La Escuela Nacional de Administración desaparecerá y ocupará su lugar el Instituto del Servicio Público, más flexible, diverso y abierto
Revista de prensa. El País.- MARC BASSETS.- Macron, durante una videoconferencia con maestros y alumnos de una escuela del sur de Francia, este martes en el Elíseo. Era una de las promesas, aplazada varias veces, que el presidente Emmanuel Macron formuló hace dos años para responder a la revuelta de los chalecos amarillos contra las élites: la supresión de la Escuela Nacional de Administración (ENA), el centro donde se forma a los altos funcionarios franceses. La ENA es un centro de excelencia para los mejores dirigentes, pero con la reputación de ser una institución rígida y elitista. Macron ha anunciado este jueves que la remplazará por un centro que se llamará Instituto del Servicio Público (ISP), teóricamente más flexible, diverso y abierto a la sociedad.
“En nuestra función pública hay, en el fondo, dos enfermedades que debemos arreglar: el determinismo y el corporativismo”, ha dicho Macron, quien ha descrito la reforma que pretende hacer como una “revolución profunda”. “Debemos cambiar radicalmente la manera de reclutar, de formar, de seleccionar, de construir la trayectoria de nuestros altos funcionarios”, ha explicado el presidente, después de precisar que “en ningún caso se trata” de ceder a la moda del antielitismo “ni de lanzar el oprobio sobre esta escuela”.
Con la reforma, una vez
salgan de la nueva ENA, los alumnos ya no se encaminarán hacia una
administración determinada en función de sus resultados académicos, como hasta
ahora. Lo que ocurría era que los mejores se dirigían a uno de los llamados
grandes cuerpos del Estado (la élite de la élite: la Inspección de Finanzas, el
Consejo de Estado o el Tribunal de Cuentas) y podían pasarse ahí el resto de
sus carreras, como una renta vitalicia. Esta práctica se acabó.
La escasa diversidad social y cultural de la ENA es un problema que se ha agravado con el tiempo. El sociólogo Pierre Bourdieu ya diagnosticó en los años 80 que instituciones como esta perpetuaban las desigualdades sociales, pese a su vocación meritocrática, o debido a ella, porque los hijos de enarcas, o de profesionales liberales, disponen para entrar en la ENA de las herramientas adecuadas y conocen los trucos, que los hijos de la clase trabajadora y de la inmigración desconocen.
Una reforma simbólica a un año de las elecciones
Con la sustitución de la Escuela Nacional de
Administración (ENA) por otra escuela de la alta administración, el presidente
francés, Emmanuel Macron, intenta retomar el ímpetu transformador con el que
conquistó el poder en 2017 y que parecía marchitarse. Entonces prometía romper
el estancamiento de las élites francesas de las que él era un alumno aventajado
y rebelde. Lo consiguió con el sistema de partido, el duopolio de socialistas y
conservadores de raíz neogaullista que se tambaleó con la irrupción del joven
Macron. Pero la reforma de alta función pública, la maquinaria que hace
funcionar al Estado francés, se aplazó repetidamente, como otras reformas. La
más significativa es la del sistema de pensiones, en suspenso desde el inicio
de la pandemia, que h ha trastocado toda la agenda del presidente de la
República. El fin de la elitista ENA, barata desde el punto de financiera, con
un simbolismo que todo el mundo entiende y nada polémica en una época de
resentimiento hacia las élites, quiere ser una señal de que, a un año de las
nuevas elecciones presidenciales, el presidente conserva la voluntad de romper
códigos y reformar.
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