miércoles, 2 de agosto de 2017

Víctor Almonacid: La crisis del sistema clásico del empleo público español

"Nos frustra ver que la formación “en administración electrónica es”, salvo honrosas excepciones, pura teoría sobre los artículos de la Ley de procedimiento"

 Por Blog de Víctor Almonacid.NosoloAytos- ¿Cómo queda el empleo público tras la total implantación de la administración electrónica? Es una cuestión que nos preocupa.

Algo falla en la configuración del empleo público español si una buena parte de los empleados finalmente se quedan fuera de la Administración digital, de la innovación en lo público. Y ese algo no es, desde luego, un solo elemento, sino al menos cuatro que venimos citando unas cuantas personas analistas de lo público (Rafa Jiménez Asensio, Francisco Longo, Carles Ramió, Concepción Campos…): los procesos de selección, el sistema retributivo, el sistema de carrera administrativa, y la gestión interna del cambio.

Ante una necesidad imperiosa de innovar, vemos que resulta imposible hacerlo mediante estructuras anquilosadas no solo en otro modelo de función pública, sino en otro modelo de Administración. Como dijimos en esta ocasión, la organización y el funcionamiento de las Administraciones Públicas constituye ahora mismo, salvo excepciones, el caldo de cultivo idóndeo para la NO innovación:

-Verticalidad y rigidez de las estructuras. Principio de jerarquía clásico.
-Cultura administrativa estanca. Burocratización de la rutina: ser innovador no tiene premio, incluso tiene “castigo”.
-Jefes pero no líderes.
-Ausencia de un plan estratégico.
-Ausencia de un plan de comunicación.
-Excesiva externalización de servicios y tareas por definición internos.
-Muchas dificultades para la movilidad entre AAPP.
-Ausencia de carrera profesional.
-Política retributiva/política de control horario anticuadas.

Muchas cosas que cambiar. Precisamente sobre los cambios organizativos inherentes (y absolutamente necesarios) a los procesos de transformación digital de una entidad pública ya nos hemos pronunciado en numerosas ocasiones, un compendio de las cuales acompañan la presente a modo de Anexos.
Jordan

Una de las nuevas aptitudes que requiere la moderna gestión pública es la capacidad de trabajar en equipo



Pero todo empieza en el momento del ingreso en la función pública. Sobre el acceso, no puede estar más alejado el sistema de selección con las tareas a desempeñar. Deberíamos preguntarnos qué trabajo va a desempeñar el aspirante, y a partir de ahí configurar un sistema de detección y demostración de las aptitudes necesarias para su desempeño.

Se habla en este sentido de potenciar las entrevistas. Ningún problema si se objetivizan al máximo. Personal de confianza palmeros, ejemplo los de comunicación.

Y es que trabajar hoy en día en la administración requiere de una serie de aptitudes que, visto que mayoritariamente no se tienen, se deberían adquirir. No vemos movimiento en este sentido, y nos frustra ver que la formación “en administración electrónica es”, salvo honrosas excepciones, pura teoría sobre los artículos de la Ley de procedimiento.

Añadan algunos problemas que, con cierta decepción, hemos observado en los funcionarios jóvenes, “de nuevo ingreso”, sobre todo en cuerpos de altos funcionarios (para entendernos “grupos A”). Por un lado se trata de su primer trabajo, por lo que entran directamente “de jefes” sin tener en muchos casos la debida madurez, experiencia vital y “mano izquierda”. También creen (algunos) que con aprobar la oposición ya lo han hecho todo en la vida (triste creencia con 27 ó 28 años), por lo que en estos casos la proactividad es nula. Añadan, como hemos dicho, cierta falta de preparación en competencias digitales (no hablamos del Whatsapp evidentemente).


Mal asunto si la escasa savia nueva que irrumpe en nuestras organizaciones públicas lo hace como un elefante en una cacharrería. Son simples reflexiones, habrá que dar una oportunidad al personal de nuevo ingreso (de cualquier edad, no solo jóvenes). Ójala, de corazón, que el esperado relevo generacional que se considera la solución al problema no sea parte del problema.



Por su parte, Conchi Campos, en su atinado ¿Obsolescencia programada de los empleados públicos?, señala precisamente los problemas existentes en el acceso, en el desempeño y en la carrera profesional. Este artículo es, por cierto, una especie de segunda parte de la brillante reflexión de Carles Ramió en el editorial de El País: “Una Administración pública obsoleta”, que incide en la problemática desde un enfoque más amplio, siendo crítico en la calificación de nuestras entidades públicas como “del siglo XIX”, y dudando mucho de que estén en disposición de aportar, actualmente, la suficiente dosis de valor añadido (valor público), como para justificar su existencia (“No pueden encararse los retos del siglo XXI y su revolución tecnológica con una organización basada en el siglo XIX”). En nuestra opinión las AAPP deberán cambiar de arriba a abajo porque, como afirmó Xavier Marcet en este mismo blog, nuevos factores como el Blockchain pueden irrumpir (y disrumpir) hasta tal punto en la Administración que sustituyan al menos una buena parte de su actividad (al menos toda la relativa a la emisión de certificados).

En esta entrevista a Borja Adsuara (y en el vídeo que cierra la presente entrada), nos preguntamos en voz alta si los robots (entiéndase cualquier sistema automático de trabajo) pueden sustituir a parte de los empleados públicos:

V.A.- ¿Los robots acabarán sustituyendo a las personas en la mayoría de profesiones o por el contrario generarán nuevos ámbitos laborales?
B.A.- Las dos cosas. Nos sustituirán –afortunadamente- en la mayoría de actividades automatizables (y en la Administración hay muchas que lo son), pero generarán nuevas profesiones. Por ejemplo, la de profesor, entrenador y supervisor de robots, porque la Inteligencia Artificial tiene que ser formada, entrenada y supervisada por expertos en cada una de las materias, y éstos podrán dedicar su tiempo a innovar.

Más claro agua.


Anexos:












Empleo público: la tentación de ir tirando, por Francisco Longo, en ESADE.



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