"Las mujeres tenemos que ser conscientes de que nos autoexigimos mucho, quizá demasiado"
Por Lucía Quiroga Rey.- Mujeresenelsectorpublico.blog.-Sigue siendo difícil hablar de teletrabajo, o de trabajo a distancia, o de trabajo flexible, o como queramos llamar a esa otra forma de trabajar que huye del solo presentismo, del fichar de ocho a tres y decir que ya hemos cumplido. Sigue siendo muy difícil, entre otras cosas porque aún hoy, cada vez que oímos la palabra “teletrabajo”, lamentablemente nuestras mentes nos llevan a eso que tuvimos que hacer, y que muy bien hicimos, por cierto, en plena pandemia, cuando el maldito COVID-19 nos llevó al confinamiento en mayor o menor medida, según iban avanzando los días.
Ríos de tinta han corrido hablando de las ventajas y desventajas del teletrabajo; miles de webinar dándonos recetas mágicas entonces y, aún después de los momentos más críticos de la pandemia. Muchos y muchas gurús anunciando que esto venía para quedarse, que, ya que había pasado algo tan malo en nuestras vidas, en nuestra salud, algo deberíamos aprender y sacar lo mejor, por ejemplo, para trabajar en nuestras organizaciones, públicas y privadas, pensando, por ejemplo, en la eficacia y en la eficiencia de verdad, en el cumplimiento de objetivos, en la evaluación real del desempeño de cada una de las personas cuando hacen las tareas que tienen y deben hacer… Mucha teoría sí, pero ¿en la práctica? ¿Qué nos queda ahora? ¿Por qué no se acaba de legislar de manera clara y transparente, de normalizar, de dejar de demonizar solo lo terrible de esta nueva forma de trabajar que, además, permite conciliar nuestras vidas personales, profesionales y familiares?
Cambio cultural
Muchas son las respuestas que podrían darse a todas estas preguntas, pero hoy me voy a centrar, una vez más, en el necesario cambio cultural que necesitamos a la hora de afrontar nuestras vidas profesionales, empezando por las propias organizaciones, sí, pero también teniendo en cuenta que las personas tenemos mucho que cambiar también en esa mirada. No saber poner el foco en lo importante, a veces, nos lleva a seguir contribuyendo a que ese necesario cambio cultural global no se produzca.
Si, además, nos centramos en nosotras, las mujeres, cuando hablamos de uno de los grandes temores que tenemos ante esa otra nueva forma de trabajar, en la distancia, desde casa, por ejemplo, nos referimos siempre a la corresponsabilidad como uno de los grandes retos a afrontar para que el teletrabajo nos sea favorable. Y, por supuesto, la sociedad en la que vivimos tampoco ayuda con tantos comentarios sobre que, al final, todas las cargas domésticas y familiares acaban cayendo en las mujeres. Pero, me planteo si, muchas, muchísimas veces, no somos nosotras mismas las que tanto nos exigimos, tanto nos autorresponsabilizamos, que no ayudamos nada, nada, a que la corresponsabilidad se haga real, a que las otras personas que viven y conviven con nosotras bajo el mismo techo tengan la oportunidad de hacer aquellas cosas que nosotras mismas nos decimos y les decimos que “las hacemos más rápido y mejor”.
Hace un par de meses terminé un curso sobre “Integración de la perspectiva de género en la gestión pública”, del Instituto Andaluz de Administración Pública de la Junta de Andalucía, fantásticamente coordinado e impartido por Francisca Trujillo, compañera en la Junta de Andalucía. En uno de los foros nos animó a compartir opiniones sobre los pros y contras del teletrabajo y, aunque más abajo os mostraré la DAFO que he realizado con todas las aportaciones, ahora quiero traer aquí, lo que más se repitió en este foro, que fue todo lo relacionado con teletrabajo y corresponsablidad. Destaco las ideas más potentes relacionados con los aspectos menos positivos para avanzar en el teletrabajo, desde el punto de vista de la corresponsabilidad:
Autorresponsabilidad y autoimposición de las mujeres a llevar todas las tareas domésticas y de cuidados. Las mujeres tenemos que ser conscientes de que nos autoexigimos mucho, quizá demasiado.
Nosotras mismas nos creemos que “cuidamos” mejor que los hombres.
Si para avanzar en el teletrabajo solo se atiende a la mejora en la conciliación, entendida ésta como algo casi exclusiva de las mujeres, mal encaminadas vamos.
Se puede entender de manera equivocada la conciliación y la corresponsabilidad y, por tanto, que todo el peso recaiga en las mujeres: “mujer, ya que estás tú en casa…”.
Incremento de las cargas familiares a simultanear con la vida profesional.
No existen medidas concretas para minimizar el riesgo del habitual reparto de tareas domésticas y familiares, a pesar de que puedan estar previstas en los planes de igualdad de las organizaciones.
Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades
Y aquí os muestro la DAFO con todos los comentarios aportados, algunos exclusivamente aplicables a favorecer o no la igualdad fefectiva entre mujeres y hombres, y otros más generales sobre el teletrabajo:
Debilidades
– Autorresponsabilidad y autoimposición de las mujeres a llevar todas las tareas domésticas y de cuidados.
– Nosotras mismas nos creemos que “cuidamos” mejor que los hombres.
– Atender solo a la clave “conciliación”.
– Falta de formación de las mujeres para el teletrabajo.
– No saber adaptar y/o delimitar los espacios de trabajo en casa.
– Ausencia de planificación por parte de la organización.
– No saber planificar la agenda para lograr el equilibrio entre la vida personal, profesional y familiar.
– No saber aplicar la flexibilidad ni establecer límites.
– Desconocimiento de técnicas de gestión eficaz del tiempo.
– No se aplica a todos los niveles de los puestos de trabajo.
– Inexistencia de una base jurídica firme.
– Puede afectar a la promoción profesional.
– Las relaciones con los equipos pueden deteriorarse.
– Ausencia de relaciones informales: no hay “pasilleo”
Amenazas
– Entender de manera equivocada la conciliación y la corresponsabilidad y, por tanto, que todo el peso recaiga en las mujeres.
– Incremento de las cargas familiares a simultanear con la vida profesional.
– Riesgos psicosociales.
– Aislamiento social.
– Aumento del estrés.
– Monotonía.
– Falta de control ante la “desconexión digital”.
– Falta de experiencias anteriores de implantación del teletrabajo.
– Ausencia de datos de la modalidad de teletrabajo en general y desagregados por sexo, en particular.
Fortalezas
– Flexibilidad para conciliar la vida personal, profesional y familiar.
– Adaptar el tiempo a nosotras y no al revés: felxibilidad horaria.
– Menor tiempo en desplazamientos: menor estrés, menos consumo de combustible y emisión de gases.
– Aumento de la motivación.
– Aumento de la productividad.
– Las mujeres pueden demostrar su valía profesional trabajen desde el lugar que trabajen.
– Posibilidad de evaluación por resultados que favorecerían la demostración objetiva del trabajo de las mujeres.
Oportunidades
– Mejorar la conciliación personal, profesional y familiar.
– Mejorar la corresponsabilidad en el ámbito familiar, favoreciendo así la distribución y reparto de tareas y, por tanto, la igualdad.
– Visibilizar la desigualdad.
– Contribución a eliminar el “síndrome de la impostora”.
– Cambiar el paradigma de productividad hacia el trabajo por objetivos y evaluación de resultados en claves de eficacia y eficiencia.
– Acabar con el “presentismo”.
– Modificar hábitos de trabajo.
– Asumir el concepto de trabajo en equipo.
– Mejorar la comunicación con las personas que dirigen.
– Aumentar el compromiso de las personas trabajadoras.
– Avanzar en infraestructuras y teccnologías.
– Nueva formación que impulse el uso de tecnologías.
– “Llenar la España vaciada”.
Tras tantos meses ya desde que empezó esa pesadilla llamada COVID-19, deberíamos haber aprendido mucho más, pero las personas somos demasiado resistentes a los cambios. No puedo entender que ni siquiera un maldito virus nos haga, aunque sea a la fuerza, cambiar para avanzar, tanto en la igualdad, como en la corresponsabilidad, como en esas nuevas formas de trabajar que pueden ser muy efectivas y ayudarnos a vivir mucho mejor y, sobre todo, más felices, si nos paramos un poco a planificar y a aprender de los errores cometidos, pero, eso sí, a no detenernos en los “típicos tópicos” que parecen repetirse una y otra vez porque, al fin y al cabo, nos parecen ser siempre más cómodos. Ahora bien, empecemos por nosotras mismas, digámonos la verdad y dejemos de creernos que nosotras hacemos las cosas de casa “mejor y más rápido”.
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