"Soy consciente de lo problemático que supone sistematizar este conflicto y ponerle orden casi ingenieril de batalla de opinión pública cuando tantos sentimientos y pasiones están enfrentados"
Por Bernardo Navazo.- Blog Agenda Pública.- Aciago viernes 27 de Octubre de 2017: nadie niega la
frustración, la tristeza, el daño que esta competición entre dos élites
políticas (sin ánimo de ser equidistante) está causando.
Pero sigue siendo una competición. Y así podemos y debemos
analizarla.
De este modo, los recientes artículos de Pau Marí-Klose y Pablo Simón caracterizan
el conflicto catalán como “una batalla por la opinión pública externa e
interna” (el primero) o un “blame game” (el segundo) entre dos élites en liza.
No es éste un conflicto de derecho administrativo o constitucional sino una
competición entre dos actores por convencer a una audiencia tercera.
Surge, pues, un espacio de análisis, creo, interesante si
somos sistemáticos en esa visión sobre el actual conflicto. De este modo, si es
una batalla por la opinión pública ad extra y ad intra o un
“blame game” formulemos dos preguntas: la primera, ¿cómo ha sido percibido por
ese público al que se quiere movilizar (sea internacional, sea dentro del país)
cada uno de los eventos de las últimas semanas?; la segunda, ¿cuál es el
resultado agregado de esa suma de percepciones a favor o en contra de las
partes?
Aplicar este enfoque con sistematicidad evento-por-evento y
repercusión-por-evento supone aceptar la hipótesis de que, de facto, estas dos
élites han acordado que el resultado del conflicto será determinado por la
opinión de un tercero, lo cual, y desde el punto de vista de lo que
sabemos sobre estas competiciones, es una hipótesis harto razonable.
Para ambas partes es entonces crítico pensar con la siguiente
lógica: puesto que estamos en un “blame game” o una “batalla por la opinión
pública externa e interna” de una audiencia tercera y no de los sectores más
movilizados de cada bando, lo importante es cómo es percibido cada uno de los
anteriores acontecimientos por esa “outside audience” (Unión Europea, resto de
instituciones, electorado persuasible).
Así, y con el afán de realizar este ejercicio intelectual,
podríamos estimar a quién han beneficiado y perjudicado los eventos
significativos de las últimas semanas:
(No es tan importante la calificación de qué acontecimientos
cuentan ni mi juicio de percepción de a quién ha favorecido cada uno de ellos
sino el enfoque sistemático sobre esta batalla mediática por la opinión de una audiencia
tercera.)
¿Y por qué es tan útil llevar a sus máximas consecuencias el
análisis de esta “batalla por la opinión pública”? Porque enseguida nos viene a
la cabeza cómo otras democracias más experimentadas en la resolución de graves
conflictos institucionales entienden estas situaciones y las conclusiones que
de ellas sacan. Así, por ejemplo, se hace en EE.UU. cuando existe un conflicto
institucional grave entre el Presidente y la Cámara de Representantes por causa
de una crisis presupuestaria (aquélla de 1995-1996 entre Clinton y un Congreso
republicano viene a la mente).
En dichas crisis queda en suspenso el presupuesto
estadounidense por un conflicto entre Presidente y Congreso, se ocasiona un
gran caos al país durante un tiempo (se paraliza la actividad federal, se
cierran departamentos e instituciones) y la duda de ambas partes reside en
quién considera el electorado que es el culpable de esta situación. De ahí el
concepto de “blame game”. Y de ahí que durante estas crisis institucionales
ambas partes se obsesionen por rápidos sondeos de opinión diarios de la
dirección en la que se mueve la culpabilidad según el electorado en cada
acontecimiento que conforman tal crisis.
Si los contendientes de esta batalla nuestra que nos ocupa
buscasen extraer alguna lección de estos desarrollos en EE.UU. (por la única
razón de que este país ya ha lidiado con lizas por la opinión pública de
dimensión parecida) realizarían esas encuestas rápidas cada día y tendrían un
cuadro de “eventos / acontecimientos críticos” <> “impacto opinión de esa
outside audience” más desarrollado que el anterior.
Conclusión
Y quizá la conclusión práctica sería que, al igual que en
EE.UU. los actores involucrados modifican su comportamiento por los resultados
de ese par encuesta / cuadro, aquí también lo habrían hecho. No muchas
encuestas (con entidad, científicas) se han realizado en las últimas semanas
(sólo recuerdo El Periódico el domingo pasado). Y tengo para mi que alguna
encuesta interna sí ha afectado decisiones de los actores (Carolina Bescansa y
Podemos). Por otro lado pero en idéntica dirección, quizá podríamos colegir
también que cualquier movimiento de salida de empresas de Cataluña (5, 6, 7 de
Octubre) o las órdenes y contraórdenes del Govern (10 de Octubre) son culpados
al independentismo por la audiencia que verdaderamente importa, ese conjunto de
terceros actores. Y esa información y análisis modificaría la estrategia de
ambas partes pues ambas tienen como fin último convencer a esa “outside
audience” de lo elevado de su causa.
Soy consciente de lo problemático que supone sistematizar
este conflicto y ponerle orden casi ingenieril de batalla de opinión pública
cuando tantos sentimientos y pasiones están enfrentados. Como dice Eduardo
Mendoza, “cuestionar los sentimientos de otras personas está mal y, además, es
contraproducente”. Pero sí creo que analizarlo bajo este prisma nos permite
entender mejor que sí, “esto va de ganar” y que sí, lo hará quién articule una
narrativa que mejor toque la cuerda resonante en la mente de esa “outside audience”.
La opinión, pues, de terceros.
Revista de prensa. Expansión. Los funcionarios de Cataluña en vilo por el artículo de 155
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