Entender el riesgo de que sean las modas las que dicten las iniciativas que se emprenden Por Sergio Jiménez.- Aunque ya casi ni os acordéis, hace unas semanas era verano y estábamos de vacaciones… al menos bastantes. Las vacaciones y el verano tienen cosas muy buenas a disfrutar, aunque las cosas van por barrios: hay quien adora estar con la familia y hay quien la odia, hay gente de playa y gente de montaña, incluso hay quienes deciden no gastar las vacaciones y quedarse en las ciudades casi desiertas. Sin embargo, hay un consenso casi unánime respecto a una plaga del verano. No hablo de las medusas, ni de la salmonela, ni de la programación televisiva (sea lo que fuera eso), sino de la canción del verano. Esos temillas pegadizos, bailables y generalmente tontorrones que se repiten una y otra y otra y otra vez nos machacan de manera redundante forman parte de nuestra vida. Y sin embargo, lo repetimos año tras año (jroña que jroña, decían en el anuncio) como si no fuera bastante una pandemia y una guerra para acabar con monstruosidades adicionales. Las canciones del verano no dejan de ser la mezcla de una industria metiendo en agenda productos esperando que tengan un buen éxito que les dé ingresos. Sin embargo, en vez de buscar temas buenos (que para que negarlo, el talento no siempre aparece) u originales, van a lo seguro, conseguir lo facilón que se pegue a las cabecitas del público. También es verdad que el público entra en el juego, a veces por gusto (os juro que tenía un amigo que coleccionaba los Caribe Mix, pero no de manera irónica, sino de verdad) y otras porque pasa como cuando comes demasiados churros: solo te das cuenta de lo que te pesa cuando pasa un rato. Así que he pensado ¿por qué no hablar de cómo abordamos la transformación digital como si los proyectos fueran canciones del verano? Suena raro, pero creedme, al final quedará claro. Aviso, puede ser que se os pegue algo y estéis todo el día tarareando. La canción del verano olvidable La canción del verano olvidable es una categoría asignable a casi todas las canciones. Son esas canciones que llegan, te machacan todo el verano, se la sabe hasta tu ascendencia dos o tres generaciones (tu abuela te la puede tararear), y cuando llega septiembre, se te olvida. Es algo así como Yo quiero bailar de Sonia y Selena (baila, baila, bailando va). Esto incluye canciones graciosas (Déjame que te acaricie el Chou Chou, o Vaya vaya, aquí no hay playa). Este es el caso de muchos proyectos digitales que entran en un fervor loquísimo, y de repente, se quedan estacionados porque pasa la moda o la urgencia legislativa que lo impulsaba. Aquí entran, por ejemplo, las apps, o no pocos proyectos de internet de las cosas. Entra la moda, arrasa y las ves hasta en la sopa. Luego pasan unos años y si te he visto no me acuerdo. La canción del verano profesionalizada Otro caso es el de la canción del verano hecha por quien se ha profesionalizado en la canción del verano. Verano tras verano esta persona vuelve con sus canciones que no son las mismas, pero que se parecen entre ellas una barbaridad. El caso es que, por un lado, las canciones son pegadizas. Por el otro, como le has visto toda la vida, acabas cogiéndole cariño y apreciando su arte. No hace falta que os diga que hablo de Georgie Dann. Para mí, el Georgie Dann de la administración electrónica son las sedes electrónicas. En realidad, nadie les ha pillado el puntillo, ni le gustan especialmente, ni están muy bien, pero entre el tiempo que llevan con nosotros y la insistencia en el modelo, al final uno se sentiría tan perdido entrando a un ayuntamiento sin un botón de sede, como un verano sin oír La barbacoa. La canción del verano que realmente quieres olvidar Hay canciones del verano que te provocan un odio profundo. ¿Por qué? pues es una mezcla entre que son un horror (o te lo parecen), que se repiten una y otra vez y que, por ello, los medios la meten en el círculo informativo. Entonces tienes la canción cuando la oyes en la calle, te la ponen en la radio, la ponen en tik tok y en el telediario te cuentan el fenómeno que es (porque se han enterado en tik tok). Este es el caso de Luis Fonsi y despacito. Para mi este es el caso de las plataformas de contratación. Las tienes hasta en la sopa, no son ni buenas y todo el mundo habla de ellas (aquí soy un poco culpable, para que negarlo). Uno piensa que el mundo sería un poco mejor sin ellas, pero oye, parece que es un fenómeno inevitable de la humanidad, así que al menos, que saquen una versión unplugged que no sea horrible La canción del verano moderna La canción del verano moderna es una canción que no responde a los cánones habituales de canción del verano y que suele ser de alguien rompedor y muy de moda. Como es alguien de reconocido prestigio, visibilidad y muy distinto (y hasta te puede gustar), pero siempre tendrás la duda de si a toda esa gente le gusta de verdad o le gusta porque cualquiera se atreve a decir que no le gusta sin riesgo a quedar como una antigualla. En este caso estoy pensando en algo como Despechá, de Rosalía. La canción del verano moderna son los proyectos tipo blockchain, IA, Smart Cities, IoT, etc, etc, etc. Como decía no es necesariamente mala, pero siempre te queda la duda de si muchos de los que corren a abrazarla (y a ponerla en su tono de móvil si esto fueran los 2000) lo hacen porque les gusta o porque es mejor parecer moderno que parecer no moderno. La canción del verano que no era una canción del verano pero salió en verano Hay canciones del verano que asociaremos más o menos a verano, pero que realmente no lo son, simplemente, como a Jessica Rabbit, las han pintado así. En este caso la canción ha tenido la suerte (o la desgracia) de pillar el verano, ha tenido éxito y entonces no sabes si es canción del verano o una canción buena. Es el caso, por ejemplo, de What’s up de Four Non Blondes. En el caso de la Administración Pública pondría aquí el software de virtualización de equipos de trabajo, sobre todo a raíz de la pandemia. ¿Es una canción del verano, o es una gran canción que se puso de moda en verano? Supongo que lo sabremos con el paso de los años. Las canciones del verano extraordinarias Hay canciones del verano que son la leche, así como os lo digo, la leche. Desde la versión de Little Less Conversations de Elvis hecha por Junkie XL, a Good Vibrations, Surfin’ USA de los Beach Boys o Maria de Blondie no es que sean canciones del verano buenas, es que son historia de la música. Una canción del verano no tiene por qué ser mala por ser una canción del verano. O mejor dicho, que algo sea popular, fácil, y muy acogido por industria, AAPP y ciudadanía, no tiene por qué ser malo. No se trata de que digamos “a mi me gustaba más la gestión por SMS antes de que fuera mainstream”, sino de apreciar cosas que se hacen bien y nos facilitan la vida. Cosas como la carpeta ciudadana que acaba de sacar la AGE es un ejemplo claro. Pero, ¿qué tienen de malo las canciones del verano? La verdad es que, más allá de que gusten más o menos, las canciones del verano no tienen nada malo como obras en sí misma. Vale que no sean especialmente originales, ni muy complejas, pero el problema no es tanto de la canción, como de la repetición y la reiteración sin sentido que hace que suene en todos los momentos (incluso los más inoportunos) y que nos hartemos de ellas. El problema está en que al final, si solo eliges canciones porque son fáciles y pegadizas y no porque te gusten, acabas teniendo una selección musical muy poco memorable. Con los proyectos digitales pasa lo mismo: no se trata de elegir lo que más oigas, repitan, o parezca más atractivo o milagroso, sino lo que tenga sentido usar. Si no, al final, puedes acabar con mucha canción mediocre, alguna repetida, cosas que no entiendes y solo tendrás algún proyecto realmente bueno por chiripa. Haz la lista de proyectos tecnológicos que más te guste, pero que sea la tuya y no la que te pongan más veces. |
sábado, 24 de septiembre de 2022
Si la transformación digital de las AAPP fueran canciones verano
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