El catedrático de Ciencias Políticas, Carles Ramió, autor de un ensayo sobre la universidad, cree que el modelo actual de universidad está abocado al fracaso
Revista de prensa. Por CARINAFARRERAS. La Vanguardia.- El catedrático de Ciencias Políticas y Administración Carles Ramió ha agitado al mundo universitario con la publicación de La universitat, a la cruïll a (UPF), un ensayo audaz y fresco sobre el estado de las universidades en la actualidad, cuajado de epítetos y metáforas como instituciones monacales, por encima del bien y el mal, pagadas de sí mismas, inmovilistas e incapaces de verse en el cruce de la historia, ese punto en el que si no se transforman perecerán, amenazadas por las transformaciones sociales y tecnológicas actuales.
“Desaparecerán muchas y no exagero”, augura. Para sobrevivir cree que será necesaria más financiación (con mayor inversión a las de mayor potencial investigador), más flexibilidad legislativa, mejor docencia y más transmisión de conocimiento a la sociedad.
No todo es negativo. Considera que el talento joven que se ha marchado al extranjero podrá volver, si se le incentiva adecuadamente, para ocupar los puestos del personal que se jubila (casi la mitad de la plantilla en los próximos años) atraídos, entre otros aspectos, por la calidad de vida del país.
Y, en todo caso, cree que estas jubilaciones van a coincidir con el desarrollo de la inteligencia artificial que suprimirá miles de empleos en la universidad, como en cualquier administración pública (un millón de puestos en España), mejorando la eficacia burocrática y destinando los funcionarios a otros trabajos. La universitat, a la cruïlla estrena el proyecto UPF Knowledge, el nuevo portal web de transferencia del conocimiento de la universidad.
¿El 90% de los campus del mundo desaparecerá en 20 años? ¿No es un poco apocalíptico?
No lo digo yo, sino especialistas en análisis de prospectiva. Y no sé si es exagerado pero de lo que sí estoy de acuerdo es que se va a terminar el monopolio de las titulaciones superiores.
¿Con quién van a competir?
Con centros que darán formación online o empresas para sus trabajadores. Las tecnológicas entrarán pronto. Amazon, Google, Meta. Con Meta, por ejemplo, uno podría desde casa recibir clases como si fueran presenciales, que es el valor de las universidades clásicas, estableciendo debates, con alumnos o avatares.
¿Cuál es la respuesta?
La universidad tiene una cultura vaticana, innmovilista, que ha sobrevivido con pocos cambios. Pero las transformaciones tecnológicas son profundas y requieren respuestas flexibles y ágiles. No solo hay nuevos competidores sino menos natalidad. Pérdida de prestigio del título universitario. Y una cerrazón de tipo elitista y corporativo que hace daño.
¿Por ejemplo?
El Ministerio de Educación está potenciando al máximo la Formación Profesional (FP) y yo creo que aspira a dar títulos universitarios. Las enseñanzas artísticas quieren estar en los campus, pero estos contestan que no cumplen con el criterio de que el 50% de docentes sean doctores investigadores. Así son nuestras reglas, responden, no nos dedicamos a estudios instrumentales. Con esta actitud no ven que están perdiendo oportunidades y que otro, como el Ministerio de Educación, se las lleve. Lo mismo pasará con las microformaciones.
¿Cambiará esta rigidez?
Difícilmente. La universidad juega a muchos deportes distintos, pero adopta solo las reglas del béisbol. Y el que juega a fútbol, como las humanidades, se queda fuera. En realidad, las reglas las imponen los de ciencias más duras, que ponderan la investigación. Los artistas pongamos que van con los de esquí de fondo. ¿Doctores? Pues si en este deporte no hacen falta doctores por el carácter de la formación, no lo exijas.
¿Y qué propone?
Al ministerio una ley universidades que dé mayor autonomía a los centros, con un modelo de gestión más profesionalizado; y a la conselleria más financiación y una distribución distinta de la misma, no por alumnos (que al final es lo que define el reparto), sino por potencial investigador. Nuestras universidades son enormemente eficientes en producción científica en comparación con los campus con los que compiten en los rankings. Tres campus catalanes están entre los 180 del mundo y cualquiera del resto de sus inmediatos competidores duplica o cuadruplica sus presupuestos. En eficacia somos los primeros. Pues si lo hacemos bien, inviertan.
Mejor profesorado
“En el primer curso deberían estar los mejores docentes, para evitar el abandono”
Aumentan los estudiantes que abandonan. ¿Llegan desorientados, faltos de conocimientos, les decepciona lo que ven?
Primero, cada promoción es mejor que la anterior. Dicho esto, los más jóvenes tienen dos problemas: una capacidad de retener la atención muy limitada y una perseverancia escasa. Como no me gusta, lo dejo, así, de inmediato. Esto antes no pasaba. Tendríamos que seducirlos con los mejores profesores, los más prestigiosos, las primeras figuras.
Estos docentes prefieren los estudiantes más avezados.
Claro, el último curso es más fácil, les das tu especialidad, hablas de tu investigación y encima son 15 y no 100. En la lógica de poder actual, los docentes con nivel catedrático y sexenios eligen... Por eso creo que hay que incentivar la docencia con sexenios. O que la hora de docencia de primer curso valga el doble. O dé méritos. De igual manera deberíamos incentivar la transferencia de conocimiento para que éste no circule solo por los monasterios universitarios . Se hizo una prueba piloto con un sexenio de transferencia, que es como de investigación (y acumulable al de investigación). Han pasado 3 años y no se han convocado más. Quizás por cuestiones presupuestarias, pero si quieres, como Gobierno, que el conocimiento llegue a la sociedad, incentívalo. No hay otra.
No todos los docentes han recibido formación pedagógica.
Nadie te enseña a enseñar. Pero hay magníficos profesores. Yo aprendí con el ministro Joan Subirats, que era tan buen docente que cuando yo le sustituía se oían las voces de decepción en el aula.
¿Y le parece tan buen ministro?
Es un ministro enormemente inteligente y sutil y hará lo mejor que le permita el sistema. Ya ha mejorado mucho la “ley Castells” que heredó (Ley Orgánica del Sistema Universitario, actualmente en trámite parlamentario). No ha hecho la reforma que requeriría la universidad, la que yo pido en el libro, porque no se dan las condiciones y la Conferencia de Rectores (Crue) tienen mucho poder. Hacen falta rectores más... subversivos.
Usted tiene condiciones: es catedrático, conoce bien la universidad, tiene clara la reforma y hay elecciones en la UPF.
¡Después de este libro no me vota nadie! Ni los estudiantes a los que creo que debería limitarse su participación en la elección de los órganos de gobierno, ni el personal de administración, que hay que reformar, ni el profesorado, que digo que disfrutan con eso de la “fiesta de la democracia”. Le llamamos democracia pero es corporativismo y sindicalismo. Además, todo el mundo quiere tener un rector en la mesa. Y eso consume mucho tiempo y de forma interna tienes que lubricar a los distintos poderes internos. Pedir todo por favor...
¿Cambiaría la gobernanza?
El sistema de poder es perverso y una vez se consigue el poder, ya se está pendiente de la reelección. Por otra parte, la situación política española no ayuda a imponer un modelo de gestión autónomo que han adoptado otros muchos países europeos. Pero es que además, incluso las fuerzas progresistas son conservadoras. Que una institución que pagamos todos, se autogobierne, no deja de ser extraño. La propuesta sería profesionalizar el gobierno, con candidatos profesionales, internos o externos, pero con valoración profesional y meritocrática. Y dirigir la universidad con autonomía. Ahora todo es una situación de favores.
¿Cómo afectará la inteligencia artificial a la universidad en el futuro?
Hay una parte burocrática que será amortizable. Los seres humanos comentemos errores y, por otra parte, tenemos intereses propios y a veces capturamos las reglas del sistema a favor de intereses corporativos o individuales. Un sistema de inteligencia artificial bien implementado es eficaz y eficiente y sin burócratas. Esta es la gran transformación que viene, no solo en las universidades, en toda la administración pública.
Rigidez
“Las normas las imponen los de ciencias e impiden que los artísticos entren”
¿Y se perderán empleos en los campus?
Claro. Como en cualquier otra administración. Se calcula que la revolución tecnológica de la industria 4.0 suprimirá entre el 30 y el 60 por ciento de los empleos en 20 años. Hay un millón de empelados públicos que se jubilan con una media de edad de 57 años. Y en la universidad, más. En los próximos años el 70% de catedráticos se jubilarán. Por la automatización y la robótica nos sobrarán ese millón de empleos públicos. Con un pacto con los sindicatos, nadie perderá su puesto de trabajo, pero a cambio se exigirá que se reciclen y trabajen en otro ámbito. Los vigilantes de la zona verde y azul en Barcelona ya no están. Eran 400 trabajadores. Ahora prestan servicios en otros ámbitos.
La tecnología no pagará los impuestos necesarios para tantas jubilaciones.
La tecnología probablemente generará nuevos puestos de trabajo que ahora no se puede vislumbrar. La salida de iphone al mercado no podía prever que hoy habría 1,8 millones de personas que hacen aplicaciones. Las revoluciones anteriores han generado más empleos que han destruido. Hablamos de ingenieros pero se crearán otros nuevos perfiles (gestores de sistema de información, por ejemplo) que extraigan, analicen clasifiquen datos… serían documentalistas, archivísticos y especialistas en bibliotecomía. Pero formados de forma distinta.
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