalla por la opinión pública ad extra y ad intra o un “blame game” formulemos dos preguntas: la primera, ¿cómo ha sido percibido por ese público al que se quiere movilizar (sea internacional, sea dentro del país) cada uno de los eventos de las últimas semanas?; la segunda, ¿cuál es el resultado agregado de esa suma de percepciones a favor o en contra de las partes?

Aplicar este enfoque con sistematicidad evento-por-evento y repercusión-por-evento supone aceptar la hipótesis de que, de facto, estas dos élites han acordado que el resultado del conflicto será determinado por la opinión de un tercero, lo cual, y desde el punto de vista de lo que sabemos sobre estas competiciones, es una hipótesis harto razonable.

Para ambas partes es entonces crítico pensar con la siguiente lógica: puesto que estamos en un “blame game” o una “batalla por la opinión pública externa e interna” de una audiencia tercera y no de los sectores más movilizados de cada bando, lo importante es cómo es percibido cada uno de los anteriores acontecimientos por esa “outside audience” (Unión Europea, resto de instituciones, electorado persuasible).

Así, y con el afán de realizar este ejercicio intelectual, podríamos estimar a quién han beneficiado y perjudicado los eventos significativos de las últimas semanas:


(No es tan importante la calificación de qué acontecimientos cuentan ni mi juicio de percepción de a quién ha favorecido cada uno de ellos sino el enfoque sistemático sobre esta batalla mediática por la opinión de una audiencia tercera.)

¿Y por qué es tan útil llevar a sus máximas consecuencias el análisis de esta “batalla por la opinión pública”? Porque enseguida nos viene a la cabeza cómo otras democracias más experimentadas en la resolución de graves conflictos institucionales entienden estas situaciones y las conclusiones que de ellas sacan. Así, por ejemplo, se hace en EE.UU. cuando existe un conflicto institucional grave entre el Presidente y la Cámara de Representantes por causa de una crisis presupuestaria (aquélla de 1995-1996 entre Clinton y un Congreso republicano viene a la mente).

En dichas crisis queda en suspenso el presupuesto estadounidense por un conflicto entre Presidente y Congreso, se ocasiona un gran caos al país durante un tiempo (se paraliza la actividad federal, se cierran departamentos e instituciones) y la duda de ambas partes reside en quién considera el electorado que es el culpable de esta situación. De ahí el concepto de “blame game”. Y de ahí que durante estas crisis institucionales ambas partes se obsesionen por rápidos sondeos de opinión diarios de la dirección en la que se mueve la culpabilidad según el electorado en cada acontecimiento que conforman tal crisis.

Si los contendientes de esta batalla nuestra que nos ocupa buscasen extraer alguna lección de estos desarrollos en EE.UU. (por la única razón de que este país ya ha lidiado con lizas por la opinión pública de dimensión parecida) realizarían esas encuestas rápidas cada día y tendrían un cuadro de “eventos / acontecimientos críticos” <> “impacto opinión de esa outside audience” más desarrollado que el anterior.

Conclusión
Y quizá la conclusión práctica sería que, al igual que en EE.UU. los actores involucrados modifican su comportamiento por los resultados de ese par encuesta / cuadro, aquí también lo habrían hecho. No muchas encuestas (con entidad, científicas) se han realizado en las últimas semanas (sólo recuerdo El Periódico el domingo pasado). Y tengo para mi que alguna encuesta interna sí ha afectado decisiones de los actores (Carolina Bescansa y Podemos). Por otro lado pero en idéntica dirección, quizá podríamos colegir también que cualquier movimiento de salida de empresas de Cataluña (5, 6, 7 de Octubre) o las órdenes y contraórdenes del Govern (10 de Octubre) son culpados al independentismo por la audiencia que verdaderamente importa, ese conjunto de terceros actores. Y esa información y análisis modificaría la estrategia de ambas partes pues ambas tienen como fin último convencer a esa “outside audience” de lo elevado de su causa.

Soy consciente de lo problemático que supone sistematizar este conflicto y ponerle orden casi ingenieril de batalla de opinión pública cuando tantos sentimientos y pasiones están enfrentados. Como dice Eduardo Mendoza, “cuestionar los sentimientos de otras personas está mal y, además, es contraproducente”. Pero sí creo que analizarlo bajo este prisma nos permite entender mejor que sí, “esto va de ganar” y que sí, lo hará quién articule una narrativa que mejor toque la cuerda resonante en la mente de esa “outside audience”. La opinión, pues, de terceros.

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