Por María Sánchez-Domínguez. (@misanched) Nada es Gratis blog.-La maternidad es uno de los principales obstáculos a la igualdad de género en el mercado de trabajo. En respuesta, el estado de bienestar ha tratado de adaptarse al -no ya tan- nuevo rol de las mujeres como trabajadoras mediante la promoción del equilibrio entre la vida laboral y personal (ver aquí). A pesar de todos estos esfuerzos, tener hijos continúa afectando negativamente a la participación laboral de las mujeres y sigue generando tensiones.
En medio de esta batalla (ver aquí o aquí) irrumpe un nuevo actor: las mujeres inmigrantes en edad de trabajar, muchas nacidas fuera de la UE, y cuya proporción continúa aumentando.
Sabemos que las mujeres inmigrantes se enfrentan a obstáculos en el mercado laboral y que sus condiciones laborales son peores que las de las mujeres nativas, amplificando aún más la tensión de la conciliación en un campo de juego que es ‘común’ a ambas. Sin embargo, según Chiswick la brecha entre nativas e inmigrantes se debería reducir conforme aumente su tiempo de estancia en el país pues se adquiere el idioma, se regulariza su situación o se crean redes de contactos con nativos. No obstante, y para la sorpresa de mi coautor Luis Guirola y mía , lo que ha recibido mucha menos atención como obstáculo a su integración es el impacto que la carga del cuidado pueda tener en su oferta de trabajo.
A la luz de lo anterior, surgen dos preguntas ¿podría realmente la condición de inmigrante acentuar el child penalty como ocurre con otros obstáculos a su participación laboral? Y, si lo hace, ¿podría la integración de las inmigrantes depender de las instituciones que organizan la relación entre el trabajo remunerado y el cuidado en la sociedad receptora? Curiosamente cuando empezamos a trabajar en ello, descubrimos que hay pocos trabajos (ver aquí, aquí y aquí) que hayan estudiado la primera pregunta, y ninguno (que sepamos) que haya explorado la segunda.
La carga del cuidado es la principal causa de la divergencia en la actividad entre madres inmigrantes y nativas.
Los datos de la Encuesta de Población Activa Europea (EU-LFS) permite comparar a las mujeres nativas con las inmigrantes comunitarias y no comunitarias con hijos menores de 14 años, entre 2004 y 2019 en 11 países. Éstos se agrupan en dos regiones: ‘’Norte’’ (Holanda, Bélgica, Francia, Austria, Holanda, Francia, Reino Unido e Irlanda) y ‘’Sur’’ (España, Portugal, Italia y Grecia) [el porqué de la agrupación se encuentra en nuestro artículo].
La EU-LFS hace posible identificar cinco situaciones laborales que permiten estimar la carga del cuidado: 1) madres que trabajan a tiempo completo; 2) trabajan a tiempo parcial por razones distintas al cuidado, 3) trabajan a tiempo parcial como medida de conciliación, 4) están inactivas por sus responsabilidades de cuidado y 5) no trabajan por otras razones. El porcentaje de mujeres según su origen en cada categoría se muestran en F1.
El primer hallazgo es que el empleo de las madres inmigrantes es significativamente inferior al de las nativas: en el Sur hay una brecha de 17 puntos porcentuales (pp) entre nativas y no comunitarias, y en el norte de 36 (!).
¿Puede el efecto de la maternidad explicar la menor participación laboral de las madres inmigrantes en Europa? Parece que sí. Como se ve en Figura 1, más de dos tercios de la brecha de empleo podría explicarse por el efecto asimétrico de la carga del cuidado entre las madres inmigrantes y las locales.
¿Cómo debemos interpretar que la carga del cuidado penalice más a las madres inmigrantes que a las nativas? preferencia vs. obstáculo.
¿Son las mujeres inmigrantes más tradicionales o tienen peores oportunidades para conciliar? Para responder nos centraremos en la convergencia en la inactividad por cuidado entre nativas e inmigrantes (no comunitarias). La línea azul (Figura 2) muestra la brecha entre nativas e inmigrantes en función del tiempo de estancia y la línea roja controla por educación, edad, situación laboral de la pareja y número/edad de los hijos. El resultado no sólo muestra que la carga del cuidado es un obstáculo decisivo a la integración laboral de las inmigrantes en los primeros 5 años de estancia, además revela que la brecha en el Norte permanece en valores superiores a los 15 pp tras más de 15 años de estancia.
¿Puede deberse esta brecha a que son más tradicionales en sus normas de género y ‘prefieren’ no trabajar? La línea verde (Figura 2) permite captar el peso de las mujeres ‘tradicionales’ que no trabajarían, aunque sus condiciones externas cambiaran (ha trabajado antes+ desearía trabajar). Al menos un tercio de la brecha original con las nativas permanece cuando controlamos por estas variables y no puede, por tanto, atribuirse a las normas de género.
¿Puede la brecha en inactividad ser el resultado de la falta de oportunidades a la conciliación? La EU-LFS pregunta si la persona estaría dispuesta a trabajar si tuviera acceso a servicios de cuidado, lo que permite profundizar en el potencial de las políticas para reducir la brecha. Las líneas roja y verde (Figura 3) muestran la brecha si: a) se garantizara acceso gratuito universal (todas las mujeres) y b) sólo a inmigrantes (Targeted) y la compara con el resultado anterior (Baseline).
El ejercicio sugiere que durante los 15 primeros años de estancia, una política focalizada en dar acceso al cuidado a las inmigrantes no comunitarias podría reducir su inactividad en hasta 10 puntos en el Norte, y cerrar completamente la brecha con las nativas en el sur.
Las políticas de conciliación podrían facilitar la integración
Al final del día, tanto madres locales como inmigrantes viven en hogares, tienen hijos y su tiempo es finito. Ambas tienen obstáculos, pero en el caso de las mujeres inmigrantes esta situación parece afectar especialmente a su integración en las sociedades europeas. Nuestro análisis muestra que la carga del cuidado es especialmente pesada para éstas, pues es la principal razón por la que su trayectoria laboral difiere de las nativas.
Nuestro estudio arroja luz sobre si esto se debe a las peculiaridades culturales de los hogares inmigrantes o a la falta de oportunidades para conciliar en las sociedades receptoras. Es difícil exagerar la importancia de distinguir entre estas dos causas. Si la menor participación laboral se debe a normas culturales que persisten y se transmiten entre generaciones, el creciente porcentaje de población inmigrante podría contribuir a la supervivencia de normas tradicionales de género y ser fuente de tensiones interétnicas. En cambio, si éstas se deben a obstáculos para conciliar impuestos por la sociedad receptora, las políticas de conciliación podrían facilitar la integración de las inmigrantes e incluso revertir el efecto de las normas sociales.
Nuestro análisis muestra un resultado relativamente optimista. Aunque muchas mujeres inmigrantes son ‘tradicionales’, o viven en hogares que lo son, muchas de ellas querrían trabajar, y sus bajas tasas de participación parecen resultar de su exclusión de empleos estables y servicios de cuidado. Nuestro artículo sugiere que las experiencias de distintos países con la inmigración dependen, en buena medida, de cómo gestionen la conciliación.
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