"Por favor, no se dejen engañar por los de la motosierra. ¡Ah! O es que será que así no se pueden comparar con nadie. ¿Será que es eso lo que quieren?
Por Antonia Díaz. Nada es Gratis blog.- Inauguramos con esta entrada una serie que podríamos llamar “Leído en las redes” o “Economía de barra de bar”.
Al parecer, el valido plenipotenciario del presidente de los Estados Unidos está soltando en las redes que hay que sacar el Gasto Público del PIB. La conclusión política es clara: No es productivo, ergo, eliminémoslo de las estadísticas y de nuestra vida. Lo digo ya: SE EQUIVOCA.
Y es que casi todo lo que se refiere al PIB levanta muchas pasiones políticas. A la pregunta que titula este post me referí en otro post publicado aquí en 2019: ¿De qué hablamos cuando hablamos del PIB? Y es que, como nos cuenta la profesora Diane Coyle, “GDP: a Brief but Affectionate History”, esta discusión ya la tuvieron Kuznets y Keynes en la época de la WWII, y la ganó Keynes. En aquel post reproducía este gráfico, donde aparece el PIB sin Gasto Público:
Una primera observación es que, sin el gasto público, el PIB de Estados Unidos habría tenido un buen roto durante la Segunda Guerra Mundial. La otra observación es que desde la Crisis Financiera en España no nos quedó más remedio que distanciarnos un poco de EE.UU., ¿por qué sería? Pero sólo un poco. Dejo la discusión de los detalles y sobre España para otro día. En todo caso, hoy quiero hablar de por qué el Gasto Público es parte del PIB. Cuando tengo alguna duda metodológica acudo siempre a los trabajos de Edward C. Prescott, mi codirector de tesis doctoral. Luis Puch y yo escribimos un post tras el fallecimiento de Ed sobre sus enormes contribuciones a la Macroeconomía. Voy a glosar parte de lo que allí decíamos que está basado en un trabajo de Prescott con Thomas F. Cooley, “Economic Growth and Business Cycle”. Este trabajo debería ser lectura obligada para todos los macroeconomistas, pero voy a intentar contarlo como si estuviera en la barra de un bar, con atención especial para los que se meten a macroeconomistas resabiados sin serlo.
Cuando medimos el PIB estamos intentando medir el Valor Añadido Bruto que se ha producido en un cierto periodo de tiempo en un entorno geográfico concreto. Como ya decíamos en el post mencionado la medición correcta es fundamental para, por ejemplo, estimar el potencial de crecimiento de una economía, su productividad o conocer la distribución de la carga impositiva entre sectores. Todo ello tiene implicaciones como para hacer del PIB una buena primera aproximación a la hora de medir las diferencias entre los estándares de vida en distintos países.
Es por esto por lo que por ejemplo, las agencias estadísticas de todos los países estiman el valor de los servicios que nos dan las casas en propiedad y se lo suman al PIB. La razón es que, en caso contrario, estaríamos subestimando el Valor Añadido Bruto de Estados Unidos y España, países eminentemente de propietarios, respecto al de Alemania, donde el porcentaje de tenencia en propiedad es mucho menor y hay más prevalencia del alquiler que sí pasa por el mercado. Queremos poder comparar adecuadamente entre países. Algo que Prescott hacía siempre (pero las Cuentas Nacionales no hacen) es añadir al PIB el valor imputado de los servicios de los bienes duraderos y, por tanto, añadía el valor de su stock al stock total de capital. La razón es que la organización industrial de una economía no afecte a la medición de su valor añadido. El grueso de los bienes duraderos son los coches de los particulares. Hasta ahora, casi todas las familias tienen un coche, al menos. Pero no es el caso de las nuevas generaciones. La proliferación de plataformas de alquiler está haciendo que caiga el parque automovilístico en manos individuales y aumente el parque adscrito a empresas. Esto hace que, mecánicamente, el PIB aumente al contabilizar esos servicios automovilísticos que antes no pasaban por el mercado. Casas y coches en este caso ilustran bien la importancia de imputar rentas que no pasan por el mercado a la hora de medir la actividad económica. Esto puede ser así tanto con el objetivo de hacer comparaciones entre países como de mitigar la distorsión que introducen para dichas comparaciones algunas diferencias en la estructura productiva de los distintos países.
Por las mismas razones, los servicios producidos por el Gobierno son y tienen que ser parte del PIB. Veamos el siguiente ejemplo. Una Comunidad Autónoma cierra un centro de atención primaria y vende el local y todo el equipamiento médico a una empresa privada. Supongamos que esta empresa abre inmediatamente un centro médico con los mismos profesionales que antes trabajaban allí. Supongamos que su sueldo y la calidad de su servicio fuera la misma en ambos casos. El PIB aumenta mecánicamente porque el valor de mercado de un servicio que se produce de forma privada incluye los costes salariales, los costes de uso de la infraestructuras y bienes de equipo (no solo mantenimiento por depreciación) y costes intermedios, además del margen de beneficio. En cambio, los servicios producidos de forma pública se computan en el PIB valorándolos a coste de los factores de producción y, de estos, solo se incluye los costes salariales, el mantenimiento de las infraestructuras y bienes de equipo y costes intermedios. ¡Eureka, el PIB ha aumentado reduciendo gasto público! ¡Saquemos la motosierra! Se podría objetar que he puesto muchos condicionantes. Si la bajada de sueldos es suficientemente importante puede que el PIB no aumente. Si la empresa privada se pone las botas subiendo precios por la falta de competencia, el PIB aumentará, pero la productividad de la economía disminuirá. Se podría objetar que la calidad del servicio aumentará al privatizarlo. Puede ser. Pero tiendo a pensar que la calidad de los servicios está muy correlacionada con los sueldos de los trabajadores que los producen (algo importantísimo en el caso de algunos bienes de provisión pública como Ciencia y Educación Universitaria) El resumen es que el Gasto Público forma parte del PIB porque hay bienes y servicios finales que una sociedad ha decidido que se provean de forma pública (el adjetivo “finales” es esencial: las transferencias públicas no forman parte del PIB). Otra sociedad, en cambio, puede preferir la provisión privada. La justa comparación del Valor Añadido de ambas requiere que el Gasto Público forme parte del PIB. Y, preferiblemente, que se añada el coste de uso del capital público, no solo por coste de mantenimiento sino por el valor añadido que genera, como hace el sector privado (aunque sin contar beneficios, porque el sector público, por definición, no los tiene).
Así que, por favor, no se dejen engañar por los de la motosierra. ¡Ah! O es que será que así no se pueden comparar con nadie. ¿Será que es eso lo que quieren?
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