Jesús Martínez.- Trabajo y Aprendizaje colaborativo blog. En estas dos últimas semanas, cuando la presencialidad se va recuperando, he tenido la oportunidad de participar en diferentes grupos de trabajo. En dos de ellos (algo sorprendente) he encontrado repetida la misma expresión: '¡cuidado con venirse arriba¡ - Esta coincidencia me ha hecho pensar.
Los dos grupos eran diferentes, pero hubo entre ellos, en un momento determinado, una conexión que los unía. Después de una secuencia de interacción continuada se generaba (llamémoslo así) euforia grupal.
Ante esto, l@s dos dinamizador@s expert@s se vieron en la obligación de rebajar expectativas e interrumpir la magia.
A mi juicio, en una situación se acertó; pero, en la otra, no.
Y, en los dos casos, las dos personas que conducían los grupos eran experimentadas. Con lo cual, quizás, la disfunción no sea tanto por la calidad de la conducción si no por una inadecuada contextualización del efecto venirse arriba.
Creo, y es la tesis de este post, que este efecto tiene ventajas inexploradas que permitirían mayor eficiencia en los momentos en los que los grupos se reúnen para crear.
Leía hace una semana, en uno de sus magníficos posts de Julen Iturbe, el reconocimiento del efecto calidad de la interacción presencial, ahora recobrada. Pese a las numerosas ventajas que nos ha comportado el uso intensivo de las plataformas online, el espacio premium que supone reunirnos presencialmente, es un ingrediente ganador. Por ello, no podemos dilapidarlo.
Así lo recogía Julen:
El otro día, en una reunión con el decano de la facultad, él me comentaba que, sobre todo durante el confinamiento, había echado de menos las «casualidades» positivas que se derivan de los encuentros fortuitos por pasillos, en la cafetería o en el parking. Esos espacios informales son fuente de estimulación. Ahí emergen conexiones que disparan posibilidades. En ese sentido, son imposibles de prever, pero sabemos que existen y que, a veces, son poderosas.
Y, volviendo a los grupos que mencionaba al principio, las preguntas que me planteé, eran de este tipo:
- Todo ámbito grupal de creación o aportación es susceptible del momento venirse arriba.
- Mejor si las personas convocadas tienen conocimientos parejos.
- Contexto favorecedor.
- ¿Está justificada interrumpir y descafeinar un momentum creativo?
- ¿Es acaso posible (o deseable) poner puertas a la intensidad creativa generada por la interacción?
- ¿Hemos de dejar solo para los espacios reglados y acotados (espacios de innovación), la euforia creativa?
- ¿Podemos aislar (deconstruir) los componentes del efecto venirse arriba y dosificarlos (replicarlos) a voluntad?
- ¿Puede extenderse (gestionarse) el efecto venirse arriba a todos los grupos que se juntan para hacer cosas?
Con lo cual, para responderlas, puede ser interesante, situar al momento venirse arriba, en una categoría mas noble. Lo intento.
Pautas para gestionar el momento venirse arriba
Estoy convencido que uno de los ingredientes principales que han hecho sostenible tanto las comunidades de práctica, como los diferentes grupos de trabajo que han proliferado en los últimos años, bajo el paraguas de la gestión del conocimiento, es el elemento adictivo de la interacción creativa.
Hemos observado (y preguntado) en diversas ocasiones qué es aquello que hace a una persona asociarse a una CoP (o a un grupo de trabajo), y muchas de las respuestas tienen que ver con la felicidad /bienestar que proporciona un espacio de estas características.
Con lo cual, puede ser reduccionista vincular solo a momentos muy acotados esta energizante atmósfera de creación intensa.
También hemos observado que esos momentos euforizantes se producen con mayor facilidad cuando hay conocimientos diversos, diferentes, pero parejos. No hay gran desnivel en las diferentes aportaciones. Son expertos (buenos conocedores) de la materia que tratan.
Es, como no, uno de los elementos imprescindibles En ámbitos en los que la gestión de personas está muy tensionada la magia no aparece.
A parte de la conducción experta del grupo, se ha de dar en un contexto organizativo favorecedor del crecimiento de las personas. (Por cierto, próximamente Manuel Muntada reflexionará sobre El rol directo
Los caminos del deseo o senda deseada (conocidos también como desire lines o desire paths por su designación en inglés) son caminos que suelen aparecer sobre el césped creados por la erosión causada por pasos humanos o de animales. Estos caminos usualmente representan el camino más corto o de más fácil acceso entre un origen y un destino determinados. El ancho de uno de estos caminos representa la cantidad de demanda del mismo.
Estos caminos aparecen normalmente también como atajos en lugares donde los caminos construidos tienen una ruta menos práctica. Suelen aparecer muy frecuentemente en parques.
Muchas calles de las ciudades antiguas empezaron de esta forma y evolucionaron con las décadas y el paso continuo en las calles modernas de hoy día.
No había pensado en ellos como inteligencia colectiva. Creo que la gestión del momento venirse arriba, que implica favorecer su aparición, está muy relacionado con el fomento de la inteligencia colectiva en la organización.
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