"La economía colaborativa que si posea capacidad de generar negocio económico va a ser difícil de imponerle una elevada fiscalidad"
Carles Ramió. Blog EsPúblico.- La Administración pública
de las próximas décadas va a vivir en una compleja situación que pone
totalmente en duda su sostenibilidad económica. Va a estar estrangulada por una
pinza ya que, por una parte, se puede vaticinar una caída importante en sus ingresos
fiscales y, por otra parte, un incremento enorme de su gasto ante las nuevas
necesidades de los ciudadanos ocasionado por su envejecimiento.
En la vertiente de la
reducción de los ingresos fiscales del sistema público es sencillo hacerse una
idea ya que este proceso ya se ha iniciado con la reciente crisis económica de
2008. Los motivos para predecir en las próximas décadas una menor recaudación
fiscal son: por una parte, la tendencia a una mayor polarización social entre
un pequeño porcentaje que goza de una gran riqueza y un gran porcentaje sumido
en la pobreza, con la destrucción de buena parte de la clase media de los
países desarrollados, que es una tenencia inexorable del actual modelo
capitalista que nadie sabe como revertir aunque casi todo el mundo lo considere
indeseable. Un informe de la OCDE sobre el futuro económico y social de
los próximos 50 años ofrece un panorama dantesco cuando especula como
serán las ciudades desarrolladas del futuro (por ejemplo Los Ángeles) que se
parecerán a la actual Manila, con rascacielos protegidos policialmente rodeados
de enormes barriadas totalmente miserables.
Escenarios sombríos
Por otra parte, según el mismo
informe, el crecimiento mundial se ralentizará hasta niveles del 2,7%
anual por los efectos de la progresiva nivelación del mundo en vías de
desarrollo con el mundo desarrollado. Si a estos dos escenarios le añadimos el
nacimiento de una nueva economía (la economía colaborativa) el marco, sobre los
futuros ingresos de los sistemas públicos, es muy sombrío:
-La concentración de la
riqueza en unas pocas personas jurídicas (grandes multinacionales) y personas
físicas implica unos bajísimos ingresos fiscales por la capacidad de estas
grandes fortunas globales de mover su capital y escaparse de los sistemas
fiscales nacionales.
-La cada vez más enorme
base social de personas que viven en un modelo precario de mera subsistencia
también genera un escenario de bajísimos ingresos fiscales. La clase media irá
desapareciendo tanto por la lógica económica como por la insoportable presión
fiscal que les habrán impuesto los Estados para resistir económicamente durante
unos años. Entre unos y otros habrán matado a las gallinas sociales de los
huevos de oro.
-Buena parte de la nueva
economía colaborativa va a operar de forma gratuita sin posibilidad de
aplicarle impuestos. La economía colaborativa que si posea capacidad de generar
negocio económico va a ser difícil de imponerle una elevada fiscalidad.
Las soluciones a este
panorama son evidentes: pasar de una fiscalidad sobre la renta a una fiscalidad
sobre el consumo aunque en una situación de contracción económica tampoco se
resuelve gran cosa. La opción más clara es la que sugiere Piketty (2014) que
consiste en gravar la riqueza en vez de la renta. El problema es que para que
esta opción sea posible haría falta avanzar en una gobernanza pública de
carácter mundial para evitar la domiciliación de los más ricos en
jurisdicciones especializadas. Vine a ser un dilema del prisionero de carácter
mundial muy difícil de resolver políticamente.
Pero el peligro para la
futura sostenibilidad económica de las administraciones públicas también tiene
abierto el frente de los gastos que en los países desarrollados van a
incrementar de manera espectacular. No hay que usar mucho la imaginación en
este caso ya que solo mirando la pirámide demográfica cualquiera se puede hacer
una idea de la magnitud de la tragedia. Sin algún tipo de acción gubernamental,
el cambio demográfico causará estragos en las finanzas públicas. Como es bien
sabido el proceso de envejecimiento tiene dos orígenes: en primer lugar, el
incremento continuado de la longevidad; y en segundo lugar, el impacto diferido
de la explosión del ciclo de fecundidad de la postguerra (en España en los años
60), que está haciendo crecer entre la población el número de ancianos y
disminuir el de adultos más jóvenes.
Standard & Poor´s (2011), la
agencia de calificación crediticia, ha elaborado una proyección hasta 2050 para
treinta países desarrollados y su pronóstico es desolador. “La presión del
envejecimiento sobre los presupuestos se intensificará a partir de 2020. En un
país desarrollado típico, el gasto público relacionado con la edad aumentará en
torno al 9% del PIB entre 2010 y 2050” .
Gasto social en España
En España el gasto en pensiones, atención sanitaria y en cuidados de larga
duración para las personas mayores representaba en 2010 el 15% de su PIB, en el
2050 la proyección es que este gasto represente el 27,5% del PIB. Un incremento
de más del 12%. El país en una situación más comprometida es Francia que ya
está en el 23% (2010) y pasará al 31%. Muy cerca de Francia están
Alemania e Italia. Luego ya viene España. El problema son las pensiones y la
atención sanitaria aunque en la mayoría de estos países la salud se erigirá en
el mayor culpable. En el caso de España el problema es dual ya que el gasto en
pensiones previsto para 2050 es en porcentaje del PIB de los más altos del
mundo entre los países de referencia: más alto que Francia, Alemania, Suecia,
etc. (solo hay dos países que lo superan en porcentaje de gasto en pensiones:
Rusia y Brasil).
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